Cayetana Álvarez de Toledo: «La cercanía del PP y Cs es evidente, no se justifica la fragmentación»

Promete que la discrepancia en el Grupo Popular «nunca más será sinónimo de disidencia» y augura una oposición «indómita y racional» frente a un Sánchez «sin escrúpulos»

La portavoz popular en el Congreso Cayetana Álvarez de Toledo José Ramón Ladra / Vídeo: Álvarez de Toledo: «Queremos hacer una oposición indómita pero racional»

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La fama de dama de hierro precede a la entrevistada, que recibe a ABC en su despacho del Congreso, limpio, funcional y desnudo, aún sin un solo alivio personal. Cayetana Álvarez de Toledo no pretende caer bien, ni falta que le hace. Ella viene a trabajar, «a hacer las cosas muy bien» para lograr que la «alternativa de la libertad» se imponga a un PSOE que ve perdido, a la deriva . «Es un drama».

—De usted se dice que tiene un perfil duro, derechista, polémico… ¿Algo que añadir?

—Que es falso.

—¿Cómo define su perfil?

—Soy una española, militante de la democracia, que antepone la libertad al tribalismo, la igualdad ante la ley a la discriminación, y que cree en los clásicos valores que han hecho posibles la modernidad política y la civilización. Lo del perfil duro es una invención periodística y política del identitarismo, no sólo nacionalista sino ahora también feminista. En esto España sí que es diferente: aquí a los que proponemos una política basada en los hechos y no en el clientelismo caciquil de grupos ideológicos organizados nos llaman reaccionarios. Y a los reaccionarios los llaman moderados.

—¿La derechita cobarde existe o existió?

—Es un eslogan pueril e injusto. A mí ese tipo de expresiones despectivas, de pura pirotecnia tuitera, no me interesan.

—¿Por qué está usted en el PP y no en Ciudadanos o Vox?

—Nunca podría haber estado en Vox y, en cambio, sí voté a Ciudadanos. A partir de ahí, lo relevante es lo que hagamos con ese espacio, que en mi opinión va más allá del centro-derecha. Es el gran espacio de la razón española: de la libertad frente al colectivismo. Yo llevo tiempo defendiendo una reagrupación del espacio de la razón. ¿Qué me separa a mí de Inés Arrimadas? ¿Y de Juan Carlos Girauta? Todos tenemos estilos distintos. Y seguro que opinamos diferente en algunos asuntos. También dentro del PP hay sensibilidades distintas. Pero es mucho más lo que nos une que lo que nos distingue. La cercanía entre PP y Ciudadanos es evidente: se refleja ya en los pactos de gobierno y en la acción política. Y yo creo que se irá acentuando. No hay suficientes diferencias entre Ciudadanos y PP para justificar la fragmentación que se ha producido.

—Si hubiera repetición de elecciones, ¿puede haber una coalición «España suma», o es pronto para llegar ahí?

—¿Por qué pronto? ¿De qué dependen estas operaciones? De la voluntad política. De la responsabilidad. De la gravedad que concedamos a los desafíos españoles. Y son graves. Otra cosa es que la política no discurre siempre por los cauces lógicos y racionales.

—¿En qué se parece este PP de Casado al de Rajoy?

—En cosas relevantes. La eficacia y la institucionalidad, por ejemplo. El PP de Rajoy sacó a España de una de las más graves crisis económicas de la democracia y afrontó con éxito el desafío de la sucesión de la Corona. La mayor diferencia es su actitud ante el desafío nacionalista. Y eso explica mi vuelta.

—Salió del PP por su respuesta frente al desafío independentista, pero no menciona la corrupción.

—Las causas del desafecto hacia el PP son múltiples. En mi caso, la decisiva fue el abandono de los constitucionalistas catalanes.

—Aguirre y Cifuentes pueden ser imputadas. ¿La sombra de la corrupción sigue castigando al PP?

—En ese «pueden ser» cabe uno de los pilares básicos de un sistema democrático: la presunción de inocencia.

—Casado siempre dice que el PP debe estar orgulloso del legado de sus predecesores. ¿Lo comparte?

—El orgullo no funciona en bloque. Pero sí puedo decir que admiro lo muchísimo que ha hecho el PP por España. Ha sido la fuerza que más libertad política y económica ha logrado para España bajo la democracia. No es poca cosa, como diría Rajoy.

—¿El PP debe mirar más a la etapa de Rajoy o a la de Aznar?

—Esta discusión sobre papá y mamá… Si lo que busca es un titular fácil se lo doy: Cayetana se identifica más con Aznar que con Rajoy. Yo me fui del PP de Rajoy y he vuelto al PP de Pablo Casado. Y ahora que lo pienso ni siquiera estuve en el PP de Aznar. Entonces era periodista. Pero vaya. El PP a quien tiene que mirar es a los españoles.

—Ha dicho que su oposición no va a ser histérica. ¿Ve histérico a algún partido?

—Creo que Ciudadanos corre el riesgo de que algunas de sus formas parlamentarias deriven en la histeria. Es un riesgo elevado en tiempos de polarización y competencia.

—¿Cómo va a ser su oposición para hacerse ver ante tanta competencia en el mismo espacio?

—Cuando se dicen cosas desagradables, e inevitablemente se tendrán que decir porque lo que está ocurriendo en España no es agradable, es especialmente importante mantener las formas. Me lo decía mi madre de pequeña: las formas perfeccionan la verdad. Nuestra oposición va a ser indómita y racional, vamos a hacer una política basada en la evidencia. En los hechos. Además, vamos a cambiar el discurso parlamentario, que no puede ser una concatenación de tuits, eslóganes y consignas de manual. Y algo más: yo creo en la libertad del parlamentario. No somos una secta. Esto no significa que nuestro grupo vaya a ser una jaula de grillos. Pero la unidad de acción, que es imprescindible, debe ser la consecuencia de un debate previo. La discrepancia no será nunca más sinónimo de disidencia.

—¿Le preocupa el auge de Vox y que haya tenido oxígeno con los pactos?

—Creo que Vox ha tocado techo. Se benefició de una cierta efervescencia. Y también de la frivolidad: invocaron soluciones mágicas a problemas complejos. Y eso suena bien. Gusta. Pero la propia política y el principio de la realidad ya han empezado a operar. Muchos ciudadanos que se marcharon a Vox por enfado con el PP ya están regresando. Y yo creo que muchos más lo harán.

—¿Y por qué motivo iban a regresar al PP si se fueron por desencanto?

—Porque vamos a intentar hacer las cosas muy bien para recuperar su confianza. Yo respeto la inteligencia de los ciudadanos. Creo que sí quieren que les tratemos como adultos y les digamos la verdad. Y eso vamos a hacer.

—¿Para usted Vox está en la extrema derecha, como dijo el líder del PP?

—Vox es un partido nacionalista y a mí el nacionalismo no me gusta. Y es un partido con tendencia a la ficción y a mí las ficciones en política tampoco me gustan. No quiero que me cuenten milongas ni me gusta contarlas. Anunciar la derogación del sistema autonómico en un programa no me parece útil ni razonable ni serio.

—¿Se sintió decepcionada con el resultado electoral del PP, después de la ilusión que despertó Casado?

—Sí. Sentí decepción. Una gran frustración. Sé que, en parte, pagamos una factura que no nos correspondía, pero me sentí responsable.

—Hubo, también dentro del partido, quien lo atribuyó a un giro a la derecha del PP en las generales.

—Sí, hubo todo tipo de análisis sobre los resultados. Aun así, puedo hablar de mi experiencia en Barcelona. En mi campaña participaron Rosa Díez, Félix Ovejero, Fernando Savater, Albert Boadella, José María Fidalgo, Andrés Trapiello… referentes a los que nadie informado puede llamar de derechas. Conseguimos que muchas personas volvieran a votar al PP. Pero otra mucha no lo hizo. No logramos superar la desconfianza acumulada en los últimos años. Pero creo que, si persistimos en el mensaje de convicción constitucional, lo lograremos.

—¿Qué piensa de los recelos internos que despertó su nombramiento?

—No aspiro a concitar la unanimidad. Entiendo que mi forma de ser o de hablar pueda gustar más a unos que a otros. Es lógico. Por lo demás, trabajaré para ganarme el respeto, incluso el afecto, de mis compañeros.

—Los pactos del centro-derecha de las últimas semanas contrastan con el bloqueo de Sánchez. ¿Qué le ocurre al presidente en funciones?

—El PSOE es el primer factor de inestabilidad español. No hay Gobierno ni lo habrá. Gobierno entendido como un equipo coherente capaz de defender el interés general, impulsar reformas, hacer avanzar un país. La izquierda no tiene una mayoría social. Solamente puede formar Gobierno con una amalgama disolvente de nacionalistas, separatistas y fuerzas reaccionarias, contrarias al orden constitucional y a la estabilidad. Lo demás, espuma, mercancía puesta en circulación por los crecepelos de Moncloa. Ninguna de las opciones que presida Sánchez merece el nombre de Gobierno. Ni podrá actuar como tal. Una coalición Frankenstein podrá mantenerle en la Moncloa, cosido al sillón. Pero nada más. La gestión diaria será un calvario para él y una calamidad para España. Sánchez es sinónimo de bloqueo político, parón económico y degradación institucional.

—¿Ve preferible que Sánchez sea investido por fuerzas como los independentistas o Bildu o que se abstenga el PP?

—Fui a Navarra a ver con mis propios ojos la investidura de Chivite con el permiso de Bildu. Y lo dije ahí: esta es la abdicación del PSOE del consenso, no ya constitucional, sino ético español. Esa investidura convierte las apelaciones de Sánchez a la abstención del PP y Ciudadanos en una farsa.

—¿El problema es Sánchez o es el PSOE?

—Yo pregunto: ¿Qué ha dicho el señor Page sobre lo ocurrido en Navarra? ¿Qué han dicho los señores Lambán y Fernández Vara? Ese «otro PSOE» es el gamusino de la política española: todo el mundo lo busca, pero nunca aparece. Si existen socialistas contrarios a que se gobierne gracias a los herederos de ETA que tengan la valentía y la coherencia de decirlo públicamente. Si no, dejemos de alimentar ficciones: no existe otro PSOE que el que se ve.

—¿Ve recuperable esa deriva del PSOE para el consenso constitucional?

—Sí, muy difícil. Creo que la izquierda ha renunciado a la defensa de lo común y ha abrazado el todo vale. Es un drama.

—Le recuerdo que Maroto también habló con Bildu cuando fue alcalde de Vitoria.

—No comparto las declaraciones que en su día hizo mi compañero Javier Maroto sobre los pactos con Bildu. Es posible que ni las comparta él. Y ahora pregunto: ¿Usted se imagina a Javier Maroto o a cualquier dirigente del PP siendo investido con el aplauso y el apoyo de Bildu? Pues eso.

—Algunos socialistas lo comparan con Vox, que sí ha pactado con el PP.

—Esa comparación es infame. No hay una simetría entre Bildu y Vox. Vox no justifica el asesinato de nadie. Su líder no dice que existe un derecho a causar dolor. Es decir, a matar. Vox no es el partido heredero de una organización terrorista ni su líder fue condenado por pertenencia a banda armada. Bildu es todo eso y más.

—Como portavoz del PP va a tener que hablar con el resto de partidos. ¿También con Bildu?

—Yo no tengo nada que hablar con Bildu. Es un partido discutiblemente legal y decididamente inmoral.

—¿De quién se fía más, o menos, de Sánchez o de Iglesias?

—El señor Iglesias se ha vuelto un revolucionario de salón. O de chalé. El señor Sánchez es un hombre sin escrúpulos. No sé si hay alguien en el mundo que se fíe de él. Quizá la señora Calvo, pero tampoco lo tengo claro.

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