Banderas de España contra los insultos de cientos de radicales

ETA, derrotada, se rindió, pero su odio permanece aún en zonas de Navarra y el País Vasco. Ayer se vio en Alsasua

Rivera, Savater y la víctima de ETA Beatriz Sánchez Seco Efe

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El odio se palpó ayer con absoluta nitidez en Alsasua, la localidad navarra que hace dos años ocupó todas las portadas por la salvaje agresión sufrida por dos guardias civiles y sus parejas. Fue con motivo del acto de la fundación España Ciudadana en esa población. Más de medio millar individuos, algunos embozados para evitar ser reconocidos, intentaron reventar la convocatoria, en la que se defendía a la Guardia Civil y la Constitución. Simplemente eso. Hubo mucha tensión y por parte de los radicales insultos de la peor calaña, lanzamiento de piedras, mecheros y alguna botella, pero todo ello sin mayores consecuencias gracias al gran trabajo de los hombres y mujeres del Instituto Armado y de la Policía Foral.

Desde primeras horas de la mañana se veía que ayer no era un domingo cualquiera en esta población. Primero, por el amplio despliegue policial en la zona, y después también porque cuadrillas de jóvenes de aspecto radical comenzaban a juntarse en los pocos bares abiertos. Algunos, con el frío húmedo que calaba hasta los huesos, optaban por el clásico café; otros, que o bien seguían la juerga de la noche anterior o simplemente querían ponerse a tono, ya se aplicaban con la cerveza.

La convocatoria de los «antifascistas» era a las diez, junto al cementerio, a no más de 50 metros de la plaza de los Foros, en la que estaban citados los demócratas. Poco a poco, grupos de jóvenes y no tan jóvenes comenzaron a concentrarse, hasta que sobre las diez y media, una hora antes del comienzo del acto de España Ciudadana, comenzó una manifestación que apenas recorrió una calle por la prohibición de los policías forales de que continuaran adelante.

Lo cierto es que tampoco les supuso especial enojo, ya que a esas horas el cuerpo no estaba para mucha jarana y los clásicos gritos de «¡vosotros, fascistas, sois los terroristas!», «¡presoak kalera!» (presos a la calle) y de apoyo a los agresores de los guardias civiles que cumplen condena en prisión, sonaban con algo de desgana. Así las cosas, media hora después, en torno a las once, la «movilización» se desconvocó por los propios organizadores ... Para entonces sólo quedaban allí unas decenas de individuos.

Los hechos demostraron que aquello sólo había sido una primera toma de contacto , y que sin nadie a los que insultar -prensa «española» aparte, por supuesto-, lo mejor era guardar fuerzas para el momento estelar de la mañana. En efecto, en pequeños grupos los manifestantes se fueron uniendo a otros colectivos que ya esperaban a los «españoles» en la plaza del Ayuntamiento, a no más de diez metros de la de los Foros.

El carnicero «Zabarte»

Entre las banderas, alguna estelada; y entre los asistentes, un tipo que comienza a ser el perejil de todas estas salsas: el sanguinario etarra Josu Zabarte, el «carnicero de Mondragón» , asesino de 17 personas, de lo que jamás se ha arrepentido.

El despliegue mediático, además del policial, funcionó como vacuna para que se no produjeran incidentes. Los cabecillas de los concentrados advertían una y otra vez a sus vecinos -al parecer también se les unieron proetarras de otras localidades próximas- de que no provocaran altercados. «Los fascistas quieren esas imágenes para difundirlas y justificar sus ataques; no les demos ese regalo», explicaban a quienes veían más nerviosos.

No solo eso; para que nadie se desmandara algunos vecinos, ya maduros y con experiencia, ataviados con chalecos amarillos, montaron su propio cordón de seguridad entre las Fuerzas de Seguridad y sus correligionarios. Todo un detalle de «urbanidad».

Pasadas las once comenzaron a llegar, a pie, los asistentes al acto. La mayoría había venido en autobuses y otros en sus coches , pero todos tuvieron que aparcar a la entrada del pueblo para que los agentes pudieran garantizar la seguridad de los vehículos y de su salida hacia los puntos de origen. Recorrieron unos 200 metros, orgullosos con sus banderas de España, Navarra y la Unión Europea . En total, llegaron unas 1.500 personas.

La mayoría miraba a los radicales con desdén, pero no se molestaron en contestar los improperios. Apenas hubo unos vivas a España y a la Guardia Civil, sin mayor trascendencia. Solo una pequeña parte se enfrentó a ellos pero rápidamente eran conducidos por las Fuerzas de Seguridad a la plaza a través de una calle que se les había reservado como acceso.

Obviamente, los momentos de más tensión se vivieron con la llegada de los líderes. El primero fue el líder de VOX, Santiago Abascal, a quien acompañaba José Antonio Ortega Lara. Ambos hicieron también el recorrido a pie, rodeados de seguidores. Abascal tiene experiencia en estas lides -militó en el PP del País Vasco durante los años de plomo y ha sufrido innumerables acosos de los proetarras-, y se le notó. Ni se inmutó.

Crece la tensión

Pasadas las once y media fue el turno de Albert Rivera, Fernando Savater y responsables de la fundación, que sí llegaron hasta la plaza en coche. Volaron piedras, nueces y algún mechero que alcanzaron los vehículos, sin más trascendencia . Y por supuesto arreciaron los insultos, tanto a ellos como a las Fuerzas de Seguridad, que demostraron una vez más su temple al no hacer ni siquiera amago de reaccionar. «¡Guardia Civil, terrorista!» o «¡Sin pistola, no sois nada!», son algunas de las lindezas que tuvieron que soportar de tipos que les miraban pocos centímetros de la cara, con los ojos inyectados en sangre.

Pero los radicales tenían claro que el «show» debía continuar hasta que el último de los «invasores» abandonase Alsasua, y muy especialmente durante el acto. Los «pacíficos» ciudadanos concentrados decidieron entonces que lo más eficaz era tomar al asalto el campanario de la iglesia que hay junto a la Plaza de los Foros y comenzar a tañer las campanas con un frenesí conmovedor . Resultado: casi 20 minutos de «matraca» -desde las 11.38 exactamente- a la que tuvo que poner freno la Policía Foral tras ser alertada por los religiosos.

El propio párroco, Patxi Izco, tuvo que aclarar que nadie de la Iglesia tenía que ver con este «acto delictivo» y explicó que los radicales entraron en el templo sin ser vistos y se encerraron luego, por lo que fue necesaria la intervención de los agentes . Además, afirmó que en ningún caso esos sujetos representan a la mayoría del pueblo de Alsasua, que según él «desea vivir en paz y concordia».

Junto al tostón de las campanas durante el acto se oían también los gritos de los proetarras concentrados en el exterior, aunque lo cierto es que tampoco así consiguieron impedir el normal desarrollo del mismo. Curiosamente, en las paredes de detrás de la tribuna estaban dibujados los rostros de los agresores de los guardias civiles, a modo de homenaje.

Con el final de los discursos y el desalojo de los «españoles» de la plaza se vivieron los momentos más duros. De nuevo comenzaron a volar piedras y hasta alguna botella, y en un determinado momento pareció que los congregados intentaban romper el cordón policial. Fueron sólo unos segundos, pero también la única vez que la Guardia Civil adoptó posición de cargar. No fue necesario. Asistentes y responsables de la convocatoria pudieron salir en medio de algún intercambio de insultos -«¡con esa bandera, me limpio el culo!», gritaban desaforados los radicales-, pero sin consecuencias.

Vuelta a la «normalidad»

A la una de la tarde los bares del centro empezaban a abrir y los concentrados se dedicaban a visitarlos comentando la jugada. La mayoría silenciosa del pueblo también comenzaba a salir a la calle. El paisaje de Alsasua, alterado durante apenas hora y media, volvía a ser el de siempre, con el mismo ambiente denso provocado por los radicales independentistas y en el que parece normal algo que no lo es: que se considere héroes a los verdugos y torturadores y fascistas a las víctimas . La semilla del odio no ha desaparecido . Y cuesta creer que algún día vaya a hacerlo.

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