poster Vídeo
El concejal de Jaén en Común (JeC), Andrés Bódalo - EFE

Andrés Bódalo, el de la gorra

Héroe jornalero para unos, delincuente para otros, repudiado hasta por parte de su partido, lleva dos décadas de sindicalismo extremo en Jaén

Jaén Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace ya casi 20 años que Andés Bódalo (Jódar, 1973) se caló la gorra en la cabeza, que empezaba a despejarse de pelo pero que rebosaba revoluciones. Se la pone al revés, con la visera hacia el cuello. Y no es una gorra cualquiera. Es negra, con una estrella roja de cinco puntas que le queda sobre la frente. Un regalo «de un chaval». Él la lleva en homenaje al Che Guevara. «Un día me dije que llevaría la gorra mientras estuviera en este mundo», ha llegado a decir el líder sindicalista, ahora metido en política. En público sólo se la ha quitado en el banquillo de los acusados, donde acumula condenas por atentado, daños, contra los derechos de los trabajadores o lesiones.

Desde hoy cumplirá la condena en la cárcel después de que esta mañana la Policía Nacional hiciera efectiva su entrada en prisión. Llevaba la gorra para ocupar fincas, para asaltar supermercados, para enfrentarse a la Policía, para pedir pan y trabajo. Además de concejal, fue el candidato de Podemos en Jaén para las generales. Siempre polémico. La máxima dirigente de la formación en la provincia, Trinidad Ortega, se desmarcó de su campaña. El líder nacional de Podemos, Pablo Iglesias, tuvo que salir en su defensa y decir que se siente «orgulloso» de él. Héroe jornalero para unos, forajido y enemigo público para otros, no deja indiferente. Es Bódalo. El de la gorra.

Andrés Bódalo se crió en las cuevas de Jódar. Con 12.500 habitantes, es el pueblo con más cartones de paro agrario de Andalucía. El octavo de diez hermanos. Su padre era ‘marchenero’, siempre de pueblo en pueblo con un borrico y una bicicleta donde llevaba una piedra de afilar. Con un colchón y una manta, y la reata de chiquillos, recorrían los pueblos de Jaén y Granada. A la prole la dejaban muchas veces con familiares y amigos. En las cuevas. Cuando llegaba la aceituna, todos arreaban a un cortijo. La muerte de un hijo lo dejó tocado. Enfermó y murió con 59. La madre, octogenaria, aún se apunta a las marchas y a las protestas sindicales, tras una vida de jornalera.

En 1983, con diez años, se enganchó en una cuadrilla por primera vez. De aguador. «Tenías que estar a la altura, porque había más críos esperando trabajar y tus padres te decían que había que estar espabilado», recuerda en una entrevista concedida a la revista Rebelión. Hubo problemas para cobrar ese año. Llamaron a José Cabrero (sindicalista histórico de Santana y líder de IU en Jaén durante muchos años). El niño Andrés lo vio bajarse de un viejo coche rojo. Un tipo grande, con barba negra. Cabrero arregló las cosas. «Ahí fue donde yo tomé conciencia de que el sindicato era bueno y útil, donde supe lo que era conciencia de clase», explicó en Rebelión. Desde su primera juventud se enroló en el sindicato agrario. Siempre entre los más activos.

Con 17 años Bódalo se topó con otra de las personas más importantes de su vida: Rosi, su mujer. Se fugaron. Ella se quedó embarazada. Su luna de miel fue un viaje en un viejo 205 a Navarra, al espárrago. Una odisea. No hubo trabajo. Se volvieron. En Guadalajara se quedaron sin dinero y sin gasolina. Tuvieron que entrar a un banco, pedir por favor que les dejasen llamar a Jódar y esperar a que les ingresasen mil duros.

Después de su hija mayor, que ya tiene una niña e hizo a Andrés abuelo con 35 años, vinieron otra chica y un chico. A ellos les dedica ahora la mayor parte de su tiempo libre. La cara triste en la familia, otro suceso que lo marcó, fue la muerte trágica de su hermano mayor Miguel hace unos años.

De Jódar a Jáen

En Jódar la pareja no echaba ni un jornal. Así que hace una década larga se mudaron a Jaén. Bódalo ya era un personaje, habitual en los medios. Estaba en todas, entregado al sindicato. Y se vinculó a Izquierda Unida. Ahí conoció a otro de sus referentes: Francisco Javier Aguilera, histórico dirigente que llegó a ingresar en prisión en 2000 por hacer unas pintadas contra la guerra en la antigua Yugoslavia.

Desde los 90, Bódalo ha destacado en todas las movilizaciones de la izquierda jornalera, aunque eclipsado en los medios por líderes como Sánchez Gordillo o Cañamero. Se implicó hasta saltar la frontera de la ley. Comenzaron a caerle condenas. Primero un año de prisión por -como él mismo explica- «entrar a la Consejería de Cultura pidiendo tierra». Después, dos años más por estragos en un piquete durante la huelga general de 2002. Estuvo imputado por los asaltos a supermercados de 2102.

Tiene otra condena: una multa por agredir a un derechista durante unos altercados tras la conferencia de Sabino Cuadra en Jaén (él hacía de anfitrión). Y otra pena de tres años y medio de cárcel por pegarle a un concejal socialista en una protesta sindical en Jódar en 2012. Él siempre ha defendido que sus condenas son por luchar por los trabajadores.

Cuando fue detenido por la ocupación de la finca La Rueda dijo: «Nos dicen que somos de extrema izquierda y somos de la extrema necesidad. Es la pura verdad. Esa lucha nos está trayendo problemas individuales y familiares duros: multas, juicios y procesos». Lleva pagados más de 30.000 euros en multas y sanciones y tiene otros 10.500 aún pendientes. Parte de su sueldo de concejal (773 euros mensuales) está embargado.

La notoriedad le ha valido también para ir a Venezuela, a Francia, a Navarra, por toda España. Mantiene buenas relaciones con la izquierda radical vasca. En las pasadas catalanas, la CUP llegó a anunciarlo en un acto, pero no fue. Bódalo llega más allá del campo. Sus marchas jornaleras llegaron hasta el New York Times y al rey Juan Carlos el verano de 2012, el de los asaltos a los supermercados.

En política

En 2015 irrumpe en política. Con Jaén en Común (marca blanca de Podemos junto a otros colectivos), salió elegido concejal. Tomó posesión de su cargo prometiendo como sus compañeros acatar la Constitución «por imperativo legal» y añadió una coletilla. El dirigente del SAT, con camiseta del «Campamento Esperanza» (esa lucha le costó otra condena por una falta por ocupar la delegación de Vivienda de la Junta contra un deshaucio), anunció que luchará contra los desahucios y para dar voz a los invisibles.

Cuando Podemos convocó primarias para las generales, Bódalo se presentó. Varios candidatos más votados que él renunciaron. Le tocaba. La dirección nacional le dio muchas vueltas antes de confirmarlo. «Nunca ha robado, nunca ha actuado con violencia. Ha violado las leyes, eso es cierto, las mismas leyes que a veces pareciera que sirven para violar nuestros derechos elementales, nuestra dignidad de hombres y mujeres», ha dicho de él David Peñafuerte, miembro del Consejo Ciudadano de Podemos Andalucía. Es la misma tesis que ha defendido Pablo Iglesias para avalarlo. La que no comparten algunos de sus compañeros. Ahora Bódalo, el niño jornalero que dejaba la escuela para ir a la aceituna, al que sentaban en la fila de los torpes porque no tenía ni lápices en su estuche, el rudo jornalero fugitivo de la vara, que aspiró a dictar leyes el Congreso.

*Este texto fue publicado originalmente en el Diario Ideal en noviembre de 2015

Ver los comentarios