poster Vídeo
Juan Carlos Aguilar, en un momento de la vista oral - efe

El «falso shaolín», condenado a 38 años de cárcel por doble asesinato con alevosía

Juan Carlos Aguilar mató a Jenny Sofía Rebollo y Maureen Ada Otuya en Bilbao en 2013

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ya hay sentencia para el «falso shaolín». Juan Carlos Aguilar ha sido condenado a 38 años de cárcel por asesinar con alevosía a Jenny Sofía Rebollo, colombiana de 40 años, y a Maureen Ada Otuya, nigeriana de 29 años de edad, el 25 de mayo y el 2 de junio de 2013, respectivamente, tras recogerlas en su vehículo en la calle General Concha de Bilbao y llevarlas a su gimnasio.

Además, condena al acusado a unas indemnizaciones que suman 397.000 euros: para la familia Revollo, la indemnización es de 120.000 euros a Aimar Martínez Revollo -hijo de Jenny-, la misma cantidad a Santiago Revollo Turian -el padre- y 12.000 euros a Benicia Revollo, la madre. En el caso de Ada Otuya, deberá indemnizar con 120.000 euros a Godspower Otuya -el padre de la víctima- y con 25.000 euros a Frank-Onkeya Otuya -hermano-.

La condena rebaja en dos años la petición del fiscal, que solicitaba 40 años de prisión, ya que el magistrado-presidente Manuel Ayo ha tenido en cuenta el reconocimiento que hizo Aguilar de su culpabilidad en la primera jornada de la vista oral, así como la ausencia de antecedentes penales. La acusación soclitaba 45 años, por entender que se debía tener en cuenta el agravante del ensañamiento. El máximo de pena que puede cumplir Aguilar son 25 años de cárcel, de acuerdo con la legislación vigente.

Al tiempo, el juez destaca que «no hay ninguna señal de arrepentimiento» en el acusado y además los hechos son de «extraordinaria gravedad al causar la muerte a dos mujeres que no han tenido posibilidad de defenderse y se ha empleado una violencia inusual en la primera víctima, a la que ha llegado a descuartizar, y también en la segunda, a la que estranguló con un cordel».

El pasado 24 de abril el jurado popular, compuesto por cinco y hombres y cuatro mujeres, dio lectura al veredicto, en el que por unanimidad consideraban probado que Aguilar había asesinado con alevosía a sus dos víctimas. Sin embargo, determinaron, con siete votos a favor y dos en contra, que no se había acreditado el ensañamiento. Es decir, que hubiera infligido a Ada Otuya -el shaolín desmembró el cuerpo de Rebollo, por lo que era imposible determinarlo- un sufrimiento excesivo e inhumano.

Posible recurso

La duda, ahora, es si la acusación recurrirá la sentencia del juez. Tras conocerse el veredicto, los abogados, pese a mostrar su respeto a la decisión del jurado, no ocultaron la decepción que les había ocasionado el que no se apreciara el ensañamiento en el caso del asesinato de Maureen Ada Otuya.

«Estamos muy decepcionados, creemos que se ha probado el ensañamiento», manifestaba a la salida del Palacio de Justicia el abogado de la familia de Ada Otuya, José Miguel Fernández. Con gestio serio, precisaba: «Desde el respeto, no lo compartimos. Vamos a esperar a la sentencia para estudiar las posibilidades de recurso». Palabras casi idénticas a las de Maite Iturrate, abogada de la asociación Clara Campoamor. «Estamos un poco apenados pero mostramos todo nuestro respeto».

Añadía que agradecía la labor del jurado, especialmente porque «han estado bastante tiempo deliberando. Considero que han estado buscando esas pruebas». Por su parte, Jorge García Gasco, en representación de la familia de Rebollo, admitía que el veredicto del jurado era «un escenario harto posible». «No sé si ha sido una cuestión nuestra de no haberlo sabido explicar», lamentaba.

Juicio rápido

El juicio al «falso shaolín» fue más rápido de lo previsto inicialmente y duró tan solo una semana. Un factor resultó determinante: que Aguilar reconociera el primer día, el 17 de abril, en la primera jornada de la vista oral, que había asesinado a Rebollo y a Ada Otuya. Esto redujo sensiblemente la fase de aportación de pruebas. La clave, a partir de ese instante, consistió en acreditar el punto que el acusado y su defensa se insistían en rebatir: que se había ensañado con la mujer nigeriana. El fiscal también sostuvo que no se había dado esta circunstancia.

A lo largo de las cuatro jornadas de la vista oral, por la Audiencia Provincial de Vizcaya pasaron los ertzainas que detuvieron a Aguilar, la testigo que alertó de que una mujer -Ada Otuya- solicitaba ayuda, los médicos forenses que examinaron a las víctimas y peritos que recogieron fotografías y vídeos del acusado. Sus testimonios no lograron convencer al jurado, así como tampoco los alegatos de la acusación, que definieron al «shaolín» como un «depredador» y potencial asesino en serie que volvería a asesinar si tenía ocasión.

A lo largo de todo el juicio llamó la atención la actitud del acusado. Hierático, impasible, ajeno a lo que ocurría a su alrededor. A menudo, con los ojos cerrados, y frecuentemente con los dedos de las manos entrelazados como único gesto. Solo habló en la primera jornada, cuando a preguntas del fiscal respondió con monosílabos y una escueta frase: «Lo reconozco todo». Y rechazó, tras elevarse a definitivas las conclusiones, ejercer su derecho a la última palabra. En ningún momento, como subrayó el propio juez, mostró el menor atisbo de arrepentimiento.

Por delante, a la espera del posible recurso que intente ampliar la condena, una larga temporada en prisión.

Ver los comentarios