Pedro Sánchez, ayer, en su improvisada celebración en Ferraz Reuters
Víctor Ruiz de Almirón

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La debacle absoluta de Ciudadanos , la caída de Podemos y el pinchazo de Íñigo Errejón evitaron que Pedro Sánchez fuese etiquetado como el gran perdedor de la noche. Pero por su nivel de responsabilidad en esta repetición electoral , y por acudir a ella como presidente en ejercicio, el resultado del PSOE constituye un enorme fracaso sobre las previsiones iniciales. Además sitúan a Pedro Sánchez con una aritmética mucho más compleja para gobernar que tras el 28 de abril. Mantiene la dependencia de ERC para un pacto por la izquierda , pero ha perdido la baza del acuerdo por el centro con Ciudadanos.

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Con el 99,99% de los votos escrutados, el PSOE se quedó en 120 escaños y 6.752.439 votos. La pérdida de votos respecto a hace seis meses es de algo más de 700.000 votos. De un mapa completamente rojo en el mes de abril se pasa a uno con varias plazas lideradas por el PP, algunas victorias de Vox y el refuerzo de partidos localistas, nacionalistas e independentistas. Además los socialistas perdieron la mayoría absoluta en el Senado.

El PSOE perdió diputados en Cantabria, Navarra, Madrid, Baleares y Ceuta, mientras que ganaron asientos en Huesca y Huelva. En abril fue primera fuerza en escaños en 29 provincias y ahora lo ha sido en 18. El 28 de abril el PSOE logró 7.513.142 votos y 123 escaños, representando el 28,67 por ciento de los votos, y fue la fuerza más votada en 41 de las 52 circunscripciones del país. El presidente del Gobierno en funciones reclamó el pasado 17 de septiembre un respaldo más fuerte que legitimase su estrategia y forzar al resto de partidos a facilitar su investidura. «Les pediremos a los españoles que lo digan aún más claro el próximo 10 de noviembre», dijo Sánchez aquel día.

Una estrategia equivocada

Tras el parón estival, cuando la repetición electoral estaba ya como primera opción en el radar del PSOE, La Moncloa planteaba que Sánchez podría situarse por encima de los 140 diputados. La estrategia gubernamental confiaba en capitalizar en torno al PSOE a la denominada mayoría cautelosa. Se aferraban a la experiencia de la repetición electoral de 2016, cuando el voto útil favoreció al PP como primera fuerza. Pero ese planteamiento no se cumplió. Los gurús de La Moncloa preveían, y en eso sí acertaron, una fuerte caída de Ciudadanos , pero erraron en su ambición de ser ellos los que principalmente recuperaran esos votos. La mayoría cautelosa de la que hablaba Iván Redondo, jefe de gabinete del presidente del Gobierno, no eligió al PSOE. A él se apuntaba ya como principal responsable del fracaso de esta estrategia.

No se dan las condiciones en el PSOE que se reformuló tras las primarias de 2017 para que exista un cuestionamiento de la figura de Pedro Sánchez. Pero eso no enmascara el malestar creciente en una parte del partido por los malos resultados tras una repetición electoral que generaba miedos e incertidumbre en buena parte del partido. Habrá críticas, pero no más.

Aunque sí es muy posible que haya muchas voces que señalen inequívocamente el camino de un entendimiento con el PP. Pedro Sánchez tendrá que equilibrar entre ese pragmatismo y los anhelos de sus bases y los miembros más izquierdistas de su dirección. Con los resultados de ayer Pedro Sánchez y el PSOE han demostrado que en estos momentos tienen un techo. Que ni siquiera los llamamientos al voto útil y a la estabilidad, que deberían favorecer al partido de Gobierno, como sucedió con el PP en 2016, han funcionado.

Lo más evidente es que la estrategia de concentración del voto en torno al PSOE ha fracasado. El presidente puso voz y asumió esa estrategia. Pero el exceso de protagonismo de Iván Redondo, al que se le atribuían los grandes hitos de Sánchez, se vuelve ahora en su contra. Su papel interno queda lastrado tras esta estrategia fallida. Muchos en Ferraz estaban esperando el momento. Aunque algunas fuentes consultadas, habitualmente críticas con su estilo, apuntaban a que "hay que esperar" porque ahora es importante formar Gobierno.

Escenificación forzada

Durante toda la noche, en Ferraz se respiraba un ambiente alicaído y de frustración. Nadie presagiaba que hubiera nada que celebrar esa noche. Se hizo patente en el momento en el que el partido, al contrario que en abril, no preparó una estructura exterior en previsión de una gran celebración. Aunque eso no impidió que el partido organizase una fiesta privada para los suyos. Y cuando el escrutinio se acercaba al final sí se decidió por hacer una comparecencia en el exterior de la calle Ferraz. «Para reivindicar que somos la primera fuerza», explicaba. El ambiente exterior no tenía ninguna comparación ni en ánimo ni en cantidad respecto a la del mes de abril. Se improvisó una celebración para la que nadie tenía muchas ganas para no transmitir sensación de derrota.

Pese a que el retroceso de Unidas Podemos ha sido mayor en escaños, la posición negociadora de Pedro Sánchez queda ahora muy debilitada. Al término del recuento el presidente del Gobierno en funciones no tenía una suma fácil a su alcance para mantener el cargo. Es más, tiene menos opciones de pacto abiertas que en el mes de abril.

Las abstenciones del PP y Ciudadanos no bastan por sí solas para garantizar su investidura si el resto del hemiciclo vota en contra, y necesitaría apoyos explícitos. Por el otro lado, el pacto de izquierdas pierde fuerza. Con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón se quedan en 158 diputados frente a los 166 escaños que tenían en abril. Para llegar hasta los 176 de la mayoría absoluta tiene que empezar a sumar a BNG, PRC y Teruel Existe, con uno cada uno. Sumarían entonces 161. Si se añaden los 7 de PNV son 168. Incluso sumando, y es mucho sumar, los dos de los nacionalistas canarios la suma se queda en 170. A partir de ahí solo hay dos opciones hasta llegar a la absoluta. Y ambas tremendamente complicadas: o ERC o un desnortado Ciudadanos. Pese a su voluntad de desbloqueo, los naranjas tienen poco que ver con esa suma.

Una aritmética compleja tiene una posibilidad. Los 120 escaños del PSOE sumados a los 10 de Ciudadanos y los 2 de Navarra Suma tendría 132 votos a favor, que superaría a 130 en contra del resto del hemiciclo si se pudiese contar con la abstención de los 88 diputados del PP. Eso bastaría para una investidura en segunda vuelta.

«Hemos ganado, dejadnos gobernar», se coreaba en Ferraz. Y esa fue la esencia del discurso de Sánchez cuando compareció cerca de la medianoche. Hubo gritos aislados que decían «con Iglesias sí» , mientras que hubo brevemente algunos gritos de «con Casado no».

Sánchez, visiblemente incómodo, tuvo que pedir a los suyos que le dejasen hablar: «¿Me dejáis terminar? Os veo muy participativos a todos vosotros». El discurso del presidente no aportó ninguna solución, y Sánchez ni siquiera hizo alusión al empeoramiento de sus resultados: «El PSOE ha ganado por tercera vez este año las elecciones» , dijo.

A partir de ahí no aportó ninguna novedad, limitándose a volver a reclamar que faciliten su investidura. Apeló a la necesidad de «formar un Gobierno estable y hacer política en beneficio de la mayoría de españoles». El líder del PSOE reclamó al resto que actuaran «con responsabilidad y generosidad para desbloquear la situación política en España». Él prometió actuar también con generosidad y responsabilidad. Anticipó Sánchez que ese llamamiento es «a todos», salvo a aquellos «que se autoexcluyen de la convivencia y siembran el discurso del odio y la antidemocracia».

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