WALLY SANTANA

Taiwán vira al Sudeste Asiático para dejar de depender de China

El nuevo Gobierno de Taipéi intenta diversificar su economía, que está estancada

ENVIADO ESPECIAL A TAIPÉI Actualizado: Guardar
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Desde el final de la guerra civil china en 1949, la isla de Taiwán está separada del autoritario régimen de Pekín, que aspira a reunificarla. Con 23 millones de habitantes y una superficie algo menor que Extremadura, Taiwán es un país independiente «de facto» con su Gobierno elegido democráticamente y su propio Ejército, pero sólo es reconocido por 22 Estados y no está presente en organismos internacionales como la ONU. A pesar de esta división y de las reclamaciones de Pekín sobre su soberanía, la economía taiwanesa está tan ligada a la china que se ha vuelto peligrosamente dependiente del continente.

Con un PIB que ascendió el año pasado a 523.000 millones de dólares (480.000 millones de euros) y ocupó el puesto 22 del planeta, el 40% de sus exportaciones y el 75% de su inversión exterior tuvieron a China como destino.

Gracias a su fortaleza industrial, sobre todo en alta tecnología y maquinaria pesada, Taiwán es uno de los pocos países que tiene superávit comercial con la «fábrica global». Mientras las exportaciones taiwanesas a China alcanzaron en 2015 los 71.200 millones de dólares (65.300 millones de euros), sus importaciones del continente sumaron 44.200 millones de dólares (40.500 millones de euros).

Oficialmente, la inversión taiwanesa acumulada en China asciende a 161.300 millones de dólares (148.000 millones de euros), pero algunos cálculos la sitúan en el doble a través de paraísos fiscales como las Islas Vírgenes. Debido a las restricciones que impone el Gobierno de Taipéi, sobre todo en sectores sensibles como el de los semiconductores y chips para ordenadores, la inversión china acumulada en la isla apenas alcanza los 1.600 millones de dólares (1.470 millones de euros).

Dependencia de China

Con un millón de empresarios taiwaneses viviendo en el continente junto a sus familiares, China ha captado a numerosas compañías de la isla, que han trasladado su producción en busca de mano de obra barata y aprovechando las facilidades que entraña compartir el mismo idioma y la misma historia y cultura. Entre dichas firmas destaca Foxconn, la multinacional taiwanesa que cuenta con un millón de trabajadores en 13 fábricas de China, de donde salen todos los aparatos electrónicos de Apple, Sony, Dell, Hewlett-Packard, IBM, Toshiba y Motorola. Además de este gigante, los pequeños y medianos empresarios taiwaneses han implantado en el continente el modelo manufacturero que convirtiera a su país en uno de los «Tigres Asiáticos» junto a Hong Kong, Corea del Sur y Singapur.

«Como en otros países avanzados, los jóvenes sufren salarios bajos y la economía se ve afecta por la ralentización»

Entre 1950 y 2000, la economía taiwanesa creció a un ritmo medio del 8,2%, que luego se ralentizó al 3,8% entre 2000 y 2014. Pero los tiempos han cambiado y la isla, que goza de un alto nivel de vida y tiene un PIB per cápita de 22.317 dólares (20.469 euros), ha tocado el techo de su desarrollo, como le ocurre a otras naciones avanzadas en un mundo cada vez más globalizado y competitivo. En 2015, su economía sólo creció un 0,75% y este año ha pasado de la contracción del 0,29% del primer trimestre a la subida del 0,70% que registró el segundo, mientras que en el tercero se eleveó un 2,06%.

«Como en otros países avanzados, los jóvenes sufren salarios bajos y la economía taiwanesa se ve afectada por la ralentización de China, nuestro principal mercado», explica en un encuentro con periodistas extranjeros Kao Shien-quey, viceministra del Consejo Nacional de Desarrollo. Intentando romper su dependencia de China, el Gobierno taiwanés ha establecido la denominada «Política al Sur» para abrir mercados en el Sudeste Asiático, segundo destino de sus exportaciones e inversiones.

El objetivo es económico y político. Tras ocho años de acercamiento a China con el anterior Ejecutivo del Partido Nacionalista Kuomintang, que firmó una veintena de acuerdos comerciales con Pekín, en Taiwán ha cundido el miedo a una absorción por parte del continente. Impulsado además por el estancamiento de la economía, el Partido Democrático Progresista (PDP) ganó las elecciones de enero con un discurso soberanista que asusta en Pekín, que ha cortado sus comunicaciones con el nuevo Gobierno e intenta asfixiarlo económica y diplomáticamente.

Desde que la presidenta Tsai Ing-wen fue elegida, ha caído en un 20% el número de turistas procedentes de China, que el año pasado fueron 3,3 millones y supusieron el 40% del total que recibió Taiwán. Debido al enfriamiento de las relaciones en el Estrecho de Formosa, el régimen de Pekín utilizará su poder diplomático para torpedear la expansión internacional de Taiwán y, sobre todo, los acuerdos de libre comercio que quiere firmar en el Sudeste Asiático, Oceanía y Latinoamérica, donde ya ha rubricado este tipo de tratados con Singapur, Nueva Zelanda y cinco de sus aliados en América Central y el Caribe.

«Es importante mantener relaciones estables con China para llevar a cabo la Política al Sur y firmar acuerdos de libre comercio», reconoce Kao Shien-quey, quien advierte de la importancia que tiene para Taiwán entrar en la Alianza Transpacífica (TPPA) impulsada por Estados Unidos junto a otros países a ambas orillas de dicho océano. A su juicio, «la economía taiwanesa sufrirá un fuerte impacto si no entra en la segunda ronda de negociaciones del TPPA y sí lo hace Corea del Sur, que es nuestro principal competidor y tiene acuerdos de libre comercio con EE.UU., la UE y los países de Asia-Pacífico (APEC)».

En los 90, Taiwán intentó expandirse por el Sudeste Asiático, donde es uno de los principales inversores en Vietnam y Tailandia, pero sus empresarios se ubicaron finalmente en China, cuyos costes laborales están subiendo. Como bien resume el viceministro de Relaciones con el Continente, Chiu Chui-cheng, «diversificar la economía es una cuestión de supervivencia para Taiwán porque no podemos depender de los altibajos políticos con China».

Turismo

De los 300.000 turistas chinos que visitaron Taiwán en 2005 se pasó a 3,3 millones el año pasado, que supusieron el 40% del total, gracias al acercamiento propiciado por el Gobierno nacionalista del Kuomintang. Con el consiguiente impacto en la economía taiwanesa, el número de visitantes chinos ha caído un 20% este año, coincidiendo con la victoria en las elecciones de enero del Partido Democrático Progresista (PDP), cuyo discurso soberanista repele a Pekín. Intentando debilitar a la presidenta Tsai Ing-wen, el autoritario régimen chino restringe sus permisos para viajar a Taiwán y fomenta otros destinos.

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