Silencio cerrado en la sede de Oryzon tras anunciar que abandona Cataluña

Los empleados de la empresa de biotecnología rechazan valorar la mudanza a Madrid ante ABC en el polígono industrial de Cornellà de Llobregat

Sede de Oryzon en Cornellá de Llobregat JAIME GARCÍA
Luis P. Arechederra

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Los empleados de Oryzon -la empresa de biotecnología que ha anunciado su mudanza a Madrid- apresuraban ayer el paso al salir de la sede de la firma. Nadie paró . El silencio total, acompañado por un día de lluvia y nubes, se impuso entre los trabajadores y los directivos de la firma que desarrolla fármacos y terapias contra el cáncer.

Todos ellos rechazaron comentar la decisión de la primera cotizada que deja atrás su sede social de Cataluña, en el municipo de Cornellá de Llobregat, en Barcelona, donde nació en el año 2000 la empresa líder. Una decisión que llegó el martes por la noche, solo dos días después del referéndum ilegal , y antes de que el Gobierno de Carles Puigdemont proclame la independencia de forma unilateral.

Ninguno de los cinco empleados con los que trató de hablar ABC quiso expresar su opinión sobre la mudanza. «No quiero hablar, perdona», manifestó una empleada de la firma de biotecnología de camino a su vehículo, con mucha educación. Dos trabajadoras aceleraron su ritmo al llegar y se escabulleron por la entrada del edificio de ventanas plateadas, negando de espaldas con la cabeza. Solo uno expresó que «todo está tranquilo».

No había esteladas ni carteles ni ningún otro de los simbolos del secesionismo que abarrotan todavía los rincones de las calles de Barcelona; solo furgonetas que hacían recados y empleados en su mono de trabajo. Caía una lluvia fina pero constante en el polígono industrial de Cornellá de Llobregat, un municipio de unos 85.000 habitantes a nueve kilómetros de Barcelona, una zona industrial, de tradición obrera y vía comercial de paso.

Algunos empleados de Oryzon , y de las demás oficinas y fábricas del polígino, salieron a almorzar al restaurante situado a escasos metros. Los camareros conocían la noticia, pero ignoraban la sensación de los 35 empleados de la firma de biotecnología, clientes habituales del lugar.

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