Señal de alarma
De nuevo la Administración, en vez de actuar impulsando la apertura exterior, como se hizo desde Ullastres y, más recientemente, desde los gobiernos de Aznar y Rajoy, de nuevo se busca la solución con incrementos de la demanda interna
JUAN VELARDE
Los que hemos sido alumnos de Perpiñá Grau , de Manuel de Torres y los que mucho hemos aprendido en la línea de investigaciones de las relaciones exteriores de España, que va de Manuel Varela a actualmente Jaime Requeijo, bien sabemos que los fuertes desarrollos de nuestra economía desde 1959 a 2017 se deben a su apertura.
El índice de apertura (porcentaje en el PIB de la suma de las importaciones y exportaciones), como acaba de señalarse en «¿Final obligado de la economía española? El papel de la política económica», del Círculo de Opinión, noviembre de 2018, p asó del 5% en 1995 (Felipe González) a nada menos que el 65% en 2017, último año completo de Rajoy. Lo que crea alarma es que esto, desde este año, y de manera clarísima desde el verano, o sea desde la Administración Sánchez, ha cambiado. En exportaciones, que en 2017 habían crecido un 5,6%, se prevé que lo hagan en un 4,8%. Caixa Bank Research, en su informe mensual de octubre señala con claridad que «la contribución del sector exterior del crecimiento será cercano a cero, al verse lastrado el avance de las exportaciones por el menor vigor de la eurozona y mantener unas importaciones carísimas de la mano de la demanda interna».
Y la cuestión está ahí. De nuevo la Administración, en vez de actuar impulsando la apertura exterior, como se hizo desde Ullastres y, más recientemente, desde las administraciones de Aznar y Rajoy , de nuevo se busca la solución con incrementos de la demanda interna a través de dos frentes: el mantenimiento de un fuerte déficit del sector público y con fuertes subidas salariales , a más de y amenaza de rigideces en el mercado laboral. Cabalmente lo que hizo Felipe González, imitando a Miterrand; importando así la crisis que este pasó a soportar: le imitó Zapatero, quien creó la crisis mayor de nuestra economía posterior a la Guerra Civil.
En esta ocasión se suma a estas crisis anteriores las automáticamente derivadas, con los acuerdos con los partidos separatistas y populistas, más una evidente inestabilidad política -ruptura del mercado interior y empeoramiento de las perspectivas empresariales- y con ello, ¿qué se ve?. Lo que por seguir ese camino pronosticó Friedman en 1968, desde la Escuela de Chicago, y Fuentes Quintana utilizó para sacar adelante los Pactos de La Moncloa. Las cifras señaladas más arriba proporcionan una evidente señal de mucha alarma.
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