Salsas con aceite de colza y magdalenas con grasa de palma: revolución en el súper por la falta de girasol

Los fabricantes españoles reformulan los ingredientes de sus productos y las etiquetas por la falta de materias primas y por unos costes disparados debido a la guerra de Ucrania

El conflicto bélico en suelo europeo ha frenado en seco la llegada de aceite de girasol. ABC
Teresa Sánchez Vicente

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Mayonesa con aceite de soja, salsas elaboradas con grasa de nabina o colza, conservas con más aceite de oliva o magdalenas que vuelven a incorporar grasa de palma. La industria alimentaria se lanza a reformular ingredientes y a sustituir el aceite de girasol por otros más accesibles debido a la crisis de materias primas y alimentaria que ha propiciado la guerra en Ucrania . Los consumidores se encuentran ya en el supermercado con un cambio de etiquetas de algunas referencias, algo que es legal siempre y cuando se indique en el listado de ingredientes.

El conflicto bélico en suelo europeo frenó en seco la llegada de aceite de girasol a nuestro país. La dependencia de las importaciones que venían de Ucrania era muy elevada, ya que antes de que comenzara la guerra, España recibía más del 60% del aceite de girasol de esta zona. Las industrias que elaboran aperitivos, dulces o conservas siguen tirando de excedentes o reservas, pero ya empiezan a probar con nuevos ingredientes que otorguen la misma consistencia y palatabilidad a sus productos.

En consecuencia, las etiquetas de los alimentos empiezan a sufrir cambios que no pasan desapercibidos para los consumidores cuando hacen la compra en el súper. En su página web, Consum informa de forma expresa sobre la reformulación de ingredientes de algunas referencias. «La crisis en Ucrania está provocando una falta generalizada de algunas materias primas como el aceite de semillas/girasol. Para poder seguir ofreciendo nuestros productos con normalidad, algunos de nuestros proveedores de marca Consum han incorporado a la formulación de sus productos otros aceites ya conocidos y utilizados anteriormente, como el aceite de oliva, soja, palma o nabina », reza el texto dirigido a los clientes de la cadena. Asimismo, Consum se compromete a recuperar la formulación anterior de los productos en cuanto la situación comercial en el ámbito internacional lo permita.

Entre otros sustitutivos grasos, el aceite de nabina o el de colza cotiza al alza entre los fabricantes a la hora de sustituir al líquido que llegaba desde Ucrania. A pesar de su mala fama en España por el escándalo acontecido por la manipulación y adición de sustancias tóxicas a este producto en la década de los ochenta, desde la organización de consumidores OCU recuerdan que se trata de «un aceite refinado de semillas que tiene una composición de ácidos grasos muy similar a la del aceite de oliva». Además, el de colza es un aceite muy valorado que se usa con mucha frecuencia en el resto de Europa , donde su reputación no está tan dañada como en nuestro país.

También lo admitió el fabricante Unilever hace unas semanas al comunicar que en algunas de sus mayonesas se había cambiado el aceite de girasol por el de soja. Al respecto, Ana Palencia, directora de Comunicación y Sostenibilidad de Unilever, cuenta que «la falta de abastecimiento de aceite de girasol ha supuesto la búsqueda de alternativas» para algunos productos de la marca.

En Unilever se declaran preocupados por la posibilidad de que la inflación ponga en jaque el consumo . «Es posible que durante el segundo semestre del año se produzca una disminución de la demanda de algunos productos que no son de primera necesidad como consecuencia de la menos renta disponible por parte de los consumidores», advierte Palencia.

Incertidumbre

La gran pregunta que se hacen los conserveros de pescado y marisco es qué pasará en septiembre tanto con la guerra como con los planes de contingencia previstos. En la Asociación Nacional de Fabricantes de Conservas de Pescados (Anfaco-Cecopesca) explican que la industria busca nuevos orígenes para traer aceite de girasol, como Malasia o Sudáfrica, entre otras soluciones. Roberto Alonso, portavoz de Anfaco-Cecopesca, relata que en últimos meses han salvado la producción que llega a las tiendas gracias a una mayor utilización de aceite de oliva en las latas, así como a las reservas o excedentes de girasol que quedaban. «Estamos expectantes para ver qué ocurre después del verano», enfatiza Alonso.

Asimismo, hay fabricantes de conservas que se preparan para un escenario de mayor escasez en los próximos meses y que se han lanzado a realizar pruebas y reformulaciones con aceite de soja . «Lo más importante es garantizar tanto la calidad como la seguridad alimentaria a los consumidores», añade el mismo portavoz.

El responsable de Seguridad Alimentaria y Calidad de Aecoc, Xavier Pera, aclara que encontrar una grasa alternativa y que el producto conserve todas sus propiedades organolépticas de sabor, aroma y textura no es sencillo. «Ante esta situación algunas empresas ya han cambiado la formulación de sus productos y otras lo harán en caso de que vean compometido el suministro de aceite», avisa Pera. «Las empresas están buscando las mejores alternativas en cada caso, ya que las características de los aceites no son iguales», apostilla el responsable de Aecoc.

Los fabricantes de dulces hablan de «una situación crítica en la que es difícil dar con una solución única». En medio de esta tormenta perfecta de costes desbocados y de escasez de materias primas, las compañías buscan alternativas que pueden ir desde la recuperación de antiguas fórmulas hasta el desarrollo de nuevas recetas . Así, desde la asociación Produlce señalan que se trata de «una labor verdaderamente complicada», ya que las características organolépticas y generales de estos productos han de ser modificadas «lo mínimo posible» para garantizar que continúan encajando en los gustos del consumidor.

En este escenario de escasez, la industria alimentaria pide a Bruselas mayor rapidez en las decisiones para evitar riesgos en las empresas del sector. «No podemos generalizar sobre qué aceites concretos se están usando porque cada compañía hace análisis internos según la composición de su producto y toma sus decisiones, información que viene recogida en el etiquetado», aseguran desde la Asociación de Snacks.

Precisamente, el etiquetado supone una dificultad añadida. Fuentes de Produlce critican que la flexibilización que ha propuesto España no se ajusta verdaderamente a la realidad productiva de nuestro país. «Las autoridades españolas de las más estrictas ya que, en muchos casos, las soluciones de etiquetado planteadas son, directamente, inaplicables . Esta diversidad de posicionamiento por parte de los Estados miembro de la Unión Europea, sitúa a nuestras compañías en una posición de desventaja competitiva», especifican desde Produlce.

Pera, de Aecoc, coincide con los portavoces de Produlce en la dificultad que supone la actualización de etiquetas que aportan información al consumidor «en un contexto tan incierto e inestable». «El problema es que las medidas no están armonizadas en la UE y eso puede interferir en la libre circulación de mercancias», zanja.

Pero, el problema no es solo de falta de aceite o de trigo, también se suman las presiones inflacionistas por el aumento del coste de los alimentos, de la electricidad y de los carburantes. Con este telón de fondo, los fabricantes agudizan la imaginación para que salgan las cuentas y sustituyen lo ingredientes de los productos por otros más baratos. De este modo, las marcas no reducen el volumen de ventas y el consumidor no nota el encarecimiento de la cesta de la compra.

Aquí entrarían casos en los que el aceite de girasol o de oliva se sustituye por otra grasa más barata o los helados que se empiezan a denominar como postres congelados al suprimir la leche o la nata. También hay embutidos a los que se le rebaja la cantidad de carne y se sustituye esta por almidón, gelatina o, incluso, agua.

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