La puerta grande que Saracho prometió a sus empleados fue la de atrás

Cada año miles de empresas se venden o emprenden una fusión, en la que los peor parados, siempre, son los empleados

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María Jesús Pérez

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La cara menos amable de toda fusión o compra es, evidentemente, los despidos posteriores que cualquiera de estas operaciones conlleva. Y en España no estamos exentos de haberlos sufrido año tras año con mayor cadencia desde que estallara la crisis, donde los ERE (Expedientes de Regulación de Empleo), se han hecho dueños del mercado laboral.

Claro está que siempre se repite la misma historia. Cada año miles de empresas se venden o emprenden una fusión , en la que los peor parados, siempre, son los empleados –por cierto, más los trabajadores, digamos, de base que directivos¬–. Y si bien en los medios, al final, se habla de las ventajas de estas operaciones en términos de cifras de negocio para la empresa resultante, para sus trabajadores se abre un proceso de incertidumbre con solo dos posibles finales: perder el puesto de trabajo o comenzar una etapa con nuevos jefes y compañeros y nuevas condiciones laborales.

La fase más dura es la del reajuste de plantilla, prácticamente inevitable tras una fusión ya que muchos puestos resultan duplicados , especialmente en los departamentos o servicios centrales. Además, como las fusiones no suelen darse entre empresas iguales, sino que suele haber una que ejerce como caballo ganador, suele primar la permanencia de los propios equipos de esta en lugar de hacer una valoración objetiva para ver qué trabajadores son más válidos, vengan de la empresa que vengan.

Una situación que hoy en día viven de primera mano algunas de nuestras grandes empresas. Y de nuestros bancos bancos, sector que se está quedando reducido, en número –no en tamano–, a la mínima expresión. De hecho, en esas están en Banco Popular . O lo que queda de él ya en las tripas de Banco Santander. Una consecuencia que, por cierto, se veía venir desde el minuto uno tras su intervención en la madrugada del 6 al 7 de junio de 2017. Al fin y al cabo el caballo ganador es Santander, no Popular. A pesar de que su entonces presidente, Emilio Saracho , se esforzaba en explicar esa misma mañana del 7 a todos sus empleados, en una entrevista interna del banco –a la que ha tenido acceso ABC– con su director de comunicación, Antonio Sanjosé, las veleidades de la compra de la entidad, por un euro, por parte de la presidida por Ana Botín.

En sus respuestas, Saracho no dudaba en ensalzar la buena suerte que correría la plantilla y sus clientes al pasar a formar parte del Santander:

–Sanjosé: ¿Qué significa, Sr. Saracho, para el banco y para sus empleados pertenecer a partir de hoy a otro grupo bancario como el Santander?

–Saracho: «... El Popular se incorpora a un banco que tiene un camino claro, que tiene un liderazgo muy claro también y que tiene identificado específicamente porqué el Popular. Es muy importante que esto entendáis que no es solamente un accidente, es una oportunidad».

Y continúa vendiendo las ventajas de pertenecer a un banco «enorme, que tiene una capitalización bursátil de cerca de 80.000 millones de euros, donde están a tentos a los detalles»:

–Saracho: «...a medio plazo –yo lo diría por toda la gente del Popular– lo que ofrece es oportunidades que simplemente no estaban –las oportunidades de carrera, oportunidades de desarrollo personal– y donde yo tengo la absoluta certeza que la gente del Popular, que yo he conocido en estos meses, tiene la madera para tener un éxito absoluto en el Banco Popular [nota transcriptora: ¿debería ser Banco Santander?]... Así que hay que mirar esto como oportunidad , no como que se cierra una puerta. Se cierra una puerta y se abre una puerta aún mayor. Eso es como tenemos que mirarlo».

Sí. Efectivamente. A Saracho no le faltaba razón. Porque a muchos de los empleados del Popular, tras su integración en Santander, se les ha abierto una puerta aún mayor: la de la salida. Esa que les lleva directos a su casa, tras pasar previamente por las antiguas «colas del paro del INEM». Una oportunidad en forma de ERE, porque el 70% de los despidos han salido de sus filas. Una plantilla que se ha visto reducida en 769 personas, de las 1.100 salidas previstas. ¿El reto? Conseguido. Era reducir una plantilla integrada por 10.600 empleados del Popular y unos 23.000 de Santander España .

–Sanjosé:_«¿Qué último mensaje dejas a los trabajadores del Popular?»

–Saracho: «Si son como han sido durante los meses que yo he estado, en los peores momentos, si son solamente la mitad de profesionales , tienen un futuro en el Santander que ni se lo imaginan. Son gente de hierro. Eso es todo».

–Sanjosé: «Muchas gracias y mucha suerte. Madre mía de mi alma».

Tal cual (sic). Los empleados de Popular ni se lo imaginaban. ¿O sí? Una compra es una compra. Y, el caballo ganador, era Santander. No Popular.

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