Keynes: el gran economista, hombre polivalente

Economista británico (1883-1946)

Imagen del barón Keynes en 1940 ABC
Luis Ventoso

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Aunque sus recetas más prácticas y coyunturales ya han envejecido, John Maynard Keynes (Cambridge, 1883-Firle, Sussex, 1946) forma parte del podio de los mejores economistas. Pero el desgarbado inglés de los ojillos chispeantes, bigotón rubio, cuerpo deslavazado, labios gruesos e inteligencia maravillosa no se agota ahí. El paciente marido de Virginia Woolf resumió así a su amigo del grupo de Bloomsbury: «Keynes fue un funcionario , un especulador , un hombre de negocios, periodista, escritor, granjero, marchante de pintura, estadista, manager teatral, coleccionista de libros y media docena de cosas más».

En 1934, «Blanco y Negro» publicaba los consejos del economista británico al presidente Roosevelt.

Buen intento de semblanza . Pero incompleto. Se trataba además de un conversador amenísimo, por su capacidad de escuchar y por sus certeros aforismos. Se arruinó dos veces y salvó las arcas británicas de la quiebra otras tantas . En su colección de arte guardaba obras de Cézanne, Picasso, Modigliani, Braque... y por supuesto de Degas, pues aprovechando los avatares de la guerra convenció al ministro del Tesoro británico a fin de que adquiriese para el Reino Unido parte de la colección almacenada en el estudio parisino del pintor. La facilidad, el brillo de su cerebro, apabulló a eminencias de la época, como el matemático y filósofo Bertrand Russell : «Keynes tenía la mente más clara y aguda que yo haya conocido. Cuando discutía con él pocas veces acababa sintiéndome algo diferente a un estúpido».

Curiosamente, y en contra de lo que cree a veces, lo que nunca fue Keynes es socialista. Solo se movilizó políticamente a favor del Partido Liberal y albergaba mala opinión sobre el laborismo: «En el Partido Laborista casi siempre deciden aquellos que no saben de qué están hablando» , se mofaba. En otra cita añadió una observación que incluso serviría para lo que se vislumbra en la España actual: «Es un partido que desprecia las instituciones existentes y que cree que con solo suprimirlas surgirá el bien». Keynes, un alto burgués de gustos exquisitos , jamás pretendió acabar con el capitalismo, sino utilizar la palanca del Estado para engrasar su maquinaria y así mejorarlo y salvarlo. Buscaba animar el pulso de la economía en sus fases recesivas mediante la inversión pública, apremio recogido en una de sus frases más conocidas: «A largo plazo todos estaremos muertos». Su desprecio del marxismo era absoluto: «¿Cómo una doctrina tan ilógica y tan torpe puede haber ejercido una influencia tan poderosa sobre la mente de los hombres?».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación