La industria del libro de texto se enfrenta a su examen más difícil

Las diferentes leyes autonómicas y la falta de actualización de los contenidos lastran el sector

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Comprar los libros de texto para comenzar el curso escolar ya no es como antes. Se pueden adquirir de segunda mano en plataformas digitales, o nuevos en grandes marketplace online, o a través de alguno de los programas de gratuidad o de ayuda a las familias que las comunidades autónomas han puesto en marcha (bancos de libros, préstamos, cheques...). Ya incluso ocurre que alguna asignatura o materia no necesita el libro de papel en cuestión, sino uno digital o se cambia a una nueva metodología que no utiliza ni uno ni otro sino diferentes recursos. Todos esos nuevos factores están contribuyendo a que la industria del libro de texto no pase por su mejor momento.

Sólo hay que echar un vistazo a la evolución de la facturación de este sector para darse cuenta de su situación: en 2008 las ventas alcanzaron los 898 millones de euros, y diez años después bajan a 793 millones. Y eso que ahora hay unos 600.00 alumnos más.

Muchas cosas han cambiado en la última década. Se trata de una industria muy sensible a los cambios legislativos. Y la actual incertidumbre política y el exceso de leyes educativas en las comunidades autónomas (1.820 normas, órdenes, decretos... en diez años) genera una gran inseguridad en estos negocios. Las editoriales no pueden hacer su planificación empresarial y una buena estimación de la demanda de libros de texto, como explica José Moyano, presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros de Texto y Material de Enseñanza (Anele): «Por ejemplo, si está previsto cambiar de libros en una comunidad y esta luego cambia de gobierno, puede ser que ese nuevo ejecutivo decida no renovar, varíe los presupuestos, las ayudas... Eso genera mucha incertidumbre», se queja. Y es que están en riesgo fuertes inversiones: «Elaborar los libros de texto, el proyecto en sí, de una materia durante un curso cuesta entre 200.000 y 300.000 euros. No solo se trata de imprimir el libro, sino de contratar a los autores, ordenarlo curricularmente con otras materias y cursos...», explica Moyano. Además, comenta, el libro de texto de hoy ha cambiado mucho, no solo en su diseño, más visual, sino que ya va acompañado de otras herramientas: recursos digitales específicos, materiales manipulables, lecturas, guías del profesor...

Nuevos cada cuatro años

Por otro lado, la existencia 17 sistemas educativos distintos tampoco beneficia a los editores que se ven obligados a «dividir y multiplicar su oferta, con ediciones cada vez más limitadas al territorio y el consiguiente encarecimiento de los costes», reza en el informe «La edición de libros de texto. Curso 2019-2020», elaborado por Anele.

Este documento señala otro de los grandes daños: la no renovación de los libros, estipulada cada cuatro años. «Los libros tienen que ser actualizados, hay que revisar sus contenidos, incorporar nuevos criterios científicos... Pero en la práctica se está haciendo cada cinco, seis o incluso más años. Sólo cumple Andalucía», denuncia el presidente de Anele. Los nuevos hábitos del consumidor también tienen mucho que ver a la hora de explicar la realidad de la industria del libro de texto. En este caso, el mercado de segunda mano se ha disparado en España, como anunciaba recientemente el portal Milanuncios, que registró un aumento de 142% en la compra de libros de texto durante el pasado verano. Todo parece indicar que este año seguirá la misma tendencia.

Los grandes marketplaces digitales también están cambiando este mercado. Una encuesta reciente de Amazon.es concluía que más del 71% de las familias españolas recurre a la compra online para la vuelta al cole, un 24% que en 2017. Lo hacen para evitar visitar varias tienda y por las posibles demoras en la entrega de material.

Lo que también comienza a notar esta industria son los efectos de nuevas metodologías que prescinden del libro de toda la vida y un cambio tecnológico. «Ahora muchos niños ya usan tablet y libros digitales, esto sí que va en aumento», afirma Lydia Estremera, CEO de Carlin, una empresa que cuenta ya con 540 papelerías físicas. «Las familias cada vez más es comprar el material escolar en las papelerías. El precio, la atención personalizada, comprar lo necesario y no en lotes, poder probar el producto... son ventajas que ofrece la tienda física», defiende la CEO.

Distintos modelos de ayuda

Uno de los programas de ayuda a las familias para adquirir libros y material escolar que tiene más aceptación en el sector es el modelo andaluz. Con el conocido «cheque-libro» nadie pierde, ni familias, ni editores, ni distribuidores, ni librerías. Estas últimas son el otro gran gremio perjudicado por la situación de la industria del libro de texto. En este caso «la Junta entrega a cada familia un cheque por un importe máximo para comprar el lote que le corresponde a cada alumno de educación obligatoria. Los padres eligen donde comprar los libros con ese cheque. Y muchos lo hacen en las librerías», explica Juan García, de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). Sin embargo, otros modelos hacen un flaco favor, según se quejan las asociaciones. «En Madrid, por ejemplo, este año se ha puesto en marcha el Programa Accede: se préstan libros que son devueltos al finalizar el curso para ser reutilizados por otros alumnos. Esta vez los libros han sido comprados por los colegios al mejor postor, en un concurso de editoriales y grandes marketplace, donde difícilmente podían competir las librerías», cuenta Pablo Bonet, secretario general del Gremio Libreros de Madrid. De ahí, que este año se espera que muchas echen el cierre.

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