La guerra comercial se acentúa: Trump amenaza con subir tarifas a la importación de coches europeos

La Unión Europea insinuó una represalia a empresas estadounidense por el aumento de tarifas al acero y al aluminio y la respuesta de Trump es atacar al susector automovilístico.

JAVIER ANSORENA

Donald Trump aseguró el pasado viernes que “las guerras comerciales son buenas” y que son “fáciles de ganar”. Ambas afirmaciones son discutibles; lo que está fuera de duda es que las hostilidades han comenzado. El sábado, el presidente de EE.UU. lanzó el último ataque de esta contienda, que todavía es solo dialéctica. Trump amenazó con “aplicar un impuesto” a los coches de la Unión Europea “que entran libremente en EE.UU . Hacen imposible que nuestros coches (y más cosas) se vendan allí”. En 2016, las marcas europeas, principalmente las alemanas, exportaron 1,2 millones de coches a EE.UU., aunque también dan empleo a 33.000 trabajadores en sus plantas en EE.UU. y a otros 77.000 de proveedores.

Era la reacción de Trump a la afirmación por parte del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, de que la Unión Europea podría subir tarifas a productos significativos de EE.UU. como las motos Harley-Davidson, los vaqueros Levi Strauss o el ‘bourbon’, el licor estadounidense más famoso. Quizá el señalamiento de esas importaciones no fuera casual: Harley-Davidson tiene su sede en Wisconsin, de donde procede Paul Ryan, el republicano que preside la Cámara de Representantes; Levi Strauss es del distrito de California de Nancy Pelosi, la líder demócrata en la cámara baja; y el ‘bourbon’ se produce en Kentucky, el estado del líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.

Juncker amenazaba con esas medidas después de que Trump lanzara la semana pasada la mayor ofensiva proteccionista desde su llegada a la Casa Blanca. Lo hacía de manera intempestiva, quizá para desviar la atención sobre la última sacudida política de su Administración, la salida de su directora de comunicación, Hope Hicks. El anuncio sobre política comercial estaba pensado para esta semana, pero Trump se adelantó y anunció que EE.UU. impondría un arancel del 25% a las importaciones de acero y del 10% a las de aluminio.

El presidente de EE.UU. no dio detalles sobre la medida comercial -se esperan para finales de esta semana- pero fue recibida con críticas dentro y fuera de EE.UU. La guerra comercial tensa la cuerda de las relaciones con China -aunque el gigante asiático solo supone el 2% del acero que importa EE.UU.- y sobre todo supone un problema con sus principales aliados en todo el mundo. Los más perjudicados por la medida serán Canadá, Reino Unido, Alemania, Corea del Sur, Turquía y Japón, todos socios estratégicos de Washington.

Ayer, Trump mantuvo una conversación telefónica con la primera ministra de Reino Unido, Theresa May , que le trasladó “la profunda preocupación” de su Gobierno con la medida y le pidió que reconsiderara su posición.

No parece que sea algo que Trump esté dispuesto a hacer. Poco antes de la amenaza al sector automovilístico europeo, el presidente de EE.UU. protestó por los 800.000 millones de dólares de déficit comercial que sufre el país por culpa de “acuerdos comerciales y políticas muy estúpidas”.

La oposición a la guerra comercial no escapa a su partido ni a su Gobierno. Varios pesos pesados republicanos, como los senadores Lindsay Graham o John McCain, han criticado una política proteccionista que, para algunos, solo deteriorará el mercado de empleo estadounidense, encarecerá productos y enfrentará a EE.UU. son muchos de sus aliados. Se especula que el principal asesor económico de la Casa Blanca, Gary Cohn, ex de Goldman Sachs, se opone al plan de Trump y podría dimitir. Algo a lo que otros miembros del Gobierno quisieron quitar peso ayer en los programas televisivos de política. “No se va, que yo sepa”, dijo Wilbur Ross, el secretario de Comercio, sobre Cohn, después de asegurar que no había escuchado al presidente hablar sobre países que quedarían exentos de las nuevas tarifas. Desde el anuncio de los aranceles, se ha discutido sobre la posibilidad de que algunos aliados de EE.UU. quedaran fuera de las medidas. También lo negó el asesor en comercio Peter Navarro: “Tan pronto como empiece a hacer excepciones, su teléfono no va a parar con llamadas de jefes de estado de otros países”.

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