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Muerte de Blesa

Blesa, un joven de provincias deslumbrado por el «gran mundo» de la política y las finanzas

Como fue audaz, adelanta a candidatos del PP perezosos y alcanza la presidencia de Caja Madrid tras un pacto

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Miguel Blesa (Linares 1947) fue un joven de provincias que llegó a finales de los sesenta a un colegio mayor de la Universidad de Granada, la más cercana a casa, para estudiar Derecho y, luego, opositar al Estado. Concluida la carrera opositó a inspector de Hacienda, pieza mayor entre los altos cuerpos del Estado. Tras varios intentos entró en la lista de elegidos con un madrileño llamado José María Aznar, con el que compartirá destino y vecindad en Logroño. Se hicieron compañeros y amigos, cada uno con sus aspiraciones. El uno la política, el otro esa puerta giratoria desde los altos cuerpos a los despachos privados para hacer de intérpretes entre el Fisco y los contribuyentes exigentes.

En Madrid Miguel Blesa descubre pronto el "gran mundo" y tras una década en Hacienda, traspasa la giratoria, como tantos otros, hacia la asesoría fiscal.

Entretanto cultiva la relación con Aznar tanto como para aparecer como el amigo del presidenciable. Como tal trabaja para el PP en Génova aconsejando algunas estructuras fiscales para mejorar la retribución de los dirigentes que luego traerán problemas por demasiado atrevidas.

Instalado en la cercanía del PP y del presidente del Gobierno con la tácita tarjeta de "amigo personal" le llegan propuestas, no necesariamente pedidas por el amigo, para incorporarse a ese club informal típico del llamado "capitalismo de amiguetes". Como es audaz, adelanta a candidatos del PP perezosos y alcanza la presidencia de Caja Madrid tras un pacto, medio público medio secreto, con IU y CC.OO.

Tras el golpe en la Caja madrileña Blesa se viste de banquero, con sueldo de banquero y los golosos complementos de varios consejos, además de otros colaterales. Entra en el gran mundo de los yates, las fincas, los jets...

Al frente de la Caja, el presidente ejecutivo, va a lograr una de las más extraordinarias destrucciones de valor de la historia. Una Caja centenaria, sana, rentable, austera, con potencial y resistencia, se despeña con una imprudente y temeraria política de expansión e inversiones ajenas al carácter de la Caja. En una década consigue arruinar una de las mejores entidades financieras de Europa. Algunas inversiones especulativas (Endesa...) salieron bien, pero fue una flauta que sonó por casualidad uno compensó los otros errores de concepto.

Viacrucis judicial

La política le llevó a la Caja y la política le expulsó, pero los destrozos cometidos afloraron y pasaron factura de tal manera que los últimos años han sido para Blesa un viacrucis judicial con querellas, demandas, prisión preventiva... primeras condenas (6 años por las tarjetas) y un calendario inmediato nada alentador. Demasiada carga para aquel chico de provincias que perdió el suelo deslumbrado por el "gran mundo" al que le condujo una circunstancia mal digerida. Pudo haber sido un inspector de Hacienda cumplidor, buen padre de familia, o un asesor fiscal recomendable, pero soñó metas más allá de lo prudente y se estrelló.

La figura de Miguel Blesa ocupará un capítulo destacado en la historia de la reciente crisis financiera, que se escribirá cuando dispongamos de la suficiente perspectiva para hacer historia. Tanto su llegada al sector a un puesto ejecutivo de primer nivel, como su desempeño durante la década larga que ejerció de banquero, y también su salida del cargo, son relevantes y significativas para apreciar las causas de la crisis. No era la persona idónea cuando llegó a Caja Madrid (hoy no hubiera pasado el examen del BCE), no consiguió serlo a lo largo del tiempo que ejerció porque no supo escuchar ni aprender y porque se rodeó de un mal equipo que desde muy pronto trabajó más para sus propios intereses que para los de la entidad.

Lo sorprendente es que nadie parara el proceso desde el primer momento, o al menos lo hubiera vigilado para evitar los excesos posteriores. Esa es otra de las lecciones de la crisis. El golpe que permitió acceder a Blesa a la presidencia ejecutiva de la Caja debió haber merecido las observaciones de los supervisores que se sintieron atemorizados por un gobierno que quería dominar las instituciones, entre ellas las cajas de ahorros. Es el pacto semi secreto con CC.OO. e Izquierda Unida debió ser cuestionado por el supervisor desde el primer minuto.

Para la historia queda también cómo los partidos encumbran y dejan caer. Mientras Aznar estuvo en la presidencia nadie cuestionó a Blesa, ni siquiera Rato que no era muy partidario. Tampoco lo hicieron los socialistas con Zapatero en la Moncloa, entre otras razones porque la trama de intereses urdida en Caja Madrid complicaba cualquier movimiento. Cuando la presidencia la ocupó Rajoy, primero observó la guerra de clanes entre Gallardón (pro Blesa) y Esperanza Aguirre (que quería mangonear la Caja) y luego decidió que ni unos ni otros, otro de la familia, Rodrigo Rato que en vez de encontrar salidas, las complicó más aun. Blesa salió por la ventana, aunque mantuvo una buena renta de consejos y de amistades agradecidas que le permitían imaginar un futuro muy acomodado.

Pero la crisis financiera y la ruina de las cajas mal gestionadas cambió la perspectiva para Miguel Blesa convertido en uno de los juguetes rotos más llamativos, atrapado en múltiples procesos a cual peor que se complicaban a medida que avanzaban. El caso de las llamadas "tarjetas black" se convirtió en paradigma de los abusos y la desvergüenza para acabar con una condena a seis años de prisión. Y los pleitos pendientes podían haber tenido desenlaces aun peores.

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