Centro de investigación de Bosch en Renningen
Centro de investigación de Bosch en Renningen - ABC

Alemania busca su Silicon Valley

Bosch inauguró el centro de Renningen para estimular el espíritu emprendedor en el país

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Un empleado abre su ordenador portátil en una silenciosa sala, frente a una máquina de «vending» de café y una encimera sin manchas ni recipientes esparcidos. Un televisor, al fondo, reproduce la imagen de un dado gigante en rotación constante, que replica los movimientos de un pequeño hexágono, en la mano de otro trabajador, mediante microsensores. El nuevo campus de Bosch es, además de un espacio de trabajo donde impera la disciplina y un omnipresente olor a nuevo, una especie de sala de exposiciones en la que la compañía alemana exhibe sus últimas creaciones: un robot agrícola, vehículos autodirigidos, diagramas que reproducen en una maraña difícilmente descifrable los nexos entre las inagotables fuentes de datos presentes en internet (lo que técnicamente se conoce como «big data»

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Sin embargo, hay un detalle en esa imagen que, pese a su sencillez, es el que revela el carácter del edificio y el propósito que se ha marcado la multinacional tecnológica: bajo el concentrado trabajador se despliegan las líneas blancas de una cancha de baloncesto, que recorren por completo el suelo. El escenario no resultaría llamativo en la sede de una «startup» californiana, pero nos encontramos en Renningen, rodeados por un denso bosque y a 20 kilómetros de Stuttgart, cuna de gigantes automovilísticos como Mercedes o Porsche.

«En Alemania no existen ni las oportunidades ni la voluntad de crear nuevas empresas. Necesitamos fomentar el espíritu emprendedor, especialmente entre los jóvenes graduados universitarios», subrayó Volkmar Denner, presidente del consejo de administración de Bosch durante la el acto de inauguración del centro, celebrado el pasado 14 de octubre, que contó la presencia de la propia canciller, Angela Merkel, quien coincidió en algunas de las observaciones del máximo responsable de Bosch. «Debemos concentrarnos en la falta de ese espíritu emprendedor», reconoció la mandataria germana, quien, no obstante, hizo hincapié en que el Ejecutivo alemán está haciendo considerables esfuerzos para reducir la grieta existente entre los centros académicos y las compañías que canalizan al mercado –y, por tanto, los rentabilizan– los proyectos de investigación. La canciller también animó a los países europeos, enfrentados a la amenaza de los grandes competidores con costes salariales más bajos, a destinar al menos un 3% del PIB a I+D.

Ninguno de los miembros de la UE parece haber interiorizado la naturaleza en constante mutación del negocio tecnológico, ni siquiera la locomotora alemana, que ha visto cómo queda relegada la estructura de su industria, integrada por compañías nacidas hace décadas (algunas, como el caso de Bosch, hace más de un siglo) con ingentes cuotas de mercado internacional. Estos gigantes corporativos han apuntalado la marca «made in Germany», símbolo internacional de prestigio y fiabilidad, pero, con el paso de los años, se ha generado un entorno caracterizado por una relativa rigidez ante la «guerra de guerrillas» (dimensiones reducidas, inversión más limitada y, por tanto, un margen mayor para aportar ideas nuevas y encajar los fracasos) de las «startup». Por si fuera poco, ha visto cómo uno de sus principales segmentos, el motor, se ha puesto bajo sospecha tras el caso Volkswagen. Denner aportó algunos datos concluyentes: el 25% de los alemanes quieren fundar una compañía, frente al 40% de los estadounidenses. Mientras tanto, el 80% de los germanos reconocen temer al fracaso al llevar a cabo un proyecto empresarial, frente al 30% de los norteamericanos.

Brecha frente a EE.UU.

El informe de competitividad global del periodo 2014-2015 del Foro Económico Mundial puso de relieve esta divergencia: aunque Alemania ocupa un lugar preferente en el «ranking» general, la quinta posición, únicamente superado por Suiza, Singapur, EE.UU. y Finlandia (para encontrar España hay que descender hasta el puesto 35), la organización advierte de que «la economía germana puede ser más competitiva si su mercado laboral fuera incluso más eficiente». Pese a que el Foro destaca que en este punto Alemania ha remontado varios puestos en los últimos años, «algunas decisiones recientes, como la introducción de un salario mínimo, podrían revertir esta tendencia positiva». El informe aconseja al país destinar incentivos para que la inmigración y las mujeres se integren en el mercado de trabajo, en un contexto de caída de crecimiento de la población. El texto también incluye encuestas realizadas entre cargos ejecutivos para identificar los factores problemáticos a la hora de hacer negocios en este país.

Denner no esconde que el propósito que se ha marcado en Renningen es reproducir el modelo de las lanzadoras de empresas norteamericanas: «Queremos que nuestros investigadores hagan algo más que pensar en lo que nuestro futuro nos deparará. Queremos que sean también emprendedores de éxito. Renningen en nuestra Stanford de Bosch».

Tras una inversión de 310 millones de euros la multinacional alemana se ha propuesto concentrar en este edificio su red global de I+D, que acoge un total de 1.200 investigadores y 500 estudiantes de doctorado y becarios de disciplinas como ingeniería eléctrica, ingeniería mecánica, informática, analítica, química, física, biología y tecnología de microsistemas. Renningen, además de un centro diseñado para potenciar la creatividad con el concepto escandinavo «hygge» (término danés de difícil traducción, pero que se podía sintentizar en «paz y tranquilidad»), constituye un intento por concentrar en un único lugar la «materia gris» que estaba diseminada en tres edificios en las inmediaciones de Stuttgart.

Para el diseño del campus se realizó una consulta entre los empleados, que reclamaron más libertad de movimiento y diversas salas de reuniones para las labores de trabajo en equipo. El resultado: 270 estancias de diferentes tamaños, de manera que, de media, cada empleado se encuentra a diez metros de la sala de reuniones más cercana. El reto es que esta apuesta se refleje ahora en resultados concretos, especialmente en un área en el que Bosch se propuesto dar un salto de calidad: la ingeniería de «software».

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