Los accionistas de Volkswagen, contra el coche eléctrico

Además, un centenar de manifestantes ecologistas abucheó a los accionistas de Volkswagen, denunciando el impacto en el clima y la contaminación ambiental que tiene el gigante alemán

Vídeo: El Grupo Volkswagen lanza la mayor ofensiva eléctrica del mercado automovilístico español AFP

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La directiva de Volkswagen tenía preparado ayer un anuncio para mantener la iniciativa ante la junta de accionistas celebrada en Berlín y retirar el foco del escándalo del fraude de los motores diésel, que ha costado hasta ahora unos 30.000 millones de euros a la compañía según los cálculos del consejo de supervisión. El golpe de efecto era la novedad de un proyecto para comprar y acondicionar una fábrica de baterías eléctricas en Salzgitter, Baja Sajonia, en la que la empresa invertirá 1.000 millones de euros , contratará a 700 empleados y que servirá a la actual estrategia de producción de unos 22 millones de vehículos eléctricos en los próximos diez años.

El presidente del grupo, Herbert Diess, explicó a la junta general de accionistas que «la batería es un componente clave y estratégicamente importante en el vehículo eléctrico» , argumentando que la producción de baterías no cubre la demanda del mercado en el futuro y que Volkswagen se anotará un importante tanto fabricando las suyas sin depender de proveedores. Hasta ahora los fabricantes automovilísticos europeos han importado de Asia las baterías y ha llegado la hora de producirlas en casa, fue su argumento. Pero allí donde Diess creía que estaba descubriendo la piedra filosofal de la supervivencia del grupo, se topó con la negativa de los accionistas, que no ven clara la estrategia y sospechan que solo servirá para seguir cavando en el pozo de los resultados.

«En el futuro previsible, no hay alternativa al desarrollo de la batería eléctrica», defendió Diess, a lo que varios accionistas respondieron contrariados. «Yo no sé, nadie sabe si la gente va a comprar esos coches o no», le dijo Heinrich Bäustmann, pequeño accionista preocupado por los largos tiempos de carga que exige este tipo de vehículos, que requieren de profundos cambios de hábitos por parte de los conductores. Bäustmann, que antes de jubilarse trabajó toda su vida como mecánico de Volkswagen, criticó que «es un error producir de entrada volúmenes tan grandes de coches de batería, sería mejor comenzar poco a poco, limitarse a uno, como mucho tres modelos, y ver qué va pasando». La directiva piensa, por el contrario, que solamente a través de la producción masiva pueden abaratarse los costes y lograr la introducción definitiva en el mercado.

Otro inversor minorista, Gerd Klimke, desconfía de la opción eléctrica como solución definitiva. «Como mucho será una tecnología de transición, prevalecerá el motor de combustión, posiblemente de hidrógeno, que es una sustancia muy abundante y que contamina menos que la batería eléctrica», apuntaba durante la reunión de Berlín. Y no solo los pequeños accionistas se rebelaban. «Las baterías eléctricas contienen litio, un metal ligero cuya producción causa daños ambientales masivos, por ejemplo en los grandes depósitos en Chile donde se han contaminado gravemente las aguas subterráneas», contradecía Hendrik Schmidt, administrador de activos de DWS, «sabemos que la extracción de litio tendrá que haberse triplicado en 2025 y volveremos a encontrarnos en solo unos pocos años con otro problema de contaminación insostenible».

En el mismo sentido se pronunció el administrador de cartera de Deka Investments, la división de valores de la Caja de Ahorros Sparkassen, que tomó el micrófono para preguntar a Diess por los kilos de cobalto que requiere la fabricación de cada batería eléctrica y sobre cómo puede garantizarse la extracción de esta materia prima sin abusos a los derechos humanos. Dos tercios del cobalto necesario para alimentar la producción de baterías es suministrado actualmente por grandes empresas que trabajan en Congo en condiciones laborales «inhumanas» , denunció, una circunstancia que no aprueban los accionistas. La junta directiva no logró dar una respuesta a la pregunta «¿puede arriesgarse Volkswagen a un escándalo del cobalto después del escándalo del diésel?» y solo alcanzó al prometer: «Trabajaremos intensamente para reducir el nivel de cobalto utilizado en la fabricación de las baterías».

Y además de la regañina de los accionistas, Diess hubo de enfrentar al movimiento juvenil «Fridays for Future», que se manifiesta con éxito cada viernes en diversas capitales europeas y que exige una apuesta más firme por parte de los gobiernos en la protección del clima. Un centenar de manifestantes ecologistas abucheó a los accionistas de Volkswagen, denunciando el impacto en el clima y la contaminación ambiental que tiene el gigante alemán de la construcción automotora y acusando a la empresa de «representar la avidez inmoral del capitalismo». Esta fue la expresión utilizada por Clara Marisa Mayer, activista de 18 años que habló ante la asamblea para advertir: «si ustedes insisten en destrozar nuestro planeta, en robarnos nuestro futuro, deben entender que solo están logrando beneficios a muy corto plazo porque para nuestra generación serán ustedes una empresa maldita». A las puertas de la asamblea, los manifestantes escenificaron un simulacro de masacre en medio de neumáticos y llantas de vehículos Volkswagen tras un falso cordón policial y bajo un gran cartel con el que llamaban la atención de los transeúntes: «Escena del crimen climático».

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