US Open

A Serena se le atraganta otra vez su leyenda

Con 19 años, Bianca Andreescu derrotó en la final a la estadounidense, que se quedó otra vez sin igualar el récord de Margaret Court

Nadal - Medvedev, final del US Open en directo

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Arthur Ashe, la pista central del Abierto de EE.UU., confirmó este sábado en la final femenina la maldición de Serena Williams desde su regreso al tenis. Su último «grande» fue en enero de 2017, en Australia, embarazada de su hija. Si volvió a coger la raqueta tras la maternidad fue para zanjar la discusión sobre quién es la mejor jugadora de la historia: ella es considerada la tenista más dominadora, pero una australiana, Margaret Court, labró un palmarés más florido en Grand Slam en las décadas de los sesenta y setenta, con 24 «grandes». Uno más que los que ha conseguido la estadounidense.

Williams luchaba contra las exigencias de la maternidad y contra el paso de la edad. Hoy está cerca de cumplir 38 años . Aún así, cuando no ha estado lesionada, ha sido una tenista imparable. En los momentos decisivos, sin embargo, el peso de la historia le ha paralizado. Desde aquel triunfo en Australia, se ha plantado en cuatro finales de un grande. Dos en Wimbledon y otras dos en Nueva York.

La última fue anoche y parecía la oportunidad de oro para lograrlo: tenía delante una desconocida para el gran público, la canadiense Bianca Andreescu . De 19 años, número quince el mundo, había llegado a la final con mucho sufrimiento, con partidos igualados en casi todas las rondas. En el palco de Williams, ‘celebrities’ de alto copete, desde Meghan Markle, duquesa de Sussex, a Anne Wintour, mandamás de la moda como directora de «Vogue». En la grada, más famosos fanáticos de Williams -como Spike Lee- y miles de incondicionales, que vitoreaban los fallos de Andreescu. Pero a Williams, una vez más, se le atragantó la leyenda (6-3, 7-5).

Resultó evidente que Williams tiene un problema emocional con la consecución del récord, que deteriora su tenis y saca lo peor de sí misma. En la Arthur Ashe flotaba todavía lo ocurrido en la final del año pasado. Contra otra joven también poco conocida entonces, Naomi Osaka, recibió un baño de tenis y respondió con una actuación vergonzosa: se enfrentó al juez de silla y acabó provocando un abucheo injusto contra su rival. Después, lo justificó por el machismo.

En esta ocasión, no tuvo ese comportamiento antideportivo, pero sí cayó en la la apatía de cuando no le salen las cosas: los hombros caídos, patadas al suelo cuando cometía alguna de sus muchas dobles faltas, los brazos abiertos pidiendo explicaciones al público , sonrisa incrédula… Era la reacción ante el tenis dominador de Andreescu, con una madurez impropia para alguien que solo ha participado en cuatro grandes y nunca había pasado de segunda ronda. Mandaba con su derecha, se movía con facilidad y acabó por desarbolar a Serena.

La apatía de Serena le llevó a perder el primer set con una doble falta. En la segunda manga, comenzó igual, y regaló la primera ruptura de saque con otra doble falta. Andreescu se fue hasta el 5-1, y tuvo bola de partido. Quizá la canadiense sintió vértigo cuando estaba solo a un peldaño de lo más alto de tenis. Dudó y Williams lo aprovechó. Remontó hasta el 5-5 . El público estadounidense se contagió y la central se convirtió en una caldera. Querían ser testigos de la reivindicación del mito. Pocas veces se escuchó un rugido similar cuando la estadounidense consiguió el empate.

En ese momento, Andreescu pareció un flan. Cometía errores no vistos durante el partido, se le encogió la mano. Tras mantener su saque y ponerse 6-5, trató de aislarse del momento. Pasó el descanso con la cara tapada por su toalla. Se reencontró a sí misma y le rompió el saque a su rival en el último juego, rematado con un resto de derecha impecable, que quedará para la historia: no para coronar la de Williams, sino para empezar la suya propia. Su victoria del sábado consigue el primer grande para el tenis canadiense y lo hace en casa del vecino y ante la mayor leyenda femenina de su deporte.

Un hito que cierra un verano histórico en lo deportivo para Canadá. En junio, los Toronto Raptors lograron el primer título en la NBA con el lema «We The North» (Nosotros el Norte). En Nueva York, entre la bulla a favor de Williams, alguna pancarta orgullosa celebró la gesta de Andreescu: « She The North ».

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