Roland GarrosOstapenko da el golpe en París

La letona, 47 del mundo, logra a sus 20 años su primer Roland Garros al derrotar a la rumana Simona Halep con 54 golpes ganadores

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La pista central parece de todo menos una cancha de tenis. Hay banderas, cánticos, gritos. Todo muy futbolero en la Philippe Chatrier, que está hasta los topes, un sábado precioso. «Si-mon-na, Si-mon-na», exclama la numerosa afición rumana, entregada a Halep en el día de su coronación, o al menos así estaba establecido. Pero no, se queda sin corona, arrollada por el cañón de Jelena Ostapenko, la nueva reina de Roland Garros. Es un regalo para el circuito, una chica de 20 años que se deja la vida en cada impacto, campeona en París a lo bestia. Gana por 4-6, 6-4 y 6-3 en una hora y 59 minutos y estrena su palmarés como solo lo hacen las grandes, una maravilla para orgullo de Letonia. Es la primera tenista del país con un Grand Slam.

Desde el lunes, Ostapenko será la doce del mundo, un salto bestial desde el pelotón de la WTA. Para cerrar un partido indescifrable, resta con un ganador desde el revés, otro más, y se gira mirando a su gente sin entender la magnitud de su hazaña. Acaba de vencer en París y emula a Barbara Jordan, que en 1979 logró su primer título en un Grand Slam (Australia). Nada mal.

Halep, campeona este curso en Madrid y reciente finalista en Roma, en donde sufrió una lesión en el tobillo que le tuvo entre algodones hasta el día antes de debutar en la arcilla francesa, se presenta con la certeza de que tocará sufrir un bombardeo. Aunque ella también le pegue con una fortaleza interesante, tiene enfrente a Ostapenko, que es la jugadora que más duro le da a la bola, con derechas que han llegado hasta los 117 kilómetros por hora, y que tiene el récord de ganadores. 299 en todo el torneo es una barbaridad.

El problema, claro, es que también se disparan los errores no forzados, y Ostapenko quiso jugar al todo o nada y se quemó en el prólogo. Sin encontrar respuesta en su palco, en donde se sienta Anabel Medina, mantuvo el patrón establecido, agresiva por naturaleza porque aprendió a jugar en un parqué. Mientras, Halep tuvo la paciencia necesaria y aguantó el chaparrón poniendo siempre una bola más en juego. Es buena, mucho, y también inteligente, pero le faltó la ambición necesaria para llegar a la cima. De haber triunfado, hubiera sido la número uno del mundo, que sigue en manos de Angelique Kerber casi sin quererlo.

En el primer parcial, y contrariamente a lo que se podía imaginar, Halep controla la situación con astucia. Para llegar hasta aquí, pasó un calvario en cuartos de final ante Elina Svitolina, que le tuvo casi muerta con 6-3 y 5-1 e incluso después se libró de una bola de set en el tie break del segundo. Los grandes exigen, por norma, una cuota de sufrimiento y ese triunfo catapultó a la rumana, pero a la postre le sirve de poco. Se le sigue resistiendo la gloria en un grande.

A Ostapenko, que es un cañón y que aparecerá en más citas de este calibre porque le sobra desparpajo, le pesa en el inicio el ambiente de una pista volcánica. Ella también es puro fuego, de las que estalla en cada fallo mirando a su palco, y se tiene que contener en más de una ocasión cuando la grada se vuelca con Halep, especialmente cuando se le escapa el primer set. El golpe, es obvio, tiene sus consecuencias, pero no le tumba.

Para empezar, lleva en volandas a Halep, que rompe nada más empezar el segundo y dispone de tres bolas de 4-0 y saque, lo que hubiera sido un paseo militar. Pero no, nada de eso, es imposible predecir el desarrollo de un partido femenino porque se suceden las roturas. Ostapenko, que parecía desquiciada, encuentra un agujero y se mete de lleno en una pelea que no le esperaba, remontando hasta ponerse con 5-4 y saque para igualar a un set. La Chatrier hace la ola, los rumanos siguen gritando sin piedad y la letona le pega un derechazo descomunal justo antes del 6-4. Hay final, hay final.

Sigue la incertidumbre, break aquí y break allá, con Ostapenko remando de nuevo para mantenerse con vida. Lo hace como sabe, pegándole cada vez más fuerte, y se alinean los planetas con un golpe que impacta en la cinta cuando la bola se iba lejos, se veía claro. Cae muerta en la pista de Halep y Ostapenko pide disculpas mientras se le abre la puerta del cielo. Es un 4-3 con su servicio, escenario inmejorable.

Acaba el encuentro del único modo posible, con un winner más de Ostapenko (54 en la fnal, tantos como errores no forzados). Sonríe, salta al cielo, ve llorar a su madre y cómo se emociona Anabel Medina, con quien ha conectado de maravilla. La prueba, este Roland Garros lleno de magia. Hereda el trono de Muguruza y manda un mensaje a las demás. Ostapenko ya está aquí.

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