Masters 1.000 de Cincinnati

Nadal hace cima desde las tinieblas

Tres años después, y tras pasar por varias adversidades por culpa de las lesiones, el balear celebra su regreso al número uno

Nadal, durante el Masters 1.000 de Montreal AFP
Enrique Yunta

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Sin la necesidad de competir, algo que no debe rebajar en absoluto el valor de la gesta, Rafael Nadal ya sabe que el próximo lunes será el número uno del mundo , de mudanza al ático del tenis automáticamente porque Roger Federer, con quien pleitea por ese privilegio, anunció ayer que no estará en el Masters 1.000 de Cincinnati. El suizo, pendiente de las señales que le envía el cuerpo ahora que está a punto de cumplir los 37, notó en Montreal que la espalda le dolía otra vez (estuvo limitado en la final contra Alexander Zverev) y prefiere tomarse un respiro para llegar en condiciones al US Open , excitado desde su posición actual con los grandes acontecimientos. En consecuencia, su renuncia garantiza el ascenso de Nadal al trono, feliz como una perdiz en las alturas porque es consciente de lo tortuoso que ha sido el camino. T res años después, el español vuelve a ser el rey.

La última vez que estuvo ahí, la última vez que vistió de amarillo, fue el 6 de julio de 2014, cediendo entonces el trono a un Novak Djokovic superlativo. Empezó entonces la hegemonía del serbio, insultante su superioridad por momentos, hasta que llegó a finales de 2016 la eclosión de Andy Murray, líder hasta la fecha y desbordado este año por la exigencia de defender la corona. Devorada la autoestima del serbio –que encima no jugará más en lo que resta de campaña por un problema en el codo–, y con el escocés dando tumbos –ahora en la enfermería con dolores en la cadera–, el tenis aplaude el enésimo fogonazo de N adal y Federer, mil veces enterrados, mil veces resucitados.

A Nadal, por mucho que repita en su discurso aquello de que la posición en el ránking no es una prioridad, le hace especial ilusión verse ahí un rato más. Echa la vista atrás y ve todos los obstáculos que ha tenido que superar, más castigado que sus principales enemigos si se atiende a la lista de lesiones. Pero Nadal exprime el don de la constancia como nadie y hace cima desde las tinieblas, dando más prestigio a su proeza. Este será su cuarto mandato como número uno.

Sus reinados

El primero fue cuando aún vestía piratas, camisetas sin mangas y llevaba el pelo a lo loco. Fue en agosto de 2008, después de Roland Garros, Wimbledon y de colgarse la medalla de oro, un portento de la naturaleza que amargó la existencia de aquel Federer intocable. Fueron 46 semanas mandando, aunque más largo fue su dominio del 6 de junio de 2010 al 3 de julio de 2011, acumulando entonces 56 semanas al frente del pelotón. Su tercer gobierno llegó en 2013, en aquel año escandaloso justo después de pasarse siete meses fuera de combate por la interminable baja que le causó esa lesión en el tendón rotuliano de su rodilla izquierda. El 6 de julio, dicho está, fue su último día como jefe.

Ahora le llega este premio, con el que no contaba para nada a principio de temporada. Se fue a Australia siendo el nueve del mundo , alejado de la zona noble porque en 2016 volvió a sufrir una tortura con las lesiones. La cosa iba bien hasta que la muñeca le traicionó en Roland Garros, obligado a retirarse de su torneo fetiche. Hizo un sobresfuerzo descomunal para defender bandera en los Juegos de Río, lloró con Marc López al bañarse en oro en el torneo de dobles –fue cuarto en individuales–, y esa paliza física le llevó a recapacitar después de la gira americana por el cemento.

Entendió que 2017 empezaba con un buen periodo de descanso y penó por los torneos asiáticos antes de borrarse de Basilea, de París-Bercy y de la Copa de Maestros para ser lo que es ahora, otra vez un animal competitivo que domina al resto. Con el permiso de Federer, apasionante la batalla que se presenta de aquí al final del camino, Nadal ruge como antes, ruge como siempre. En Cincinnati, donde solo estarán cuatro raquetas del top 10, se estrenará ante Gasquet, pero haga lo que haga ya ha llegado al cielo.

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