Djokovic, campeón perfecto en Dubái

El serbio, espectacular, suma su tercera alegría de 2020 al vencer a Tsitsipas y lleva ya 21 victorias consecutivas

Djokovic, en Dubái EFE

E. Yunta

Cuando está en este plan, solo queda esperar a que llegue el día del apagón, que hoy por hoy nadie se atreve a vaticinar. Novak Djokovic es, sencillamente, un campeón perfecto que arrasa allá por donde va, vencedor también en Dubái para alzar el tercer trofeo de la temporada.

Estrenó 2020 con la Copa ATP , encendido siempre que defiende a su país, y volvió a conquistar Australia porque nadie lo hace tan bien en las antípodas, metido de lleno en la batalla por ser el tenista con más grandes de todos los tiempos (lleva 17) pese a que la gente centre esa pelea en Roger Federer (20) y Rafael Nadal (19). Esta semana, en Dubái, repite foto con sonrisa y confeti después de reducir en la final a Stefanos Tsitsipas (6-3 y 6-4) , incapaz el portento griego de encontrar una salida. Con Djokovic así, nadie sabe cómo escapar con vida.

Principalmente porque es el jugador más dominante de todos los que han existido, muy superior cuando se alinean los planetas y le da por jugar sin estrés y sin malas caras. Terminó 2019 con tres triunfos en la Copa Davis y ha empezado este año con, ojo al dato, 18 victorias consecutivas , que se dice pronto. En cualquier otro sería una hazaña, un récord prodigioso, pero el balcánico ya ha logrado tiradas con más de veinte triunfos hasta en ocho ocasiones, memorable ese periodo de 43 partidos sin perder entre 2010 y 2011. Lo dicho, una brutalidad (la mejor racha de Nadal es de 32 y la de Federer, de 41).

Máquina perfecta

Después de pasarlas canutas en las semifinales ante Gael Monfils , quien incluso tuvo en el segundo set tres pelotas de partido, Djokovic exhibió su poderío en una final sin demasiada historia. Hubo una oportunidad de break para Tsitsipas en la primera manga y el griego no la aprovechó, mientras que el número uno del mundo sí sacó máximo provecho a la que tuvo. He ahí la principal diferencia para poder explicar el desenlace.

Tsitsipas , que es un regalo para la vista, un chico sobreprotegido por sus padres (viajan con él a todas partes y mantienen una relación muy estrecha, con sus pros y sus contras), había vencido en dos de los cuatro precedentes al gigante serbio, pero esta vez no hubo manera. No se le puede negar su interés, variando con ese tenis tan fino que tiene –cambia de ritmo, pega cuando puede pegar, abre ángulos, lanza dejadas y tiene un gran físico propio de sus 21 años– y tirando de orgullo para recuperar un break en el segundo parcial.

Su problema fue que enfrente estaba Novak Djokovic, un robot que da miedo y que se ha propuesto gobernar otra vez con mano firme. El número uno ya se lo ha asegurado más allá de lo que haga Rafael Nadal ( juega esta madrugada la final en Acapulco ante Fritz ) y cuesta horrores encontrarle un defecto. Otro título para su palmarés, y ya van 79.

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