Sevilla-Real Madrid

Un respiro para Zidane

El francés, señalado por muchos, soltó en Sevilla la adrenalina de tantos días difíciles

Tomás González-Martín

Era un duelo en la cumbre. Zidane frente a Lopetegui en un partido por el liderato de la Liga. El francés saludó al guipuzcoano antes del comienzo del encuentro. Ramos dio un cálido abrazo a Julen, su exseleccionador y su exentrenador en el Real Madrid. Y tras los parabienes empezó una batalla táctica que se extendió a los banquillos. Ambos entrenadores plantearon sendos sistemas 4-3-3 que trasladaron a la banda con sus gestos y sus invasiones de campo. Los dos se salieron de sus áreas técnicas en infinidad de ocasiones, emocionados de tensión por el devenir del enfrentamiento.

Zidane vestía su clásico traje negro con camisa blanca, con esas zapatillas de fondo blanco que rompen el molde clásico. Lopetegui se presentó en el Sánchez Pizjuán con una camiseta de manga corta y el pantalón de chandal del Sevilla. Lopetegui y Zinedine vivieron un duelo tenso e invadieron el terreno de juego sin parar.

«Estoy feliz por mis jugadores, se merecían este triunfo», subrayó Zidane

Pronto se vio que las órdenes de Zinedine a sus hombres estaban claras: hay que jugar también sin balón, saber defender, sacrificarse. Cada vez que los visitantes perdían la pelota, todos corrían hacia atrás para taponar huecos. Lopetegui se encontró el Real Madrid que esperaba, más aguerrido, y buscó el gol al contragolpe. Sus órdenes eran directas. Pase largo a los flancos para pillar al rival por velocidad.

Tensión en las bandas

Los nervios en la banda eran evidentes. Zizou hacia gestos con sus brazos hacia abajo, lamentando cada balón desaprovechado. Especial fue su ademán cuando Hazard tuvo esa oportunidad de gol que Vaclik despejó en una demostración de reflejos.

Los 42.354 espectadores presenciaron un enfrentamiento intenso desde los banquillos al césped, mientras se recordaba en los videomarcadores del estadio que la primera visita del Real Madrid al Sevilla se produjo en la Copa de 1917, con victoria local por 2-1.

Lopetegui, un cúmulo de energía constante, no paraba de exigir a sus hombres «intensidad, intensidad» con movimientos de brazos que podrían colocar a mil aviones en un aeropuerto.

El fragor del vasco era tan grande que protestó una falta con exceso de gesticulaciones y Martínez Munuera le amonestó ante la bronca de todo el Sánchez Pizjuán. Son tarjetas que no valen para nada, salvo para caldear todavía más el ambiente.

Los dos equipos se jugaban el liderato y se notaba en los futbolistas su prioridad por no perder, mientras sus jefes se desgañitaban para que buscaran el gol sin especular con el balón. Lopetegui quitó al «Mudo» Vázquez, que esta vez no habló con fútbol en el campo, e introdujo a Óliver Torres para encontrar más mordiente en ataque.

El duelo de entrenadores en la banda era tan sanguíneo que el cuarto árbitro, Hernández Masso, debía tener cuidado para que no le atropellaran de manera grave. Julen se topó con él en tres oportunidades.

El gol de Benzema, tras excelente combinación de Bale y Carvajal, permitió ver una explosión de carácter en Zidane. El francés soltó la adrenalina de varias semanas difíciles, colocado en la diana de la guillotina. El banquillo madridista le rodeó con saltos de alegría.

Zinedine sentó a James e hizo debutar a Valverde para tener mayor fuerza en el centro del campo. Al final, la victoria apagó muchos fuegos y dio una inyección de confianza al responsable deportivo del Real Madrid.

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