Real Madrid

Fede Valverde, de pajarito a halcón

Fundamental en la ida ante el Chelsea, el uruguayo responde a la confianza de Ancelotti y apunta hoy a titular en el Bernabéu. Es el presente y el futuro en la medular

Montevideo. Diciembre de 2007. La Avenida 8 de octubre, convertida como cada Navidad en un mercadillo peatonal de juguetes, es el lugar idóneo para que familias humildes ganen un dinero extra. Ahí está Doris , madre de Fede Valverde, que recibe a unos clientes especiales: son los dirigentes del Club Siete Estrellas, una de las escuelas de fútbol más conocidas de la capital uruguaya. Han venido a llevarse a su hijo, que desde los tres años juega en el Estudiantes de la Unión, el club de su barrio. Meses después, el salto será aún mayor. Abel, un veterano fotógrafo, avisa al mito uruguayo Tito Gonçalves , campeón de cuatro Copas Libertadores con el gran Peñarol de los sesenta, de la existencia de un chavalillo delgado que apunta a estrella. Tito se lo dice a su hijo Néstor, ojeador de Peñarol, que no desperdicia el chivatazo: «¿Eres la mamá de ese niño flaco que vuela?», le preguntó Néstor a Doris. La respuesta fue su inmediato ingreso en la prestigiosa entidad charrúa.

«Cuando era pequeño me llamaban pajarito porque un entrenador me decía que cuando jugaba al fútbol volaba», contaba el propio Valverde. Hoy, a sus 23 años, ha mutado a halcón, apodo puesto por Diego Alonso , el actual seleccionador uruguayo. Su transformación hacia ese futbolista vertical, físico, de enorme zancada, sacrificio defensivo, disparo de corta y media distancia, y pulmones anchos para ser un ‘box to box’ moderno le han convertido en un jugador adulto, líder e indiscutible en su selección. En el Madrid, el presente ya es suyo, y el futuro también. Hoya apunta a tilular ante el Chelsea (21.00 horas, Movistar Liga Campeones).

Su gran partido ante el Chelsea, sumado a su oscuro pero necesario papel en la remontada ante el PSG, han confirmado que Valverde es un titular disfrazado de suplente. Su presencia hace mejores a Casemiro, Kroos y Modric , dándole las piernas y el músculo necesario a un centro del campo tan talentoso como veterano. Aceite para engrasar, aunque ello rompa la jerarquía del 4-3-3 que tanto gusta a Ancelotti. En los partidos de la verdad, en los que enfrente hay un rival top, la presencia del uruguayo es el cemento para tapar agujeros y la gasolina para sostener al equipo cuando se enciende el botón de reserva. Vigor y energía, dos aptitudes fundamentales en el fútbol de hoy.

Una de las tareas que el Real Madrid encargó a Ancelotti, cuando lo trajo de vuelta el verano pasado, fue hacer de Valverde uno de los mejores centrocampistas del mundo. Pogba no ha sido fichado en los últimos años, a pesar de la insistencia de Zidane, por dos motivos: las exigencias del propio jugador de Mino Raiola y la apuesta por un Valverde que no deja de crecer temporada tras temporada. Su consolidada relación con Mina Bonino y el nacimiento de su hijo Benicio han sido una fuente de beneficios para su progresión, algo que ya venía de cuna. De pequeño no quería ir a los cumpleaños de sus amigos para estar descansado de cara al entrenamiento del día siguiente. Diligente, trabajador y constante, valores inculcados por unos padres que le siguen manteniendo los pies en la tierra: «Siempre le hemos transmitido que sea humilde y agradecido», recuerda su madre.

Doris, una mamá inseparable

Doris fue su inseparable compañía en sus inicios. Iban juntos en autobús a los entrenamientos, donde llegaban los primeros, se iban los últimos y no se perdía ni uno. Ni frío, ni lluvia, ni algún episodio de fiebre. El fútbol era la prioridad de Fede, un deseo que tuvo algún daño colateral. «Me hubiera gustado quedarme en la escuela. Ahora me arrepiento. Tenía 15 años y jugaba en la selección nacional a nivel juvenil. Había muchos viajes, faltaba a clase, me quedaba atrás y era difícil. Mis padres no querían que dejara la escuela, pero las dos cosas no encajaban», recuerda Valverde . «Nos criamos mirando a nuestros papás pelear por un plato de comida y eso se refleja en nuestro fútbol. Cuando estás jugando, te vienen esos momentos de tu mamá o tu papá sin comer un día, trabajando más de 12 horas… Tienes que salir al campo y romperte el alma por ellos, por tu familia en casa. Es bonito volver de un partido con la cara cubierta de tierra, el pelo lleno de barros y las botas llenas de piedras».

En el Madrid hace lo que siempre hizo desde pequeño. Es obediente, disciplinado, trabajador y nunca deja de escuchar. Sobre todo a Casemiro, a quien admira. «Fue especialmente útil, facilitando mi adaptación y estando encima de mí todo el tiempo. En el campo siempre está atento a todo. Es fuerte, rápido, ve los espacios que se abren y a los jugadores que llegan a presionar». Elogios recíprocos. «Lo que más me gusta de él es que es una persona tranquila que le gusta escuchar. Hablamos mucho de fútbol y creo que sería un pecado tenerle de 5 con ese golpeo de balón y ese despliegue físico que tiene. Creo que es más un 8», reflexiona Casemiro. Fede Valverde , de pajarito a halcón.

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