Hughes - Cortita y al pie

Las conjuras

Suelen ser temporadas que acaban sin títulos y con despedida del entrenador. Ya sabemos entonces contra quién se hacen

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En las últimas horas hemos vuelto a tener noticia de una «conjura» en el Madrid.

La palabra conjura significa acuerdo secreto contra algo o alguien. Conspiración no en favor, sino en contra de alguien (¿pero de quién?).

En el Madrid, sin embargo, esta palabra ha tomado una sorprendente connotación positiva, e incluso es algo a lo que se suma el entrenador.

Las conjuras las hace la plantilla en el vestuario (con el entrenador) o en un restaurante (con o sin el entrenador), y ya es casi una costumbre, tanto que puede hablarse de una institución más del madridismo.

En la última década ha habido varias. En marzo de 2010, con Pellegrini en el banquillo, fue noticia la «conjura para ganar la Liga», Liga que no se ganó, siendo el destino de Pellegrini por todos conocido.

Tras la suavidad gris del chileno vino Mourinho, con dificultades pero un par de años excelentes. En su tercera temporada, año 2013, ya hubo conjura. Una comida (sin él) organizada por los capitanes. Fueron los últimos meses del entrenador del «pur qué».

Después de su dureza, insoportable para jugadores y periodistas, y a riesgo de que se rompiera la Selección y España entera, fue contratado Ancelotti, un hombre conllevante. Llegó en 2013 y triunfó, pero a inicios de 2015 ya se hicieron necesarias las conjuras. En febrero hubo una cena-conjura y en marzo hubo otra que adoptó la modalidad de mariscada. En la prensa fue llamada la conjura-mariscada, y otra de sus peculiaridades fue que invitó el propio Ancelotti. Cuando el entrenador es dialogante participa en las conjuras e incluso las paga.

La temporada acabó mal y llegó Benítez, contrapunto duro y tacticista. Solo unos meses después volvíamos a tener otra en la prensa. En diciembre de ese año hubo una cena de equipo, sin Benítez. A los postres brindaron para ganarlo todo.

Días después, el técnico fue destituido y llegó Zidane, de nuevo un míster afable y comunicativo. Después de dos años triunfales (el bienio feliz de ZZ), vuelve a aparecer la conjura, convertida ya en una institución entre la autogestión y la extrema unción.

Se observa una regularidad: marzo de 2010, mayo 2013, marzo 2015, diciembre 2015 y enero 2018.

Cada dos o como mucho cada tres años, el vestuario del Madrid siente la necesidad de conjurarse. No está claro si con esto certifica la muerte de un proyecto o alarga su vida unos meses. Es como un ciclo no declarado. La conjura sería una forma de asamblea que no resuelve nada, pero que algo decide. Suelen ser temporadas que acaban sin títulos y con despedida del entrenador. Ya sabemos entonces contra quién se hace.

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