Eurocopa Sevilla 2021

Memorias de nuestra selección en Sevilla

Leyendas del combinado nacional rescatan a las puertas de la Eurocopa sus mejores recuerdos en los que defendieron la camiseta de todos y un escudo que se pone pocas veces, pero se lleva siempre

El paseo de la Eurocopa por Sevilla antes de llegar a la Cartuja

John Bonello presencia el gol de Santillana, el tercero de los doce que España le marcó a Malta en Sevilla Antonio Esquivias
Ignacio Liaño Bernal

Ignacio Liaño Bernal

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Eduardo Galeano expresó en alguna ocasión una sencilla pero profunda semblanza sobre lo vivido y recordado por el ser humano a lo largo de su historia: «La memoria sabe más de mí que yo, y ella no pierde lo que merece ser salvado». Desempolvando baúles antiguos, la Eurocopa que Sevilla está a punto de vivir en el estadio de la Cartuja permite recuperar vivencias, historias y experiencias de quienes defendieron a sol y sombra el escudo nacional sobre un terreno de juego. Ellos jugaron al fútbol, pero sellaron un pacto con el recuerdo, un contrato vitalicio para quienes se vieron plenamente identificados por una causa: la loable misión de defender a la selección española. La única escuadra de esta tierra que es capaz de poner a béticos y sevillistas en disposición de apoyar a un mismo jugador. A veces conviene recordar que hubo un tiempo en el que no fuimos campeones del mundo, ni éramos de capaces de enlazar dos europeos sin trompicar en los cuartos de un reloj que ya no existe. Pero aquella seguía siendo la hora de España. La de todos.

Para muchas generaciones, la selección española siempre ha supuesto un motivo de orgullo. De identificación plena con unos valores, la consolidación de unas raíces y, sobre todo, el traslado de una herencia limpia y pasional que no entiende de prejuicios ni rivalidades sociopolíticas. Por eso resulta complejo convivir con la herida de una eliminación como la que se fraguó en Corea, pero la sonrisa se desliza sola al recordar que en África hay un rincón llamado Johannesburgo donde exportamos el oro más valioso del fútbol mundial.

Este reportaje de ABC de Sevilla es un viaje que comprende más del último medio siglo de nuestra selección y que resume el mundo como lo entendió el poeta Fernando Villalón: todo está entre Sevilla y Cádiz. Entre Cádiz y Sevilla. La cuna que vio nacer a Francisco Fernández, conocido como Paco Gallego (Puerto Real, 1944), hace nada menos que 77 años, y los campos que bendijeron su fútbol cuando fichó por el Sevilla, donde se convertiría en uno de los mejores defensas de la historia del club, algo que le sería reconocido en su espalda eterna el VI Dorsal de Leyenda. Recibió la llamada de Villalonga pese a no jugar ningún minuto en la Eurocopa de 1964, fichó por el Barcelona; y ya en el Mundial de 1966 de Inglaterra, debutó frente a la Argentina de un jovencísimo Gatti.

Gallego, con España Serrano

En un combinado que contaba con Iríbar, Luis Aragonés y Gento, Gallego fue el jugador que más partidos jugó con España en la Eurocopa de 1968. Aquella selección fue apeada por un gol de un tal Bobby Charlton. Estos días muestra su orgullo por que España regrese a Sevilla: «Es una gran alegría que la selección venga otra vez aquí a jugar los partidos, porque aquí la afición andaluza la va a apoyar mucho», cuenta a este periódico el eterno aprendiz de zaguero. Gallego también puede presumir de haber jugado los partidos clasificatorios del Mundial de México en 1970, aunque finalmente España no logró su billete. No fue óbice para que el gaditano mantuviera su sitio en la Eurocopa de 1972 y en el Mundial de 1974, donde se firmó un último episodio para olvidar de una selección que tampoco consiguió meterse en la relación final de competidores.

El número doce

El defensa internacional casi pudo pasarle el balón a Daniel Ruiz-Bazán, Dani (Vizcaya, 1951), exjugador del Athletic de Bilbao, que fue al siguiente Mundial celebrado cuatro años más tarde en Argentina. El gran capitán, como le conocía su vestuario vizcaíno, fue testigo directo de otra eliminación nacional en la fase de grupos de la Eurocopa de 1980, y compitió en el Mundial de 1982 que se celebró en España: «Para mí, siempre ha sido muy agradable y estimulante jugar en Sevilla. La afición sevillana ha apoyado mucho al equipo, nos hemos sentido siempre arropados; ha sido siempre el jugador número doce. Y eso es muy importante», comenta sobre la pasión con la que vive la selección en tierra hispalense, aunque admite tener emociones encontradas porque Bilbao se quedó en el tintero: «La selección se va a encontrar muy cómoda en la Cartuja y tendrá un arrope sensacional, aunque por debajo me duele que San Mamés no haya podido ser sede al final después de habernos hecho la ilusión, pero deseo que todo salga bien», reclama.

¡Gol de Señor!

Quizá tan bien como le fue aquel inolvidable 21 de diciembre de 1983 en el estadio Benito Villamarín, donde España consiguió uno de los mayores hitos de la historia del deporte. El 12-1 a Malta es historia del fútbol gracias a jugadores como Víctor Muñoz (Zaragoza, 1957), que formó parte del equipo titular en Heliópolis: «Era una obligación ganar por tantos goles. No necesitábamos doce, sino once, pero nos hicieron ese gol», alude, por la inesperada firma de Silvio Demanuele, que hizo el 1-1 antes de que se desatase la furia roja. «Conocí toda Sevilla a raíz de ese gol, todo lo que no había conocido en épocas anteriores como futbolista del Zaragoza», explica exultante el autor del famosísimo tanto que metió a España en aquella Eurocopa. Como contó la alborozada voz de José Ángel de la Casa, fue gol de un Juan Señor (Madrid, 1958) que anima a los sevillanos a seguir con el «calor y el color» de una ciudad que se volcó en el apartado moral para hacer posible la gesta: «Por favor, haced lo mismo con esta Eurocopa porque queremos que España sea campeona otra vez», afirma.

No sólo permanece el recuerdo del partido en la retina del portero maltés, que hubo de recoger la pelota tantísimas veces de la red. Paco Buyo (La Coruña, 1958) debutó aquel día en la portería absoluta, la más deseada por todos los jugadores del país: «Sevilla siempre fue muy especial para el fútbol y para la selección. Recuerdo una gamberrada entonces: estando concentrados en el parador de Oromana, le cambiamos a García Navajas todo el material de entrenamiento. ¡El disgusto del pobre hombre fue tremendo!», rememora, dejando constancia del buen ambiente de las concentraciones. Aunque Miguel Muñoz no lo incluyó en la revolucionaria lista del Mundial de 1986 en el que Diego Armando Maradona tocó el cielo por primera vez, Buyo sí fue seleccionado para la Eurocopa de 1988 en la que España fue apeada a las primeras de cambio en Alemania Federal. Fernando Giner (Valencia, 1964) recuerda el Mundial que tuvo lugar dos años más tarde, una cita en la que Yugoslavia eliminó al cuadro español, que tampoco pudo llegar a la Eurocopa de 1992.

Hierro celebra su gol F. Sánchez

Javier Clemente dejó fuera del sueño internacional al defensor del Valencia, que hoy lidera la Asociación Española de Futbolistas Internacionales (AEDFI) en la que se reúne puntualmente un elenco histórico de varias generaciones: «Mi mejor recuerdo fue en Sevilla, en el España – Dinamarca en el que nos jugamos la clasificación del Mundial de Estados Unidos. Era impensable ganar ese partido, con la expulsión de Zubizarreta. De no haber sido por el apoyo de la afición andaluza… Además, jugar en Sevilla significa partir con un 1-0 de ventaja que después los futbolistas tienen que reflejar en el campo». Ese gol en el Ramón Sánchez-Pizjuán lo materializó Fernando Hierro  (Vélez, 1968), quien tampoco quiere dejar pasar la oportunidad de dejar su impronta en este camino de papel como uno de los defensores más importantes de la historia del fútbol español: «Fue de los días más felices de mi vida porque marqué ese gol. Por cariño y por afecto, siempre recordaré a la afición sevillana. Fue una historia preciosa». Una reescrita en tiempos mejores, mucho mejores, de un equipo que hizo feliz a la gente en Viena en 2008, en Sudáfrica en 2010 y en Polonia y Ucrania en 2012. Y ahora quiere hacerlo en la Eurocopa de Sevilla este 2021 para seguir viendo cuántos centímetros más se puede ensanchar la sonrisa de lo recordado y vivido. Porque la memoria no pierde lo que merece ser salvado.

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