Eurocopa 2016

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«¿Y tú, de dónde eres?»

La afición española, reina de los disfraces, se divierte por las calles de Toulouse sin registrar incidentes y presumiendo de selección antes del estreno de la Eurocopa

La afición española, por Toulouse
La afición española, por Toulouse - ABC

La noche, por muy domingo que sea, se prolonga en Toulouse, vacilando la españolía a los coches que intentan atravesar un estrecho callejón en el centro de la ciudad. El aficionado español, al menos en clave selección, es más de guasa y excitación de la amistad y se suceden las preguntas de rigor. «¿Tú de dónde eres? ¡No fastidies, mi madre también!». Y así en cada esquina.

Con ojeras, la hora del partido exigía madrugón, pues si se juega a las tres de la tarde hay que hacer antes todo lo que conlleva un previo de partido. El español no está acostumbrado a horarios europeos por mucho que luego se ponga el grito en el cielo cuando en la Liga hay fútbol en tiempo de discoteca y la jornada se manejó a contrarreloj y con prisas por apurar el último trago de cerveza. Tocaba ir pronto al Stadium Toulouse, España-República Checa.

Básicamente porque las medidas de seguridad, confirmado, son extremas y registran hasta el pelo. Para acceder al recinto en coche acreditado, 1.000 obstáculos que sortear engañando al GPS y un control tremendo en el que los agentes vacían mochilas, miran debajo de las alfombrillas y rastrean bolsillos. Todo, eso sí, con cierta amabilidad y forzando tres o cuatro palabras en español para demostrar complicidad. Lo típico, «paella», «fiesta» y «olé».

Con una fina lluvia, se otean por las calles grupos desperdigados de españoles, que son los reyes de las pelucas y del disfraz. Hay unos siete u ocho chavales que homenajean a Superman vestidos con los colores de la selección y se hacen fotos con cualquiera que les reclama. Estos días, las cámaras de los móviles cobran todo el sentido para que luego la gente, en cualquier comida veraniega, presuma de sus días de fiesta en Francia animando a los chicos de Del Bosque.

Por cercanía, hay muchos vascos, pero muchos. «Somos de Bilbao, que tiene mérito», cuenta un chico que lidera un pelotón de bicis de alquiler con una camiseta antigua, dando a entender muchas cosas con ese «Somos de Bilbao». «Pues yo de Barcelona», le replican. «¡Joder, eso tiene más mérito!». Sonrisas, vaticinios eufóricos reclamando una goleada (siempre se da un pronóstico o un resultado sin que nadie pregunte) y charlas con la verdad absoluta que tiene todo español, pues hay tantos seleccionadores como habitantes.

Lo mejor de estos días de pelota es el repertorio de camisetas. Las hay prehistóricas casi, roídas y para tirar, pero que valen un tesoro. «Es de Gordillo, de cuando el 12-1 a Malta», presume un joven, andaluz a todas luces y el gracioso de un grupo que devora kebabs en la plaza Capitole. Las calles, especialmente en la noche anterior, acaban como una pocilga y se desprende cierto olor a orín. Pero, y volviendo al tema, lo de las camisetas es para estudiar porque se percibe la pluralidad de la españolía. Iniesta, Xavi, Torres, Casillas e incluso Silva tienen su tirón. ¡Y hasta San José, hay gente con camisetas de San José!

Y toca fútbol, el himno con su «chunda chunda» y los «si es que lo que yo te decía, ese no tiene que jugar». España es así, con su gente y sus cosas. Pero en Toulouse agradecen que no haya rusos o ingleses. «Suerte que no sois rusos», bromea una camarera local, que negocia como puede el griterío. De los checos, poca cosa. Gente silenciosa y que no molesta, que incluso se presta para jugar un partidillo porque faltan piernas.

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