Eurocopa 2016

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Italia

La hora del último fantasista

Lorenzo Insigne es un cuerpo extraño en una azzurra hecha al bloque juventino de Conte

Insigne, con sus compañeros
Insigne, con sus compañeros - AFP

Un coche se para en un semáforo. Aparecen dos jóvenes en moto y uno de ellos saca una pistola. «El dinero y las joyas, lo que lleves». La escena resultará familiar a quienes hayan visto «Gomorra», la celebrada serie de Roberto Saviano sobre la camorra napolitana. Es un método de asalto habitual de las falanges motorizadas de Scampia, el barrio más peligroso de Europa.

Lo que no es tan normal es que el conductor sea una estrella del Nápoles, ni que el ladrón, tras quitarle el Rolex, le pida que le dedique el domingo un gol contra la Fiore.

Esto le ocurrió a Lorenzo Insigne, jugador de la selección italiana, natural y habitante del barrio de Frattamaggiore, no muy lejos, a un cuarto de hora, de Scampia y Secondigliano, donde transcurren las historias de Saviano.

Insigne es napolitano puro y la familia es lo primero. Casado y con un niño, vive puerta con puerta con sus padres y junto a algunos de sus tres hermanos, todos futbolistas. El mejor siempre fue Lorenzo, «il Magnifico», pero tenía el problema de la estatura. En la primera escuela donde fue a probar se lo dijeron. «¿Pero dónde vas, si es más alta la pelota?». Por bajito fue rechazado por Torino e Inter. Luego tendría un entrenador que le haría rematar de cabeza en los entrenamientos: el legendario Zeman -con su 4-3-3- los días de su cesión al Foggia.

Su padre Carmine era operario. La fábrica cerró, y Lorenzo trabajaba de adolescente en un mercado ambulante. Un «scugnizzo», otro tópico napolitano para el niño vivo, con calle. En casa eran seis en sesenta metros. Ahora los ha juntado a todos en un condominio, aunque el padre siguiera con trabajos precarios «para no tocar ni un euro del dinero que mi hijo me da».

Mazzarri le hizo debutar en el Nápoles y le dio un consejo: aíslate. Insigne es casero y su programa favorito es «Made in sud», de la RAI, donde imitan el dialecto napolitano y hacen parodias de «Gomorra». Su única pasión conocida son los tatuajes: tiene más de veinte, todos con significado; la madre, la mujer, el Nápoles… En el gemelo lleva la mano de su niño jugando con su dedo.

Con 1,63 es el más bajo de la Eurocopa. «Soy un jugador brevilíneo», se define. Bajo y ancho. Es un cuerpo extraño en una azzurra hecha al bloque juventino de Conte y donde su condición de extremo queda algo volátil. Apunta más bien a revulsivo y a refugio de los amantes de la figura italiana del «fantasista». El ídolo de Insigne, no por nada, fue Del Piero.

Lo ha dicho Buffon: «Insigne nos dará el salto de calidad»; lo ha dicho Schillaci: «Es el más fantasista de Italia»; incluso lo ha confirmado Maradona, dios local con algo de pelusa: «Tiene talento... pero el Diez es mío».

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