Eurocopa 2016

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Portugal, campeona

Cristiano ganó desde la banda

Lesionado a los diez minutos, apoyó al equipo desde el banquillo, protestó al árbitro y se erigió en el otro selecionador luso

Cristiano ganó desde la banda

Era el partido de su vida. Lo manifestó su amigo Pepe. Después de ganar tres Champions, tras perder en 2004 la Eurocopa en su país, Cristiano abordaba esta final como el gran reto de su carrera. Conquistar un título con Portugal. Conseguir el trofeo más importante del continente para sus compatriotas. Ronaldo es el culpable de que su selección haya llegado hasta el último partido del torneo, como lo ha sido siempre en las buenas actuaciones de la rojiverde en los últimos años. Y en la noche soñada volvió a llorar. Ya rodaron sus lágrimas en Lisboa, en 2004, cuando Grecia les venció a domicilio. Ayer, el mejor futbolista de la historia lusa lloró porque una entrada de Payet le dejó noqueado a los diez minutos del encuentro que soñaba con enmarcar en la historia de su país. Y al final de la prórroga lloró por tercera vez. Eder remató la Eurocopa soñada.

Ochenta minutos antes, el «siete» se había quedado tirado en el suelo tras el choque con Payet. Clattenburg no señaló falta. El francés había golpeado la rodilla izquierda de Ronaldo. El árbitro tuvo que detener el encuentro para que los médicos atendieran al capitán de Portugal. Volvió al campo dos minutos después. Cojeaba. No podía correr. No saltó en un balón aéreo y salió trasquilado.

Distensión de ligamentos

El «siete» se tiró otra vez en el césped. Nuevo parón del encuentro. Pidió el cambio. Quaresma calentó. Pero en la banda los médicos frenaron la sustitución. Intentaron el milagro. Le vendaron con fuerza para ver si el movimiento de la rodilla mejoraba. Regresó al césped.

En el minuto 23 dijo basta. Yació en la hierba por tercera vez. Lloró. El relevo era inevitable. Cristiano fue trasladado en una camilla moderna, de color naranja. Todo el estadio, franceses y portugueses, aplaudieron a la estrella. Los dos seleccionadores, Fernando Santos y Didier Deschamps, acudieron a darle ánimos. No los vio. Sus manos tapaban los ojos, llorosos por perderse el resto de la final.

Su baja conmocionó al público, a los futbolistas e incluso a este colegiado casero, Clattenburg, que castigaba con amonestaciones las faltas visitantes y no las francesas. Ver salir a Ronaldo tumbado, un jugador que casi nunca se lesiona, dejó anestesiados a todos. Francia había dominado a Portugal desde el pitido inicial y la retirada del mejor artillero histórico de la Eurocopa, nueve goles, hizo pensar al resto de jugadores, compañeros y rivales, en la desgracia del triple Balón de Oro. En la desagradable posibilidad de que les sucediera lo mismo en el día más esperado de tu carrera. Los franceses dejaron de mandar en el campo. Quaresma entró al campo en lugar de su amigo y la final continuó aletargada. Todo el mundo pensaba en la ausencia del mito nacional. Los médicos de la Federación Portuguesa diagnosticaron una distensión de ligamentos.

Volvió para apoyar al equipo

Su madre, Dolores Aveiro, acusó a Payet con sarcasmo en las redes sociales: «Se trata de golpear al balón».

Su hijo regresó al campo, en el comienzo de la prórroga, para apoyar a sus compañeros. El tiro de Guerreiro al larguero hizo saltar a Ronaldo, cojo, del banquillo. Y en el golazo de Eder se subió encima de la piña de sus compañeros. Lloró de alegría. Pidió faltas a Clattenburg. Protestó. Cojo, mandó junto a Santos. Ganó dese la banda. El capitán se lesionó en una entrada de Payet. Y Éder le brindó el título soñado.

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