Fútbol

Shabnam Mobarez: «Las mujeres no podemos jugar en Afganistán por seguridad»

Tras estallar el escándalo por abusos sexuales en la federación, las jugadoras afganas se han convertido en la voz por los derechos de las mujeres de su país

Mobarez, durante una charla en el Teatro Goya de Madrid WFS19
Carlos Tristán González

Carlos Tristán González

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Afganistán es uno de esos reductos en los que la mujer pinta poco o nada en la sociedad. Por no poder no puede ni jugar al fútbol , una práctica tan extendida por el planeta que cuesta creer que esté vetada en un rincón por una cuestión de sexo. El fútbol afgano rara vez suele ser noticia, pero el pasado mes de noviembre apareció en los medios de todo el mundo, aunque el motivo poco tenía que ver con el balón. Algunas de las jugadoras de su selección denunciaron haber sufrido abusos sexuales y maltrato por parte de importantes miembros de la federación. Fue entonces cuando iniciaron una campaña con el hashtag #Voice4Voiceless («Voz para las sin voz») mediante la que contaron los oscuros episodios que habían sufrido. Esta acción fue premiada en el World Football Summit 2019 , celebrado en Madrid esta misma semana.

A la entrega de este reconocimiento acudió Shabnam Mobarez, capitana de la selección afgana hasta su renuncia a finales del pasado año. En el contexto de este evento, Mobarez atendió a ABC y narró cómo es la vida de una jugadora afgana: «Comencé a jugar al fútbol cuando me fui de Afganistán a Dinamarca por la guerra en mi país, con apenas siete años . Empecé a jugar de vez en cuando con chicos y luego en un equipo local. Fue en 2014 cuando me llamaron de la selección». Mobarez llegó como una refugiada, empezó de cero y construyó una nueva vida. Con los años declinó jugar con Dinamarca para hacerlo con su país natal, pese a que la decisión implicaba tomar un camino más difícil: «Ser capitana de un equipo como Afganistán ha sido muy complicado en ocasiones, pero es algo que amaba hacer. Fue un honor representar a mi país».

Sin embargo, el pasado mes de diciembre se despidió del brazalete tras rechazar un contrato de la federación. El sueño de su vida, el gran honor, se le escapaba de las manos, pero no tenía otra opción: «Nos prohibían, por ejemplo, tener patrocinadores fuera de lo que te marcaba la federación. Eran muchas cosas las que iban en contra de los valores que he tenido en mi vida y que me empujaron a rechazar aquel contrato. No puedo firmar algo que va en contra de lo que defiendo».

El fútbol como altavoz

Fue en la selección donde conoció a Khalida Popal , una de las que dio voz a las compañeras que fueron víctimas de abusos. Mobarez solo tiene palabras de elogio hacia ella,: «Es la cofundadora de una organización que se llama Girl Power . Trabajamos con refugiados en campos de toda Europa para que puedan reconectar con la sociedad. Lo que hacemos con las mujeres son unos talleres y entrenamientos», cuenta. Mobarez sabe mejor que nadie el poder del fútbol : «Tiene un impacto enorme para cambiar el mundo. En mi caso, por ejemplo, me ha servido para ser mejor persona y me ha ayudado a entender muchas situaciones. Creo que también tiene un componente educacional. En el caso de las jóvenes en Afganistán, puede ayudarlas a hacer que se levanten y peleen por sus derechos»

Mobarez declinó hablar sobre los casos de abusos para esta entrevista, pues es un tema que está en los juzgados. Lo que no rehuyó fue dar su opinión sobre la situación de las mujeres en Afganistán , un país en guerra y acechado por el fundamentalismo islámico. «Ser mujer en Afganistán es muy difícil, en cualquier profesión, porque son los hombres los que controlan el país. Estamos trabajando para progresar porque aún hay muchas barreras que se tienen que superar», explica. ¿Y el fútbol? Ni hablar, claro: «No podemos jugar en nuestro país por cuestiones de seguridad. No estamos seguras en ningún sitio. Todos los partidos que se juegan en Afganistán son masculinos. No tenemos campos de entrenamiento ni se juegan partidos entre equipos femeninos y es por eso por lo que tenemos que irnos a los países de alrededor».

Un panorama desolador en un país que va a contracorriente y cuyas mujeres, bajo amenazas, son las encargadas de luchar y reclamar unos derechos que no se les reconoce por ley. Este último premio sirve de altavoz, algo que Mobarez agradece: «Se reconoce nuestro sacrificio y nos da la esperanza de ser la voz del resto de mujeres . También significa que alguien en la comunidad del fútbol se preocupa por nuestra situación en esta región». Mobarez no está sola en esta pelea, la acompañan todas sus compañeras y muchas de sus compatriotas, que aunque permanezcan en un silencio impuesto, ven en la selección de fútbol una esperanza de ser libres : «Rezo por que podamos seguir adelante. Estamos progresando lentamente para tener un gran impacto en el deporte y lo estamos haciendo uniéndonos todas las mujeres».

El fútbol femenino en Afganistán es un ejemplo más de lo mucho que aún queda por hacer por la mujer en el mundo. Mobarez tuvo que huir de un país como consecuencia de la guerra -«no tuve infancia hasta los siete años que llegué a Dinamarca», cuenta- y encontró en su nueva patria un balón con el que salir adelante. «Fue la mejor parte de mi niñez, cuando empecé a jugar al fútbol». Apenas viaja a su país natal un par de veces al año y lo hace sobre todo por el deporte. Preguntada sobre cómo se definiría como futbolista, Mobarez calla, reflexiona y responde: «Me considero una líder en el campo que siempre quiere ganar. Una luchadora, quizá».

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