Pablo Marí

La carambola que cambió la vida del primer español en la final de la Libertadores

El central valenciano atiende a ABC antes de jugar el primer desenlace a partido único del gran torneo de clubes de Sudamérica

Marí, a su llegada a Lima, el miércoles EFE

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El ruido, tan importante a la hora de poner y quitar focos, hizo de la final de la Copa Libertadores del año pasado un acontecimiento que cobró una súbita importancia para el aficionado europeo, no digamos el español, quien se topó de bruces con un evento de dimensiones gigantecas en pleno Bernabéu. No hay ni punto de comparación con el que acompaña al desenlace de este año, pero el silencio está lejos de acompasar la previa de este River Plate-Flamengo (21.00 h, DAZN). La primera final a partido único de la historia del torneo cambió de sede por motivos políticos –del Nacional de Santiago de Chile se desplazó al Monumental de Lima por la convulsa situación política que atraviesa el país que preside Sebastián Piñera–, el actual campeón, con un Marcelo Gallardo ungido mito Xeneize, viene de negar la revancha a Boca Juniors en las semifinales y Flamengo, un club con una masa social desbordante –se ha habilitado Maracaná para que la afición pueda reunirse y ver la gran cita– afronta el reto de levantar una copa que no huele desde hace 38 años.

Uno de los aliños que pueden ser del gusto del futbolero español medio para esta final de la Libertadores será que por primera vez habrá alguien nacido en nuestro país que la dispute (antes lo hicieron Marcos Senna y Raúl Amarilla, el primero de origen brasileño y el segundo paraguayo). Su nombre es Pablo Marí , un valenciano de 26 años que terminó en la cantera del Mallorca, voló al Nàstic y firmó por el Manchester City de Guardiola en 2016, trampolín desde el que saltaría, siempre como cedido, a Girona, NAC Breda y Deportivo de La Coruña. Con los catalanes logró un ascenso a Primera, en Holanda una permanencia meritoria y en Galicia se quedó a centímetros, los que separaron su cabezazo de las mallas de Son Moix en el partido de vuelta del último playoff . Sucedió entonces una carambola de esas que cambian carreras: Jorge Jesús, recién llegado a un Flamengo que estrenaba proyecto de chequera gruesa, pidió al equipo de scouting un central zurdo, fuerte y con buena salida de balón. El «Fla» puso un contrato sobre la mesa y en 72 horas el acuerdo estaba firmado.

«El proyecto que me planteaba el Flamengo era luchar por títulos. A cualquier jugador le apetece. Fue una decisión muy rápida, porque era algo que no me ofrecían ni en España ni en Inglaterra», confiesa al otro lado del teléfono Marí. No niega que sus planes pasan por volver, pero ni en sus mejores sueños se transporta a un escenario más idílico en lo que respecta al balón: no ha perdido más que un partido desde que aterrizó , el 4 de agosto, 25 triunfos consecutivos desde entonces para el equipo carioca, que ha tiranizado un Brasileirao al que solo le falta el lazo.

Un aprendizaje continuo

Es el desenlace propicio para este Flamengo, lanzado a la pesca de nombres notables en el mercado europeo, en una relación que hasta la fecha sólo tenía una dirección. Los millones ingresados por Vinicius, entre otros, posibilitaron un lavado de cara tremendo, con el prestigio de Jorge Jesús a los mandos e ilustres de la talla de Filipe Luis o Rafinha en el campo. Lo está aprovechando Marí: «Jugar con esta gente, aparte de que te nutre de ideas cada día, es un aprendizaje continuo. Rodrigo (Caio, el otro central) y yo somos más jóvenes, y tener a Filipe y Rafinha a los lados... Nos hablan cada partido, nos dicen lo que debemos hacer según el delantero. Una pasada», presume el defensor. De su nuevo técnico, un icono tras su labor en Portugal, dice que «exige mucho, pero también da pie a bromas, a que haya buen ambiente». «Ha cambiado la concepción del fútbol que se tenía en Brasil. No es fácil instaurar los conceptos europeos aquí, donde lo habitual es ver un juego anárquico, priorizando las jugadas individuales sobre el equipo. Las transiciones son muy rápidas, con los delanteros haciendo muchas jugadas», añade.

Marí vive en Barra da Tijuca, en la calma de un complejo de apartamentos con seguridad privada –«aquí necesitas eso»–. «Hacemos la misma vida que en Coruña», resume el valenciano, instalado junto a su mujer y su hijo, Pablo. La boda fue hace poco, en Brasil. Además de en marido, la mudanza le ha convertido en un trasunto de influencer : Llegó a Río con 6.000 seguidores en redes sociales y ya tiene más de 750.000. Y todo por unos centímetros, los que separaron a aquel balón del gol que hubiese supuesto el ascenso del Dépor: Marí tenía firmada la renovación en caso de que se produjese.

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