La otra Cataluña celebra el regreso de la selección

¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche. Y al despertar, ya mi vida sabrá algo que no conoce. Será, será esta noche ideal que ya nunca se olvida. Podré reír y soñar y bailar disfrutando la vida». Sonaba Raphael a todo trapo por megafonía mientras la grada coreaba la canción, ávida de ver por fin a la selección. Liberación en Cornellá. La Cataluña silenciosa pudo echarse a la calle enfundada en camisetas rojas y ondeando banderas españolas sin temor a la censura conciudadana. Los aficionados tuvieron que esperar 18 años para celebrar por todo lo alto y sin cortapisas el regreso del combinado nacional a Barcelona. Por unas horas Cornellá fue ajena al ruido político que suele sacudir a la Ciudad Condal con todo lo que huele a españolidad. Preparó con cuidado la Federación el escenario para el deseado regreso y no pudo escoger un lugar mejor. Clima festivo y total normalidad en los aledaños del RCDE Stadium . Banderas españolas en la grada agitadas y exhibidas con orgullo por una afición deseosa de alentar al equipo de Luis Enrique. Los 35.444 seguidores que poblaron las gradas, cifra oficial de asistencia, disfrutaron de lo lindo. Una fiesta mayor.

El hambre de selección era palpable. A las tres de la tarde ya se congregaron los primeros aficionados en los aledaños del estadio del Espanyol portando banderas. El rojigualda tiñió Cornellá , un municipio del área metropolitana de Barcelona que, con sus más de 85.000 habitantes, mantiene una histórica tradición socialista. Antonio Balmón, en el cargo desde 2004, gobierna con la mayoría absoluta que le confieren los 14 concejales que su partido tiene en el consistorio y que contrastan con los cuatro de Esquerra Republicana. Solo la suave pero persistente lluvia deslució el primer acto organizado en torno al partido contra Albania: la caravana de vehículos que debía dirigirse desde la zona noble de la Ciudad Condal hasta el estadio perico. Pero la Fan Zone hirvió al ritmo de Melendi, Sabina, Estopa e incluso Peret. Nada como una rumba para elevar la moral. «Esto es una fiesta, es de los mejores días de mi vida. El próximo objetivo es disputar un partido oficial en el Camp Nou», explicó a este períodico Nacho Pla, presidente de Barcelona con la Selección. La plataforma llevaba más de seis años intentando que España jugara en esta ciudad.

Ambiente festivo en la que no dejó de escucharse el «Que viva España» de Manolo Escobar o el «Yo soy español, español, español» que se popularizó durante el Mundial de Sudáfrica. Padres, hijos y nietos paseaban con bufandas de la selección y con camisetas de la selección (sobre todo de Xavi e Iniesta). Empeñados en que nada empañara la fiesta, los propios aficionados reprendieron a un grupo que durante unos instantes mostró una bandera preconstitucional. «Tenemos que cuidar mucho los símbolos que se muestran porque se desluce la fiesta», explicó a este diario Javier Megino, presidente de Cataluña suma.

Dentro del estadio prosiguió la fiesta. La alineación se jaleó con ganas, mientras ondeaban las banderas. Y ni Luis Enrique fue tan aclamado en el Camp Nou en sus mejores tiempos, cuando ganó el triplete con el Barça. El himno español sonó multiplicado por las más de 35.000 gargantas que acudieron a Cornellá, donde la afición no paró de animar durante todo el partido. Con los goles, la apoteosis. Y durante las fases aburridas se encargó de poner la sal y la pimienta. Pidió Luis Enrique a sus jugadores cariz de partido oficial y los seguidores respondieron unánimes. Una gran fiesta rematada con una victoria. Una noche feliz.