10 años como campeones del mundo

Llorente: «Ante Portugal demostramos que había más que tiquitaca»

Tuvo solo esa presencia en el Mundial, pero el delantero navarro revolucionó por completo los octavos de final. «Salí con ganas de dejarme el alma»

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En la España de los bajitos, un tallo de casi dos metros revolucionó por completo los octavos de final. Fernando Llorente (Pamplona, 26 de febrero de 1985) puso patas arriba el Green Point de Ciudad del Cabo y todavía se acuerdan de él en Portugal, una pesadilla para los centrales lusos porque les dio la matraca desde que saltó al césped en el minuto 57. De repente, el rondo infinito del equipo de Del Bosque encontró una alternativa y apostó por la verticalidad y por las ventajas que le proporcionaba el espigado delantero, tan decisivo como lo fue Villa después con su gol. Llorente, cuya actitud y compromiso siempre pone en valor Vicente del Bosque, no jugó ni un minuto más después de aquella velada, y eso que hizo méritos de sobra. No alzó la voz jamás, un ejemplo del compañerismo que imperaba en esa caseta. Eso sí, siempre podrá decir que tuvo un papel fundamental para que España cosiera esa estrella tan deseada hace diez años en Johannesburgo. Llorente sale en la foto, y bien que se lo merece. El ahora jugador del Nápoles recuerda emocionado aquel 29 de junio para ABC y destaca la terrible exigencia que había en ese equipo.

¿Qué le viene a la memoria de aquella noche contra Portugal?

El partido fue muy duro, muy intenso. Como se suele decir, un partido de esos a cara de perro. La verdad es que ellos nos tenían muchas ganas porque nosotros éramos favoritos y se notaba en cada acción esas ganas que nos tenían. Fue muy duro. En la primera parte, sobre todo, no estuvimos nada cómodos. Ellos tuvieron alguna que otra ocasión de peligro y a nosotros nos costaba llegar y tener oportunidades.

Aunque era eliminatoria, ¿llegaron más liberados después de las angustias de la fase de grupos?

Sí. Perdimos ese primer partido y todo se complicó. Pero, a su vez, a partir de ahí empezamos a creer más en nosotros. Hicimos dos buenos partidos ante Honduras y ante Chile y eso sirvió para coger confianza. Fuimos creciendo partido a partido y ganamos esa fe.

¿Qué le dijo Del Bosque cuando iba a salir al campo?

Del Bosque, antes de entrar, me dijo que hiciera lo que sabía. Que fijara a los centrales, que diera salida al equipo, que intentara ayudar en todo lo que pudiera. La verdad es que salí muy concentrado, con ganas de dejarme el alma en el campo. Tuve incluso alguna que otra ocasión para haber metido mi primer gol en el Mundial. Fue una pena que no me entraran porque hubiese sido maravilloso, un sueño.

Fue fundamental su aportación, dio muchas alternativas al juego de España y era la evidencia de que se podía utilizar otro fútbol si era necesario.

Sí, ya en el campo, di bastantes soluciones. Me peleé mucho con los centrales, me rompieron la camiseta incluso de tanto forcejeo. Se habló mucho de todo esto. Era la demostración de que este equipo también podía jugar de otra manera, no solo con el tiquitaca del que tanto se hablaba. Éramos capaces de tener un juego más directo conmigo según como se diera el partido. Y también podía ser un método muy eficaz.

Tuvo solo esa presencia, pero todos coinciden, el primero Del Bosque, en asegurar que fue la clave para derrotar a Portugal.

Es verdad que todos alabaron mi entrada ese día y mi papel, todos le dieron mucha importancia a esa participación. Yo quedé muy contento de haber podido ayudar al equipo. Fue muy importante, desde que entré en el campo mejoramos muchísimo tanto en juego como en ocasiones y pudimos meter el gol que nos dio muchísima confianza, nos vinimos más arriba todavía con ese pase a cuartos de final.

«Me peleé mucho con los centrales, de tanto forcejeo me rompieron la camiseta»

¿Echó de menos más minutos después? En cualquier caso, se insiste en que parte del éxito es que en ese equipo reinaba un gran espíritu de grupo.

Me quedé con ganas de jugar más minutos, por supuesto, pero como el resto de jugadores que participaron menos. Incluso algunos no llegaron a jugar. En un grupo siempre pasa esto, el entrenador tiene que decidir sobre 23 jugadores y de salida solo pueden estar once, más los tres cambios de después. Nunca es fácil para un entrenador. Lo importante en un grupo es que todos entendamos esto e intentemos aportar si llega el momento. Si los que no juegan se mosquean, en vez de aportar están poniendo piedras en el camino. Por eso creo que, en ese sentido, fuimos un grupo maravilloso y todos fuimos fundamentales para conseguir el Mundial.

¿Qué supuso Sudáfrica para usted?

A nivel personal supuso un sueño. Cualquier jugador se imagina algo tan grande, lo sueña. Te da mucha confianza para seguir consiguiendo logros individuales, para seguir mejorando, para seguir siendo cada día mejor jugador.

A partir de esa victoria, ¿se dan cuenta de que realmente se podía ganar el Mundial?

Pues sí, la verdad es que, ya te digo, íbamos cogiendo confianza y cuando vas pasando eliminatorias crees más en ti. Crees que todo es posible y vas a por ello. Nunca es fácil lo que conseguimos, pero siempre hay que creer. Así llegamos a conseguirlo.

¿Qué tenía de especial aquella selección?

Coincidimos una generación de jugadores impresionante. Para mí, era un sueño poder estar ahí, compartir vestuario con tantos jugadores tan increíbles, con tanta calidad... Es que en cada entrenamiento me sentía un privilegiado por poder estar ahí, aprender de ellos, mejorar con ellos. Tenías que estar muy puesto en cada entrenamiento porque el nivel era tan alto que si no lo estabas, quedabas mal. Era algo que te hacía exigirte más, te hacía subir tu nivel a lo más alto. A su vez, había un ambiente y una armonía que daba gusto. Teníamos un grupo espectacular y todos nos llevábamos muy bien.

¿Se puede comparar algo con ese título?

Es difícil comparar algo con esta alegría. Era la primera vez en la historia. Y en un Mundial sientes a todo un país detrás de ti. Es incomparable en cuanto a algo deportivo, es lo más grande que se puede conseguir. Fue increíble.

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