Salvador Sostres

Johan Cruyff y la felicidad

Este Barça es heredero de dos proyectos, el de Cruyff y el de Guardiola, separados en el tiempo pero basados en una idea

Salvador Sostres
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El Barcelona que hoy conocemos es fruto de dos proyectos separados por el tiempo pero que son la continuidad el uno del otro, y que se basan en las mismas personas y en la misma idea.

El primer proyecto, el más fundamental y que fue la base del segundo, lo fundó Núñez y lo creó Cruyff. Después del motín del Hesperia (abril de 1988), en que la práctica totalidad de la plantilla pidió la dimisión del presidente, Núñez solucionó unas deudas con Hacienda que Cruyff había contraído en su época de jugador y se trajo al holandés la siguiente temporada con la idea de que una figura carismática le salvara la presidencia.

Cruyff fue más allá de lo que de él se esperaba y creó un nuevo estilo de juego, basado en las enseñanzas de Rinus Michels y en su experiencia como jugador.

Consiguió que todas las categorías futbolísticas del club jugaran a lo mismo, de modo que el Barça pasó de cuidar con amor a su Masía a entrenarla además con inteligencia. Tras dos años ganando títulos menores -una Recopa (1989) y una Copa del Rey (1990)- el Barcelona llegó a ganar cuatro Ligas seguidas (1991, 1992, 1993, 1994) y su primera y tan ansiada Copa de Europa (1992). Por lo bello que fue el juego de aquel equipo, recibió el nombre de «Dream Team». El Barça dejó de quejarse y empezó a deslumbrar y a ganar.

Tras dos años sin títulos, Núñez echó a Cruyff, partió al barcelonismo por la mitad y dejó al equipo a la deriva. Pese a ganar dos Ligas, Van Gaal (1997-2000) nunca fue un entrenador querido. A Bobby Robson (1996-97) le recordamos más con ternura que por sus conceptos -si es que los tuvo- futbolísticos. Eso por no hablar de la deprimente era Gaspart.

Sólo salimos de la tiniebla cuando Joan Laporta llegó a la presidencia y volvió a encomendarse al espíritu de Cruyff, que estuvo detrás de todas las decisiones fundamentales. Por consejo suyo fichamos y echamos a Frank Rijkaard. Él fue quien le dijo a Laporta: «Confía en él, está preparado», cuando se debatió el ascenso de Guardiola al primer equipo.

«No te arriesgues más»

En aquel momento Laporta venía de superar por los pelos una moción de censura, y tras la última mala temporada de Rijkaard, el ambiente estaba muy enrarecido. En una cena durante los días en que Laporta meditaba si confiaba en Guardiola como primer entrenador un amigo mío le dijo: «No te arriesgues más, apuesta por lo seguro, y ficha a Mourinho». Y Laporta le respondió: «El Barça en el que yo creo responde a una idea que es justo lo contrario de lo que hace Mourinho. Si en el mundo sólo quedara un entrenador, y fuera Mourinho, el Barça jugaría sin entrenador». Su valentía y coherencia tuvieron premio.

Pep, más trabajador y obstinado que Cruyff, dio la forma definitiva a las ideas del genio, exprimiéndolas hasta su último provecho. Los conceptos fueron los mismos, pero los jugadores fueron excepcionales y el esfuerzo mucho más intenso. Cuando Pep decidió marcharse (2012), ya bajo la presidencia de Sandro Rosell, se impuso la continuidad con Tito Vilanova, hasta que tristemente falleció. Ante la necesidad de fichar a su primer entrenador -Tito fue en realidad un breve bis del proyecto Laporta/Guardiola-, Rosell devolvió al Barcelona a los vicios de la más oscura etapa del nuñismo, fichando por capricho al Tata Martino (2013). Tuvimos exactamente el fracaso que esperábamos.

Pacto de no agresión

Con Rosell materialmente huido de la presidencia del club, su sucesor Bartomeu fichó la temporada pasada a Luis Enrique para salir del paso, y la aventura empezó tan mal que ahora hace un año, Messi y el técnico no se hablaban y el club medió en favor del astro, y desautorizando al entrenador. En enero las cosas se calmaron, gracias a la mediación de los capitanes se llegó a un pacto de no agresión, y el Barça acabó ganando la Copa, la Liga y la Champions con una autoridad incontestable.

El fútbol de Luis Enrique -menos hermoso pero más letal, más vulgar pero más eficaz- es la versión quinqui del ballet de Cruyff y de Guardiola; y aunque hace un año estaba Lucho más cerca de marcharse que de ganar nada, todo parece indicar que va ser el artífice de la tercera entrega -versión navajera- del fútbol total con que Johan nos enseñó a ser felices y a ganar.

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