La Champions cuestiona la labor de Guardiola en el City

El batacazo ante el Olympique de Lyon es el cuarto seguido del City con el técnico catalán, al que le tiembla el pulso fuera de las competiciones domésticas pese a un gasto de 800 millones

Guardiola gesticula en la derrota ante el Lyon EFE

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Esta competición es tan puñetera que se arroga para sí sola la potestad de poner la nota que definirá el trabajo de toda una temporada en un club. Una derrota a destiempo en la Champions League conlleva suspensos en plantillas que pueden haber dominado con puño de hierro el resto de competiciones durante meses. En entrenadores cuya labor excede el resultado inmediato, entregados, en ocasiones, algunos de los mejores años de su carrera para reciclar la identidad de clubes astronómicos. En equipos que, a fin de cuentas, planifican sus temporadas más allá de las eventualidades que puedan surgir en una competición tan particular como ésta. El caso de Pep Guardiola encontró acomodo en estas palabras en más de una ocasión, si bien la eliminación sufrida el pasado sábado ante el Olympique de Lyon excede lo digerible en circunstancias tan particulares como las que su Manchester City maneja.

Cayó el de Sampedor por cuarto año consecutivo sin pisar unas semifinales de Champions, impensable patinazo cuando asumió el proyecto que amenazaba con poner a temblar el esqueleto de la aristocracia europea. Así fue mientras no rodó la pelota, con una inversión que alcanza los 800 millones de euros y que no tiene parangón en el planeta fútbol, al margen de que los gastos hayan sido tan disparatados como los 55 millones de euros pagados por John Stones.

El despilfarro alcanzó el paroxismo en el momento en que el órgano de control de la UEFA sancionó al City con dos años sin jugar en Europa, infringidos los límites del «fair play» financiero por los petrodólares del jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahayan y revocado a última hora el castigo por el TAS.

Lejos de celebrarlo sosteniendo ese cartel de favoritos que le granjeó eliminar al Real Madrid , el Manchester City volvió a despeñarse ante un rival inferior. Ya le ocurrió en el trienio previo. Primero ante el Mónaco del emergente Mbappé en octavos (2017), asumible para el clásico año de adaptación como la que se presupone que requiere un técnico que pretende inculcar ideas tan particulares en un fútbol tan genuino como el inglés. Superado el aprendizaje, llegó el doble batacazo en cuartos de finales ante equipos Premier, primero el Liverpool (2018) y después el Tottenham (2019). Y ahora el Lyon, el mismo equipo que ya venció a los citizens (2-1) hace dos años, verdugo también de la Juventus de Cristiano en octavos, séptimo en la última Ligue 1.

Cuestionado

El problema no parece casualidad a la luz del juego, la prueba del algodón que tantas veces ha rendido a la crítica a los pies del preparador catalán, sirva el título liguero ganado la temporada pasada como ejemplo. En la Champions se apagan las luces , y por ahí viene buena parte de la crítica que los analistas de Reino Unido dedican a Guardiola. El sábado alineó a cinco defensas de inicio, en un dibujo extraño que poco tenía que ver con la valentía que definió las mejores tardes de los equipos del ex del Bayern de Múnich. Con los dos Silva, Mahrez o Foden en el banquillo, el equipo se agarrotó, sujetado De Bruyne por la poblada zaga del equipo de Rudi García y desorientado atrás ante la falta de ese dominio con el balón que funciona como una brújula para el City.

El pavor a un nuevo fracaso se extendió también entre los jugadores, abundantes los fallos individuales entre los ingleses. Si en el gol de Cornet la ocasión surgió de un balón largo a la espalda de la defensa en el que Fernandinho y Walker se desconectan de la jugada, el tercero llega tras un fallo grosero de Ederson, por no hablar de la ocasión para empatar desperdiciada por Sterling en el 85. « Hemos cometido errores y en esta competición no puedes fallar», analizó el técnico. Síntomas locales de un fallo orgánico al que Guardiola se refirió como «barrera» y que, se llame como se llame, pone en cuestión su labor en Mánchester.

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