Entrevista

Bruno Soriano: «La lesión estaba las 24 horas en mi cabeza»

El mediocentro del Villarreal, de vuelta tras tres años parado por una lesión que se fue complicando, desgrana los entresijos de una recuperación tormentosa

Bruno Soriano, en el primer partido tras su lesión, frente al Sevilla EFE

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Habla ahora, futbolista de pleno derecho tras meter cabeza en un Villarreal que aspira a colarse en la próxima Champions después de un arreón final de aúpa (hoy recibe a la Real Sociedad a las 19.30 horas), quizá porque nunca nunca se reconoció de otra manera. Nada se ha sabido de Bruno Soriano (Artana, 1984) durante los últimos tres años, los que le llevó luchar en la sombra contra una lesión de rodilla que se complicó hasta límites absurdos. Recuperado ya de pleno para alegría no sólo de Javi Calleja, sino del aficionado al fútbol, repasa con ABC los pormenores de su tormento.

—¿Cómo está?

—Todo bien. Entrando con el grupo a entrenar y a hacer más cosas.

—¿Quedan molestias?

—Ninguna.

—Cuando se lesiona era uno de los mejores mediocentros de la Liga, habitual con la selección española. Visto con perspectiva, ¿duele más por las circunstancias?

—Me dolió que se fuese alargando tanto. Me dijeron que iban a ser tres o cuatro meses. Va pasando el tiempo y después de la operación tenía molestias en el escafoides, en la rodilla, en el tendón rotuliano, que eran cosas que siempre había tenido bien. Y la cosa se va alargando. Me duele, pero ya no sólo por la selección, que para mí nunca había sido más que un premio, sino por mi equipo, que siempre ha sido lo que más he valorado.

—¿Cómo se gestiona esa angustia de ver qué quizá su mejor momento está yéndose frente a sus ojos?

—Es difícil. Al final, lo peor de estar lesionado era no tener fecha de regreso. Si te rompes el cruzado son siete u ocho meses y estás bien. Hacía lo que mis médicos me mandaban, diferentes tratamientos para el rotuliano, el escafoides… El dolor del escafoides lo tuve año y medio, no podía casi apoyar el pie, me dolía muchísimo al golpear.

—Tampoco debía ayudar ver cómo el trabajo, lejos de dar frutos, le reportaba dolores nuevos.

—Yo tenía varias molestias. Intentas ir solucionando poco a poco todo. Lo del pie era muy desesperante porque no se iba. Infiltramos, utilizamos una cámara hiperbárica por la que tenía que ir al hospital todos los días… de todo. El Villarreal se ha portado muy bien. También toda la gente que me ha tratado en Barcelona, en La Coruña, en Vitoria… Hay muchas cosas que se quedarán ahí, en la sombra.

—¿Cuáles eran sus peores momentos?

—Lo peor eran dos cosas. La primera, ir al estadio y no poder jugar, y luego quedarme en casa en los viajes. Y la segunda, que creo que es cuando peor me sentía, eran los días en que por fin volvía a entrenar con el grupo y me lesionaba otra vez. Es como volver a empezar el tratamiento de cero, piensas en los meses que se te vienen en cima, en buscar cosas nuevas que puedan acelerar el proceso… Esos momentos son terribles.

—¿Cuántas veces le ocurrió esto?

—Pues igual fueron ocho.

—Siempre ha dado la imagen de un hombre maduro, tanto por su personalidad fuera del campo como por lo que hacía dentro. ¿Alguna vez ha pensado en cómo habría sido todo esto de haberle cogido con veintipocos?

—Nadie está preparado para una cosa así. Sobre todo cuando estás jugándolo todo en tu equipo, noventa minutos sin descanso, y no conoces otra rutina que la de viajar y jugar. La mía pasó a ser quedarme en casa, en el gimnasio cuando mis compañeros entrenaban, en la grada con mi familia cuando jugaban. Son situaciones que cuestan muchísimo. Estaba enfadado, solo me quería ir a casa y pensar en volver a entrenar pronto. Me costaba muchísimo dormir. Cuando estás un día sin dormir no pasa nada, pero cuando ya llevas una semana, que no te queda otra que bajar a ver la tele para ver si mejoras… Lo comenté con mi doctor, que ya me veía mal. Tú intentas estar bien, pero es muy duro.

—Pidió ayuda psicológica.

—Él me ofreció trabajar con un chico de aquí, de Castellón.

—¿A quién se agarraba?

—Me gusta trabajar a la sombra, a mi aire. Ya cuando estaba bien, el fútbol era lo primero. No salía de casa para recuperar mejor. No he tenido mucha vida social estos tres años. Principalmente, he estado recuperándome en casa. Mi famila y mis amigos ni me preguntaban, ya sabían que no iba bien. Entiendo perfectamente a la gente, parece que si no preguntan no les interesas. Cuando lo hacían les comentaba un poco, pero con mi familia sobre todo prefería hablar de otros temas, no de fútbol. La lesión estaba veinticuatro horas en mi cabeza.

Fernando Roig, presidente del Villarreal, y Bruno Soriano VILLARREAL FC

—Cazorla y Asenjo.

—Santi y Sergio son casos especiales por lo que ya han pasado (el asturiano estuvo dos años sin jugar y pasó ocho veces por el quirófano; el portero ha superado cuatro roturas del ligamento cruzado anterior). Pero es lo mismo, a veces pasan por tu lado y ya ni te preguntan. Saben que prefieres que te dejen trabajar.

—¿Cómo ha sido su día tipo en estos tres años?

—Ha habido muchos cambios en función de las lesiones. He tenido épocas de ir a La Coruña, con Iván Bennasar, que me ayudó muchísimo. Otras en la que he estado en Barcelona, o en Vitoria. Pero lo típico era levantarme, ir a la ciudad deportiva y hacer todo lo que te dicen para que las diferentes molestias mejoren. Así van pasando los días.

—¿Qué fue lo que le convenció de que merecía la pena seguir cuando parecía todo perdido?

—Al principio no pensé en rendirme, pero cuando ya llevas mucho tiempo luchando se hace muy duro y piensas que a lo mejor no puedes volver a jugar, que toca apartarte y ya está, sin más, no pasa nada. Tuve suerte de que ya era mayor, con veinte años hubiera sido mucho peor. Me hizo tirar para adelante la gente que he tenido cerca, mi médico, los fisios, mi readaptador… En ese sentido, ellos siempre me decían que había que pelear. Les he hecho caso y al final no es una victoria mía, el día que volví fue una victoria de mucha gente.

—¿En qué ha cambiado?

—Valoro más los pequeños detalles, cada cosa que haces y cada oportunidad que tienes. Antes, cuando me perdía un partido se terminaba el mundo. Ahora, con todos los que han sido, te das cuenta de que a lo mejor perderte uno no es tan grave. Sólo el hecho de viajar con mis compañeros, estar con ellos, de broma, jugar y competir, son cosas que me hacen muy feliz.

—¿Qué ha hecho durante todo este tiempo cuando no estaba tratándose?

—Mi vida en estos tres últimos años ha consistido en recuperarme. Es verdad que igual salía más a comer, pero igualmente eran muy pocas veces. E incluso cuando lo hacía la cabeza se me iba enseguida a la recuperación, a irme rápido para descansar y estar bien al día siguiente.

—Nunca ha sido un jugador pesado, pero se le ve especialmente delgado. ¿Ha sido algo que le han aconsejado los médicos?

—Nunca he sido de coger peso, incluso cuando estoy parado. Me alimento bien, estoy pendiente de los detalles para competir al máximo nivel. Pero tampoco he cambiado muchas cosas. A lo mejor no he hecho tanto trabajo en el gimnasio. Estaba pendiente de la rodilla y de que todo estuviese correcto y ahora sigo igual: no toco muchas pesas y como bien, lo justo para estar a tope.

—Haber vuelto es un triunfo. ¿A cuál aspira ahora?

—Uno siempre quiere volver a su mejor versión, entreno para ello y quiero volver a ser titular, aunque ahora el equipo está muy bien y me alegro. Antes era muy ansias, y en eso he mejorado. Hay que valorar de dónde vengo, es mucho tiempo, necesito ritmo, sumar cuando salgo. Quiero acabar bien y ver qué pasa. Lo único que me mueve es el Villarreal, no podría hacer otra cosa que no tenga que ver con el amarillo.

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