Selección española
El «9» de España, un problema generacional
Pese al gol postrero de Gayà, que hizo justicia al esfuerzo español, el juego de la selección evidenció falta de resolución y peligro en la delantera
Alemania y España presentaban dos proyectos de reconstrucción desde las ruinas del «estilo». Más tiempo ha tenido Low para ello, y se notó de inicio. El fútbol moderno, actualísimo, se parece a los automóviles (jugaban en Stuttgart , ciudad pionera de la automoción). Igual que los coches de ahora son formas híbridas entre el utilitario, el deportivo, lo familiar y monovolumen, los equipos adoptan formas diversas. Alemania era a la vez ofensiva y presionante, con toque y cinco defensas. No era casual que su cuerpo técnico, de negro absoluto, parecieran unos Kraftwerk del banquillo. Por eso su dominio inicial pareció normal. Surgió ahí la manopla tensa de De Gea.
Pero España reaccionó, a partir de las muy audibles instrucciones de Luis Enrique , que ajustó y subió la presión con cuatro voces. Estos entrenadores son como la conciencia defensiva del futbolista, España subió la famosa línea e hizo pasar apuros a los centrales alemanes. También comenzó a explotar las bandas, especialmente la del debutante Ferran Torres, que en la izquierda formaba un corredor mediterráneo, un eje valenciano con Gayà hasta el central Pau Torres.
Luis Enrique ha tenido pocos días de trabajo, pero se nota su impronta. Es un hombre con presencia ya, con un carisma indiscutido. Su carácter, reconocido, está temperado de madurez y sabiduría y el conjunto transmite. Tampoco es un retórico. No se adorna. Dijo esta semana que no cree en las transiciones, por ejemplo, acostumbrados como estamos a esa «transición dulce» de Del Bosque en la que llevamos una década.
España, por tanto, se fue enderezando ya en la primera parte, pisando campo ajeno. Alemania tampoco se sintió mal a la contra, aprovechando el rompe y rasga de Werner , un nueve con presencia, potente en el desmarque y malicioso en el área, como demostró en el gol. Peligroso de cerca y peligroso de lejos.
España, en cambio, sigue chata, lo que ya parece una costumbre, un rasgo más. El gol final del defensa Gayà , que hizo justicia al empeño del equipo, no oculta los problemas arriba. El «9» es un problema generacional como lo fue en los 80. Falta gol y presencia física en el área. Potencia, peso, velocidad o músculos. Ya no solo el gol. España parece un equipo sin punta, inerme.
El Madrid es un ejemplo cercano de equipo que se ha enfrentado a la escasez de gol con más defensa y más mediocampo. España no ha hecho ese retoque, y está lejos de hacerlo porque, para empezar, la defensa también está pendiente de definirse. Exigiría además un cambio sobre el cambio: si se ha añadido verticalidad y presión al viejo toque, se trataría ahora de optar también por otro tipo de futbolista, del que quizás carecemos. Somos lo que somos: los bajitos a los que Luis Aragonés dio autoestima.
Sin delantera, pues, España es un como un país sin industria, sin ejército o sin I+D+i. Agradable, pero no decisivo; bueno, mediano, pero nunca temible. La España de Luis Enrique se tendrá que ir definiendo en esta Liga de Naciones, como el país que busca entre los demás su ventaja comparativa. La frescura distinta de Ansu Fati puede ser fundamental.
A medida que el partido caía en un predecible ir y venir, y lo anterior iba quedando claro, se pudo advertir que el fútbol sin público tiene mucho de entrenamiento cualificado, de ejercicio o relación íntima entre el futbolista y el entrenador, sin el tercer actor que es el espectador. Sin grada no hay florituras, alardes. Es como si con el rumor del público se hubiera ido también el azar del fútbol, su capricho, y todo fueran carreras jaleadas por un entrenador. Visto así, Luis Enrique tiene un año técnico por delante para formar un equipo que transmita una sensación convincente de miedo (al rival) en la Eurocopa de 2021. Va a costar.
