Fórmula 1

Prestigio deportivo, armas y atracos se dan la mano en Interlagos

En el exterior del circuito de Sao Paulo se suceden cada año los asaltos a los pasajeros de la F1. Los pilotos suelen acceder en coches tintados o en helicóptero

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En Brasil, como en todos los circuitos del Mundial, los pilotos aspiran a que sus monoplazas sean siempre más rápidos y más ligeros. Pero para acceder a Interlagos, donde se ubica el trazado en uno de los barrios más pobres de Sao Paulo, los protagonistas de la F1 escogen vehículos blindados con lunas tintadas, coches con chóferes locales o guardaespaldas expertos, escolta policial o, en muchos casos, helicópteros que esquivan el peligro y el infernal tráfico de una ciudad en permanente atasco de 20 millones de habitantes . En Interlagos se reparte prestigio deportivo, títulos, llanto o gloria para siempre, según la costumbre de los últimos lustros, pero para llegar hasta ese punto del planeta hay que sortear la necesidad que proviene de la pobreza, la delincuencia organizada y las armas.

Según datos de la agencia de noticias Brasil, el número de homicidios creció en Sao Paulo en 2020, pese al confinamiento y la pandemia: 709 muertos . Descendió el número de robos (392.311), robos con resultado de muerte (179), violaciones (11.023) y atracos a bancos (29). Una sensación de inseguridad que se plasma en la Marginal Pinheiros, la autovía de paso obligatorio para recorrer la ciudad desde el aeropuerto a los hoteles o, más al sur, al circuito de Interlagos. En el caos del tráfico (los traslados se miden siempre en horas), la delincuencia aprovecha los embotellamientos o las paradas en los semáforos para actuar.

Cada año suele haber atracos en la carretera que enlaza Interlagos con la Marginal Pinheiros. El colorido que solían desplegar las escuderías de Fórmula 1 –publicidad, rótulos, tonos vistosos–, se ha ido sustituyendo con el tiempo por robustos y pesados vehículos que ocultan en sus cristales tintados el material de trabajo habitual en este deporte: ordenadores, cámaras de televisión o de fotos, equipos electrónicos.

En esa zona de Sao Paulo no se proyecta la imagen habitual de la Fórmula 1 y su mundo de purpurina y glamur. No hay campos de golf ni yates en la panorámica, sino construcciones de uralita . Se ven abuelos en pantalones de deporte y camiseta de tirantes, madres cargadas con la compra tirando de carros, niños descalzos que observan con ojos de águila, moteles a 20 euros la noche desayuno incluido y bares o tiendas desvencijadas y sin nombre donde el producto estrella es la segunda mano. Hay siempre gente apiñada a cientos en las avenidas frente a las paradas de los autobuses. El metro no llega a este barrio del suroeste que durante unos días cambia su dinámica vital con la Fórmula 1.

Williams, Mercedes, Button...

La lista de asaltos es amplia. El antiguo equipo Toyota y su jefa de prensa, mecánicos de la escudería Williams, el piloto de McLaren Jenson Button, empleados de Mercedes, trabajadores de la FIA, periodistas... Y casi siempre con el mismo protocolo. Un atasco o un semáforo y la aparición de armas para intimidar.

El peligro de la gran urbe brasileña contrasta con el prestigio deportivo que ha deparado a las estrellas de la Fórmula 1. Siempre pasa algo en el Gran Premio de Brasil. Sucedieron los dos títulos de Fernando Alonso (2005 y 2006), además de su tremendo accidente en la recta de meta en 2003. Fue el epílogo del año crispante de Alonso y Hamilton en McLaren con título para Raikkonen, el último campeonato de Ferrari. También el desconsuelo total de Massa , que creyó ser campeón y no se percató que Hamilton adelantó a Glock en la última curva. El Mundial que le ganó Vettel a Alonso piloto de Ferrari. O el primer podio de Sainz, con el McLaren. «Brasil son siempre buenos recuerdos», ha dicho Alonso nada más pisar la pista.

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