Gran Premio de México

Hamilton atrapa la quinta estrella

El inglés consigue su quinto título e iguala a Fangio en el palmarés histórico de la Fórmula 1

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Pasajero de su tiempo en sus modos de rock&roll star, pero educado en los circuitos como un piloto a la antigua, de los que competían por necesidad y rabia, Lewis Hamilton ha atrapado la quinta estrella. Pentacampeón con cinco títulos de Fórmula 1, el inglés que un día discutió con Alonso es ahora una referente histórico. Iguala a la leyenda Juan Manuel Fangio en el palmarés de siempre. En casi setenta años de este deporte, solo una persona ha conseguido más entorchados que él. Michael Schumacher, hoy convaleciente, sin noticias de su estado vital, llegó a siete. En México, excitante escenario para cualquier cosa, más para la Fórmula 1, las matemáticas cuadraron el curso del británico. Fue cuarto en la victoria de Verstappen.

Hamilton ha alcanzado al primer galán de la Fórmula 1. El insigne gladiador que comenzó trabajando en una herrería para ayudar a su familia. Reparaba carruajes, se empleaba a fondo con la forja de metales y, mientras estudiaba, aprendió el oficio de mecánico. Fangio se cultivó en los talleres arreglando máquinas agrícolas y llevando coches de un sitio a otro. Aquello le fascinó. «Cuando manejé un auto por primera vez, comprendí que aquello tenía vida propia». Operario, aprendiz, aspirante del automovilismo y al fin piloto.

Fórmula 1 en sepia

En 1949 Fangio emigró a Europa, como si fuera un futbolista, y al año siguiente firmó su primer contrato profesional en la Fórmula 1 con Alfa Romeo. Así empezó la leyenda del «Chueco», apodo con el que se le conocía por tener la pierna izquierda más arqueada que la derecha. Un titán de la Fórmula 1 en sepia y a pelo: ni casco, ni halo, ni traje ignífugo ni siquiera cinturón de seguridad. Así ganó cinco títulos hasta convertirse en una celebridad en su país a la altura de Maradona, Messi, el boxeador Carlos Monzón, el tenista Guillermo Vilas o el jugador de baloncesto Manu Ginóbili. Su fama le costó, como a Di Stéfano, un secuestro exprés de 27 horas en Cuba a manos del movimiento guerrillero que lideraba Fidel Castro.

A esta gloria del deporte que murió a los 84 años en 1995 ha atrapado Lewis Hamilton, cuya secuencia de éxitos no parece tener otro límite que su ambición. El británico nacido en una ciudad dormitorio cercana a Londres, hijo de un emigrante caribeño que trabajaba en el metro, tiene 33 años y lleva doce temporadas en la Fórmula 1 desde que se estrenó en aquel curso de convulsión en McLaren con Fernando Alonso. Solo él sabe si conserva la motivación para llegar a los siete trofeos de Michael Schumacher. Coche, equipo y recursos económicos tiene para proponerse ese desafío.

Aunque lo tenía en la mano, a Hamilton le costó un cierto sudor acabar entre los primeros, ya que el Mercedes no funcionó en México. Ajeno al éxito de Red Bull con Verstappen (Ricciardo se retiró), gestionó una carrera extraña , en la que sufrió por la degradación de los neumáticos.

Peor les fue a los españoles, instalados en la fatalidad. Alonso duró cuatro vueltas, castigado por una pieza incrustada en su McLaren. Sainz estuvo 31 giros antes de que claudicase su Renault.

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