Tour de Francia

El Tour se decide a la altura del cielo

La primera de las tres etapas alpinas incluye las subidas al col de Vars, el Izoard y el Galibier, un puerto que ha marcado la historia de la ronda

Andy Schleck celebrando su subida del Galibier Reuters

J. Gómez Peña

Cuando Henri Desgrange , patrón del Tour, vio a Federico Ezquerra en el Galibier durante el Tour de 1934, exclamó: «Oh, Sappey! ¡Oh, Laffrey! ¡Oh, puerto de Bayard! ¡Oh, Tourmalet! Tengo el deber de proclamar que al lado del Galibier sois como un pálido y vulgar animalillo. Ante este gigante sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia». Ese mito de piedra es hoy el final de la primera etapa alpina, el capítulo inicial de un juicio en tres entregas que designará al vencedor de esta edición que concluirá el domingo en París.

Colgado a 2.642 metros de altitud entre Briançon y Valloire , el Galibier es una frontera natural. Separa valles y personas. Elige a los mejores ciclistas desde que el Tour lo descubrió en 1911. Incluso decide entre la vida y la muerte. Entre Federico Ezquerra , que asombró al mundo al coronar la mole en 1934 y 1936, y Francisco Cepeda, que en una de esas curvas se mató en 1935 mientras descendía. Los dos eran vizcaínos. Cepeda, de Sopuerta; Ezquerra, de Gordexola. Casi vecinos. A los dos los separó el Galibier.

Ezquerra es un fecha: 10 de julio de 1934 . Aquel Tour le había mortificado. Era un calvario. Casi un campo de concentración. Hasta que llegó la séptima etapa, de 229 kilómetros entre Aix-les-Bains y Grenoble, con el Galibier en el camino. Sin cambios de velocidad en las bicicletas. Ezquerra, que había sufrido el pinchazo de una rueda, inició la cuesta entre los últimos. Más de 30 kilómetros.

Alcanzó a su compañeros Cañardo. «¿Cuántos quedan por delante?». El navarro se encogió de hombros. Luego cogió a Trueba, que le dio más información: «Deben de quedar pocos ya». Eso animó a Ezquerra. Siguió. Volaba para admiración de Desgrange. Y ya al final vio al último, a René Vietto, ídolo francés. El público empujaba a corredor galo para alejarlo del vizcaíno. Trataron incluso de cerrarle el paso. Tuvo que sacar la bomba de inflar y arremeter contra los fanáticos. Así desbrozó la ruta y pasó primero por la cima. Marcó el récord: una hora y 58 minutos .

«Es como si la naturaleza hubiera hecho el Galibier para el Tour», anunció Desgrange. A esa frase le pusieron luego contenido Bartali, Coppi, Gaul, Bahamontes, Merckx, Induráin ... Y Pantani, que en 1998 salvó aquella edición emponzoñada por el ‘ caso Festina ’ gracias a su coraje y a esta montaña. Sepultó a Jan Ullrich , congelado en pleno verano por el frío de este techo del Tour.

El Galibier , monte sin ruido, siempre habla claro. En la Grande Boucle de 2011, Andy Schleck firmó allí su mejor etapa. Era similar a la de hoy. Arrancó en el escenario lunar del Izoard (14 km. al 7,3%), bajó hasta Briançon y se enfrentó en solitario a las largas rectas cuesta arriba del Lautaret, la entrada al Galibier (23 km. al 5,1%) por esta vertiente. Nunca, ni antes y después, Schleck llegó tan arriba. Destrozó a Contador y puso contra las cuerdas a Evans, ganador final de aquella edición recordada por la gesta de Schleck y por la reacción de Contador al día siguiente, cuando, de nuevo en el Galibier, atacó enrabietado desde la salida y destrozó la carrera. Este templo es el escenario perfecto para ganar y perder a lo grande. Eso dicta la memoria del Tour.

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