Giro de Italia

El fenómeno Evenepoel tiene sus límites

El prodigio belga de 21 años que asombró en 2020 naufraga en las montañas del Giro

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El entusiasmo que alentaba en el planeta ciclista Remco Evenepoel era tal que no había demasiadas dudas entre los especialistas para incluirlo en el racimo de aspirantes a la victoria en el Giro, pese a que el joven prodigio belga no había disputado ninguna carrera desde que se destrozó la pelvis en verano en Lombardía. Evenepoel había generado tal ardor en 2020, ganador de las cuatro vueltas que corrió, tal pasión por sus andanzas que los calificativos se le quedaban cortos, el «pequeño Caníbal», el diminutivo de Eddy Merckx. Pero han llegado los Dolomitas, montañas severas que no engañan, y el fenómeno de 21 años se ha hundido. No va. Evenepoel tenía límites.

El belga provocó el año pasado una corriente de opinión pocas veces vista en el ciclismo. Era el mirlo blanco de la generación de jóvenes carismáticos y alucinantes (Evenepoel, Van der Poel, Pogacar, Van Aert, Bernal, Hirschi), corredores que solo saben ganar dando recitales, nada de ciclismo especulativo o resolución en un esprint reducido. Evenepoel ya había avisado en 2019, al ganar la Clásica de San Sebastián ante el campeón olímpico Van Avermaet, el campeón mundial Alejandro Valverde y toda la corte suprema de rematadores.

En 2020 su explosión fue insultante para la competencia. Se llevó la Vuelta a San Juan y una etapa, la Vuelta al Algarve y dos etapas, la Vuelta a Burgos más una etapa, y el Tour de Polonia más una etapa, antes de estamparse contra un puente en el descenso del Sormano , el muro con más accidentes del ciclismo moderno.

Desde aquel trompazo que le ocasionó la fractura de la pelvis y una fuerte contusión pulmonar, Evenepoel no había corrido. Solo entrenamientos y concentraciones en altura en el Teide, sin el ritmo que alimenta la competición. Las expectativas que había generado antes del Giro eran muy elevadas, tanto o más que Egan Bernal , la sólida ‘maglia’ rosa.

En el primer día de descanso, antes de los caminos blancos de Montalcino, el belga era segundo en la general y dijo sentirse sorprendido de su rendimiento. Hasta la fecha solo había cubierto siete etapas como máxima distancia en la Vuelta a San Juan. «Quizá la semana próxima sea el décimo» , aventuró.

Un día después de aquella afirmación, a Evenepoel ya se le fundieron los plomos en las arenas blancas . Cada acelerón de Filippo Ganna tirando de Bernal era un padecimiento para el belga, que se descolgó en el primero de los cuatro tramos y salvó la cara en un arranque de orgullo en la parte asfaltada final.

Ese síntoma ya fue un indicio de lo que vendría después. El genio del ciclismo sufre. Como todos. No es invencible. Llegaron los Dolomitas y Evenepoel se hizo terrenal. Dos minutos de pérdida en el Zoncolan , agarrándose con uñas al sueño de la resistencia. Y la claudicación en el Giau, 24 minutos de retraso. Cayó del séptimo puesto al decimonoveno que ahora ocupa en la general, a 28 minutos del líder.

«Sabíamos que esto podía suceder. No hay nada de qué avergonzarse -analizó el ciclista belga-. Alguien que solo se ha entrenado durante dos meses, no puede estar entre los mejores para una carrera de tres semanas».

En su meteórica carrera, a Evenepoel ya se le han afeado algunos gestos propios de la cuasi-adolescencia. En Burgos mandó callar a algún crítico, el índice en el labio, algo prepotente su actitud . En Italia, con la derrota sobre los hombros, ha plegado velas. «Siento que tengo menos potencia cada vez. Esto es parte del aprendizaje y voy a tomar nota para el año que viene».

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