Tour de Francia

Chris Froome defiende su era

Quintana y Contador intentarán evitar la cuarta victoria del británico. Hoy empieza el Tour con una crono de 14 kilómetros

DUSSELDORF Actualizado: Guardar
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Cada Tour tiene un fogonazo, una gran imagen. La edición del año pasado fue la de Chris Froome, vestido de amarillo y preso del pánico, corriendo a pie por las rampas del Mont Ventoux. Cuando un campeón gana la Grande Boucle sin casi oposición se dice que lo ha hecho con una pierna. Froome, si se coge esa escena del Ventoux, lo hizo casi sin bici. A pie.

En el fondo, algo así sucedió: el dominio de su equipo, el Sky, le desbrozó el camino hacia París. De hecho, su único apuro fue aquel choque contra una moto atascada en el Ventoux que le obligó a patear un rato. «Aquello tuvo un impacto enorme en todo el mundo. Los organizadores de una carrera atlética española me invitaron a su prueba, de diez kilómetros», recuerda entre bromas Froome, que aspira a ganar su cuarto Tour en la edición que comienza hoy con una contrarreloj de 14 kilómetros por la opulenta, culta y húmeda ciudad de Düsseldorf.

Si Froome llega de amarillo a París, esta será definitivamente su era. Y se arrimará al récord de cinco triunfos que, tras la desaparición del palmarés del fraudulento Lance Armstrong, comparten Anquetil, Merckx, Hinault e Induráin. «Ese reto es una motivación extra, pero antes hay que ganar el cuarto. Y conozco el Tour. En 2014 toqué con mi rueda la de otro ciclista y todo se terminó ahí. Caída y adiós», advierte.

Los diseñadores del recorrido han dibujado un Tour en su contra, sin apenas kilómetros cronometrados. Eso le duele: «Esta carrera debe premiar al que lo hace todo bien, no sólo al que es un gran rodador o sólo un gran escalador». Sabe que este trazado hostil para él abre las esperanzas de su rivales, muchos, Quintana, Contador, Porte, Bardet, Aru, Valverde, Majka, Yates, Chaves, Fuglsang… «Va a ser una edición excitante», apuesta el británico.

Todos correrán contra él. Se encoge de hombros. «Ya, pero como no hay grandes etapas de montaña, creo que va a ser un Tour fácil de controlar», avisa. El Sky, con Landa a un gran nivel, más Mikel Nieve, Sergio Henao y Geraint Thomas como escuderos, parece una roca inalcanzable para sus enemigos. «El objetivo es ganar; no cómo lo haces», zanja. Es decir, son los demás los obligados a atacarle, a cuestionar su reinado. Si no lo hacen, si como en 2016 nadie se atreve, Froome puede repetir victoria con una pierna. O, como en el Ventoux, caminando. «Todavía me veo a un buen nivel durante cinco años más», lanza. Y tiene 32. «Pero empecé tarde en el ciclismo de primer nivel». Cierto. Viene de lejos, de una infancia salvaje en Kenia. «Además, podría tener ya un Tour más, el de 2012, si la táctica de mi equipo hubiera sido diferente (el Sky apostó por Wiggins y frenó a Froome, que acabó segundo)».

No parece el mismo

De ese año es su primera victoria de etapa, en la cima de La Planche des Belles Filles. «Ahí empezó todo», recuerda. Y ahí terminará la quinta jornada de esta edición. La primera meta en cuesta. «Me gustaría volver a ganar en esa montaña». Y también quiere el último puerto de este Tour, el Izoard. «Adoro ese paisaje lunar. Es el Ventoux de este año».

Sus rivales se agarran a la falta de triunfos de Froome en lo que va de temporada. No parece el mismo. Él lo niega. «He querido llegar fresco al Tour». Luego quiere ganar la Vuelta, asignatura pendiente. «Está todo planificado», dice el líder del equipo matemático, el Sky. Ciclismo basado en números.

En la salida de Düsseldorf le salen las cuentas. Hay 21 etapas llenas de territorio para la emboscada donde examinar el poder de Froome, el maduro y firme Froome, que va camino del «cuarto». «El Tour te enseña a gestionar los malos momentos y la decepciones. Me ha dado muchas lecciones. Me ha endurecido», declaró en L’Equipe.

A un patrón así se enfrentan los demás. Dice Eusebio Unzué, mánager del Movistar de Nairo Quintana, que va a ser «un Tour sin guión». Abierto. Sin escribir. Tras cerca de cuatro décadas pisando esta carrera, el técnico navarro habla de una «edición incierta». «Froome –argumenta– ha dejado lagunas este año. No hay un aspirante claro. Es una situación atípica». A su lado en una de las salas del Palacio de Congresos de Düsseldorf, Quintana se anima: «Tengo que ser más atrevido». Peca de eso, de conservador. Por atacar tarde no pudo con Froome en el Tour de 2015. Y por exceso de cálculo le batió Dumoulin en el pasado Giro. «Me he recuperado de los esfuerzos en Italia. Noto que vengo con buenas piernas», desvela el ciclista suramericano.

Unzué y Quintana –el colombiano ha subido al podio en los tres Tours que ha disputado– se fían de la táctica, de las posibilidades estratégicas que les deja entrever el complicado recorrido de este Tour. Alberto Contador, en cambio, prefiere la pelea a tortas, de cara. Se siente como nuevo en su décimo Tour y diez años después de su primera victoria en París. «Los datos me dicen que llego en un gran momento, con garantías. Vengo a por el Tour», se atreve.

Un escalón por debajo de Froome y Quintana, Contador abre una lista decreciente de candidatos. Bardet, francés, joven y segundo el año pasado, es la esperanza gala. Porte, tasmano, completo y casi infalible este año, parece ante su gran ocasión, aunque le pesa el pasado: siempre ha tenido un día malo. Aru, con el nombre del fallecido Scarponi tatuado en el alma, es un ciclista valiente, hecho para un trazado como el de esta edición. Y hay más: el feliz y distendido Valverde, que corre liberado, Majka, Chaves, Fuglsang, Yates… Muchos, aunque todos a la sombra amarilla de Froome, el único capaz de ganar el Tour a pie.

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