Especies cinegéticas

El corzo, el menor de los cérvidos

Para un cazador naturalista son muchos los encantos de este ungulado

Los corzos se han adaptado a todo tipo de hábitats colonizando al Península desde Asturias a Cádiz Pablo Capote

Pedro Saurio

Todo lo relacionado con el corzo (Capreolus capreolus) ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. Este pequeño cérvido, el menor de los euroasiáticos, que a mediados del siglo pasado apenas poblaba en la península unos pocos enclaves de montaña en los que se mostraba esquivo y selectivo, ha pasado a revelarse como una de las especies más amoldables, que se ha adaptado en la actualidad a casi todo tipo de hábitats colonizando el país desde Asturias a Cádiz. Paralelamente, la menospreciada «corza» de nuestros clásicos se ha convertido en una de las especies de caza más codiciadas hoy en día.

Para un cazador naturalista son muchos los encantos de este ungulado. Su particular biología lo diferencia del resto de animales afines, y es que el corzo es el único cérvido en España que tiene el celo en verano y no en otoño como el resto, aunque los corcinos nazcan también en primavera. ¿La razón?, la diapausa embrionaria. Unos quince días después de quedar preñada la corza, el desarrollo del embrión se detiene durante varios meses hasta que las condiciones ambientales son óptimas, llegando a sincronizarse los partos de las hembras de una misma zona y evitando así que los nacimientos se produzcan en invierno, como correspondería, y dificultando la acción de los predadores .

Esta estrategia evolutiva , unido a que con la edad de un año las hembras son fértiles y pueden sacar adelante dos crías, hace que sea una especie muy prolífica y abundante. Si a esto unimos su reservado carácter, la extraordinaria calidad de su carne, la belleza de la pequeña cuerna de los machos y la agradable circunstancia de poder salir al campo en primavera, no es de extrañar que se haya convertido en una de las especies cinegéticas más valoradas por los devotos del rececho . Otro atractivo es su condición arisca y montaraz, que dificulta su cría en cautividad, un aliciente añadido para quien gusta de la caza natural y salvaje.

Si bien la taxonomía del corzo , como la de otras muchas especies, es motivo de debate, hoy se acepta que existe solamente otra diferenciada del euroasiático: el siberiano (Capreolus pigargus); pero el reconocimiento de subespecies como tales, según se ha considerado en ocasiones, por ejemplo, al corzo morisco (C. c. garganta) de la Sierra de Grazalema, en la provincia de Cádiz, no parece tener fundamentos genéticos en el continente europeo, siendo sus variaciones morfológicas solo fruto de una estrategia adaptativa.

Nosotros, los cazadores, de manera menos científica, solemos distinguir dos clases de corzos: los de montaña, generalmente más pequeños y tímidos, no por ello con menos encanto; y los de llanura, propios de zonas cerealistas, que son los que han colonizado territorios de cultivo al modo europeo y han desarrollado unas cuernas que han colocado los trofeos españoles a la cabeza de las listas de los más grandes del mundo.

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