Baloncesto

Warriors-Celtics, duelo de universos

Con estilos e historias muy diferentes, ambos equipos se miden en las Finales de la NBA tras tumbar a los favoritos y a las promesas emergentes

Curry (Warriors) y Tatum (Celtics), los grandes nombres de las Finales de la NBA

Pablo Lodeiro

Llegan las Finales de la NBA y lo hacen con dos actores que, a principio de temporada, no aparecían con el cartel de protagonistas. Con los a priori grandes candidatos ya diluidos por el camino, Golden State Warriors y Boston Celtics comienzan esta madrugada (3.00 horas, Movistar) la batalla final por el Larry O'Bryan, al mejor de siete partidos y con mucha hambre por recuperar un título que han saboreado en abundancia pero que les ha sido esquivo en los últimos años. Los californianos, emblema del nuevo baloncesto, ágil, vistoso y mortífero, han sido la gran dinastía de la década pasada, con cinco finales consecutivas (2015-2019) y tres títulos conquistados de forma magistral. Penitentes han sido los Celtics, franquicia más laureada de la historia (17 anillos, los mismos que los Lakers), pues alcanzaron la gloria por última vez en 2009 y, desde entonces, han vivido como parias en busca de redención. Les ha llegado la oportunidad con una combinación improbable, una camada de jóvenes de talento incontrolable que se defienden como siempre se ha hecho en Boston, ya sea en el TD Garden o en las viviendas subvencionadas del sur de la ciudad. La narrativa de la temporada llega a su fin y, tras unos playoffs extraños e irregulares, dos escudos históricos se miran directamente a los ojos.

Los Warriors siempre serán el equipo de Stephen Curry y de sus dos escuderos, el francotirador Klay Thompson y el espartano Draymond Green , un trío orquestado desde el banquillo por el gran Steve Kerr que se las sabe todas y que, tras dos temporadas de más sombras que luces, ha aprovechado su veteranía para abrirse paso hasta la final. Con la NBA en pleno relevo generacional, los de San Francisco han sabido frenar los golpes de estado de jóvenes ambiciosos como Ja Morant (Memphis Grizzlies) o Luka Doncic (Dallas Mavericks) , apeados por los californianos en semifinales y finales de la Conferencia Oeste respectivamente. Una sonrisa que asoma tras un camino duro, pues en 2019, tras la época dorada, los demonios se acumularon en la Bahía. Kevin Durant, punta de lanza, se fue del equipo y los jugadores emblema ya mencionados comenzaron a sufrir graves lesiones. De hecho, los tres coincidieron en pista por primera vez desde 2019 el pasado marzo, aunque nada había cambiado. Como un banco de peces y con la gasolina extra que les proporcionan sus jóvenes (Wiggins, Poole), el equipo llega en plena forma, con solo cuatro derrotas en los 16 partidos disputados estos playoffs y con el mismo instinto asesino, aunque quizás no tan exuberante, que cuando fueron reyes irreprochables.

Si soleado y ambicioso ha sido el baloncesto de los Warriors en los últimos años, más húmedo y crudo se ha mostrado el de los Celtics. Siempre competitivo, el equipo, bajo la batuta del exjugador Danny Ainge desde los despachos, se ganó la fama de conservador, poco ambicioso a la hora de replicar el éxito de 2009 (único anillo en los últimos 34 años) mediante traspasos y grandes nombres en el banquillo. Un mantra que se certificó de manera definitiva en 2013, cuando se fichó a Brad Stevens , niño prodigio del baloncesto universitario de solo 37 años que, sin embargo, nunca había formado parte de ningún cuerpo técnico de la NBA. Revuelo que suavizó su pizarra, pues bajo su mando y con la llegada de prometedores lobeznos como Jayson Tatum o Jaylen Brown , el conjunto mostró una cara mucho más ferviente. Sin embargo, los propietarios diagnosticaron que el problema estaba en la raíz.

El pasado verano decidieron prescindir de Ainge como Jefe de Operaciones (en el cargo desde 2003) y sustituirlo por Stevens. Conocedor del talento oculto o apagado, sus decisiones nucleares fueron darle a Ime Udoka la primera oportunidad de su carrera como entrenador jefe y traerse de vuelta al veterano pívot dominicano Al Horford (habían prescindido de sus servicios en 2019). Iniciativas que sembraron el caos en la parroquia verde, que propiciaron muchas críticas al proyecto, más si se tiene en cuenta la mala primera parte de la temporada del equipo. Pero poco a poco su defensa se convirtió en una de las más infranqueables de la NBA y, de la mano de sus astros, los celtas ('celtics' en inglés) despegaron. Tumbaron a los grandes candidatos del Este ( Miami Heat y Milwaukee Bucks) y ahora, contra todo pronóstico y tras una larga travesía por el desierto, han encontrado un oasis.

Más allá de dinámicas, las inminentes Finales de la NBA enfrentan dos mundos. El clásico duelo entre costa Oeste y costa Este, el baloncesto florido y virtuoso del Pacífico contra el rancio y duro del Atlántico. Claros representantes de los universos que representan, los Warriors y los Celtics parecen haber llegado a la última estancia de la liga por mantener esencias en peligro de extinción. En un campeonato cada vez más tecnológico y con cada vez más extranjeros, la NBA regala un duelo como los de toda la vida, de esos que añoran los seguidores más veteranos. También futuro y pasado friccionan. Los Warriors se han convertido en los ediles del baloncesto moderno, con el tiro de tres y las circulaciones eléctricas como hilos conectores, mientras que los Celtics, sin desdeñar las ventajas del nuevo mundo, se han mantenido fieles a la defensa y al corazón como ejes de su éxito. Una final inesperada y con mucha miga que esta noche, al fin, muestra su amplia baraja.

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