Emilio V. Escudero

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De niño, si Danilo Gallinari lloraba, sus padres no le daban el chupete. Le ponían un balón en las manos y lo mandaban a jugar a la canasta que tenían en el jardín. Según él, debió de llorar mucho, porque enseguida se enamoró del baloncesto. Su padre, jugador profesional, nunca iba a sus partidos porque no quería influir en los entrenadores, algo que a Gallinari no le gustaba especialmente. El joven Danilo era un talento precoz del baloncesto italiano que soñaba con jugar en la selección y en la liga italiana.

Eran otros tiempos, en los que la NBA quedaba todavía lejos. De hecho, cuando firmó por el Olimpia Milano a los 17 años cumplió la mitad de esos anhelos de niño. Se hizo entonces gran amigo de Giorgio Armani , patrocinador del equipo, que le utilizaba como modelo en ocasiones en sus reuniones privadas. Aquello fascinaba a Gallinari, aunque su pasión seguía siendo el baloncesto. Tanto, que poco después vio la oportunidad de ir a la NBA y no se lo pensó. Firmó por los Knicks y allí comenzó su pesadilla con las lesiones. La espalda ya le había avisado durante la pretemporada, pero no quería pasar por el quirófano en su primera temporada en Estados Unidos. Le pusieron epidural en tres ocasiones y en la última su cuerpo colapsó. «Caí al suelo y no podía levantarme. Durante ocho meses apenas dormía dos horas y no podía estar sentado en una silla. Desayunaba de rodillas en el suelo», rememora el jugador, que comenzó entonces una recuperación lenta, aunque segura. Acabó triunfando en Nueva York y de ahí fue traspasado a los Nuggets .

En Denver, en la temporada 2013, estuvo más cerca que nunca del anillo, pero se rompió la rodilla cuando mejor le iban las cosas. Tardó en operarse, siguiendo la opinión de los médicos y cuando lo hizo las cosas no fueron bien. Un desastre que le obligó a pasar de nuevo por el quirófano ocho meses después. Había perdido casi dos años, pero no la pasión. Acabó en los Clippers , donde de nuevo le golpearon las lesiones. Esta vez, un problema en el glúteo. ¿Qué más podía pasar? Habían pasado casi diez años desde que aterrizó en Nueva York y solo había podido brillar a cuentagotas. Aún así, su muñeca es una de las más apreciadas en la NBA y por eso los Thunder le reclamaron este verano como parte del traspaso de Paul George a Los Ángeles.

Tras una temporada sin problemas en los Clippers, Gallinari decidió que era el momento de volver a la seleección y en China está liderando a la azzurra con 16,3 puntos y casi 6 rebotes por partido. Él será el faro de un equipo que quiere poner en aprietos a la selección y que tiene en Belinelli y Datome a sus otras dos grandes figuras.

Un conjunto el italiano sin apenas hombres altos, pero con mucha dinamita en el perímetro. Si calientan la muñeca, serán imparables. Como ocurrió en el Europeo de 2015, cuando derrotaron a España cuando menos se esperaba.

Esta vez, está advertida la selección, ya que no hay red. Una derrota dejaría casi eliminada a España, que tendría que derrotar a Serbia y esperar otras combinaciones.

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