Durant, un trueno tras quince meses sin jugar

Es difícil encontrar un jugador de las características de Kevin Durant, un cuerpo que parece diseñado a golpe de probeta para ser la eficiencia personificada en una cancha de baloncesto. Sus 2,08 metros de altura y sus largas extremidades se compaginan a la perfección con su constitución de «fideo» y con una velocidad anormal para un deportista de su tamaño. Cuando uno habla del de Washington, lo hace de uno de los grandes prodigios anotadores de la historia de la NBA, una carrera que encontró su gran escollo en junio de 2019. En el cuarto partido de las finales de ese mismo año, contra los Toronto Raptors, se rompió el tendón de Aq uiles, una lesión peliaguda que se ha llevado grandes carreras como las de «Pat» Ewing, Isiah Thomas o Kobe Bryant , aunque todos ellos la sufrieron con más edad. Pero Durant, diferente, ha vuelto tras 552 días de baja y está jugando uno de los mejores baloncestos de su carrera.

Actualmente, Durant es el segundo máximo anotador de la NBA y promedia más de 30 puntos por noche, con unos porcentajes de tiro que, de ser propiedad de otro, serían algo anómalo. Encesta más de la mitad de los tiros que lanza, tiene una efectividad del 44,4% desde el triple (ninguna estrella anota desde la línea con tanta eficacia, salvo Paul George ) y un 86% en el tiro libre. Unos números que se asemejan peligrosamente, para el resto de la liga, a los que obtuvo cuando fue nombrado MVP en 2014 , cuando su talento estaba al servicio de los Oklahoma City Thunder. Aquella temporada anotó un punto y medio más de media, pero hoy lanza mucho mejor que cundo fue nombrado rey de la liga (promedió un 39% en triples).

Lo cierto es que, pese a la gravedad de su lesión, había cierto optimismo en los pronósticos de recuperación de Durant. El doctor Laith Jazrawi, uno de los especialistas en ortopedia deportiva más reconocidos de Nueva York, ya aventuró el pasado verano la posibilidad de que el jugador volviese «a su máximo nivel o cerca del que tuvo en el pasado». El contratiempo tampoco frenó a los Brooklyn Nets, su actual equipo, para que fichase al alero tan solo unas semanas después de la lesión, con un salario (más de 107 millones de euros en tres años) acorde con su estatus de estrella. «Ya había tenido otras operaciones antes, pero la recuperación más larga había sido de tres meses. Solo la primera fase por la lesión en el Aquiles se alargó más de ese tiempo. Ni siquiera podía caminar. Tenía que ir a todos sitios en carrito», explicaba Durant.

Hoy, Durant comparte vestuario con Kyrie Irving y James Harden, jugadores con los que forma una agrupación de talento casi sin precedentes en la liga. Si el estadounidense es una irregularidad en lo físico, también lo es en su condición de estrella. Su ego, algo que posee como todos los grandes de este deporte, no se manifiesta en la pista, pues su papel es el de ejecutor, el asesino al final del túnel que constituye una jugada de baloncesto. No es la primera vez que Durant comparte coreografía con otras estrellas de la NBA.

En Oklahoma (también coincidió allí con Harden, pero este no había eclosionado del todo) jugó junto a Russell Westbrook , lava sobre el parquet, imparable pero incontrolable, y juntos protagonizaron contra los Warriors una serie de duelos para el recuerdo. Curiosamente, tras varias derrotas que impacientaron a Durant en su carrera hacia el anillo, fueron los californianos el siguiente equipo del jugador, acto de alta traición. En Oakland se implementó a la perfección en el sistema de Steve Kerr y ganó junto a Curry, Thompson y Green dos anillos en tres finales disputadas . Durant está de vuelta y aspira a todo, incluido al trono que dejó en 2014.