Mundial de rugby

Sudáfrica reabre el milagro racial

Veinticuatro años después del apartheid, gana el título mundial con un capitán negro

Los jugadores de Sudáfrica se abrazan tras la victoria AFP

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Si la fe mueve montañas, el deporte remueve conciencias. La pasión que llegan a provocar sus acciones motiva que la gente se olvide de las diferencias raciales, sociales o ideológicas y que luche por un mismo objetivo. Sin embargo, lo complicado es conseguir que, una vez pasada la euforia del éxito, se pueda mantener la unión fraternal entre las personas.

El Mundial de rugby ganado por Sudáfrica en 1995 fue un punto de inflexión para el deporte y la sociedad de aquel país. Cuatro años antes se habían abolido las leyes de segregación contra los ciudadanos de raza negra y, después de un interminable cautiverio, Nelson Mandela era el encargado de dirigir la nación. La icónica fotografía de Madiba entregándole la copa Webb Ellis a Francois Pienaar dio la vuelta al planeta y anunciaba la nueva etapa de igualdad que se presentaba por delante. Sin embargo, las diferencias sociales siguieron existiendo, los barrios marginales no dejaban de crecer y los jóvenes de color seguían sin opción de practicar su deporte favorito: el rugby.

Apoyaban al equipo nacional, pero no se veían reflejados en unos Sprinboks que seguían siendo coto privado de los blancos. Si en el primer título de 1995 solo había un negro en el equipo (Chester Williams), cuando llegó el segundo, doce años después, la situación no había cambiado mucho: solo eran dos. Pero es ahora, al ganar el tercer entorchado tres ciclos mundialistas después, cuando se puede decir que las cosas están cambiando de verdad. Con seis jugadores en el XV inicial y once en la plantilla, tienen un peso específico evidente en el grupo. Sobre todo por la personalidad de Siya Kolisi, el primer capitán de esa raza en su más que centenaria historia.

Un héroe popular

Cuando Rassie Erasmus se hizo cargo de los verdes hace dos años, decidió darle la vuelta por completo a la situación. El equipo estaba hundido, la afición desencantada y necesitaba reconstruir las cosas desde abajo. Por eso tomo una decisión valiente que no todos alabaron: nombrar a Kolisi como líder del plantel .

Las razones fueron, aparte de su indudable calidad deportiva, su fuerte personalidad, su humildad, su capacidad de trabajo y su amor por el rugby. Se había criado en un poblado de chabolas de Zwide, la provincia del Cabo Oriental, y tenía que jugar en calzoncillos al no tener recursos para comprarse una equipación. Hijo de unos padres adolescentes, fue criado por su abuela , que falleció cuando él tenía 15 años; afortunadamente para él, un ojeador le ofreció una beca para estudiar y jugar al rugby y no la desaprovechó.

Pasó por los distintos escalones, triunfó en todos ellos y hoy en día es el ídolo en el que se ven reflejados los miles de sudafricanos que nunca pudieron ni soñar con formar parte de los Boks. Pero lo mejor no ha sido únicamente que se haya convertido en un modelo para los suyos , sino que la población blanca ha asumido su capitanía con naturalidad y ahora, veinte partidos después de estrenarla, ya ha dado sus frutos. Por fin Sudáfrica es un equipo unido, una misma familia.

En esta cita de Japón tuvieron un inicio duro (su derrota ante Nueva Zelanda los dejó tocados), pero se rehicieron aplicando a rajatabla los recursos que Erasmus aportó al equipo: disciplina táctica, fortaleza ofensiva y, sobre todo, una misma ilusión.

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