Solidaridad

El rugby arrima el hombro

El Complutense Cisneros ha movilizado a sus primeras plantillas para colaborar con distintos comedores benéficos

Una jugadora y un jugador del Cisneros, preparando las raciones de comida ABC

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En los peores momentos es cuando surge lo mejor de las personas. Y también de las instituciones. Dentro del mundo del deporte el rugby es una modalidad muy especial, con unos valores de compañerismo y generosidad que le distinguen de los demás; y en este ámbito, el Cisneros tiene un toque diferente. A pesar de militar en la máxima categoría nacional, tanto en hombres como en mujeres, no cuenta con fichas profesionales, sino con jugadores comprometidos con su ideario. «Somos un club de cantera, una gran familia, y en nuestra esencia está el ser una entidad social», declara su presidente, Gonzalo Barbadillo . Por eso, cuando surgió una emergencia como la del Covid-19 , tuvieron claro que tenían que ayudar y devolver algo a la sociedad en función de sus posibilidades.

«En los primeros días organizamos una campaña de donación de sangre entre nuestros jugadores y seguidores que tuvo mucho seguimiento», indica Juan Pedro Brolese, el director complutense . Pero pronto esa acción puntual se transformó en otra de mayor calado, un poco por casualidad. «Mi socio y empezamos a llevar comida a los sanitarios del Doce de Octubre en los momentos de mayor saturación –relata Daniel Bañón, propietario del Restaurante Triana (Narváez, 48)– porque queríamos aprovechar nuestras cocinas para ayudar a los demás. Y cuando ya no estuvieron tan apurados allí surgió la ocasión de colaborar con el Cisneros, que desde el primer momento se volcó con la iniciativa».

Con la fuerza que dan las nuevas tecnologías, pronto se le dio forma a un sistema en el que pudiera participar toda la masa social del club. Cada uno en la medida de sus posibilidades. «Decidimos colaborar con Mensajeros de la Paz y Cruz Roja en sus comedores sociales –prosigue Barbadillo–. Básicamente buscamos la financiación ("crowfunding") entre nuestros amigos y socios para comprar suministros y luego proveemos de la mano de obra para envasar y distribuir los menús». Con tanto éxito que el objetivo inicial de 4.000 euros está superado y ahora se aspira al doble. «Estamos llevando docientas comidas al día a los sitios donde lo necesitan y estamos todos encantados», confiesa Brolese, que delegó parte de la organización en sus capitanes de la división de honor.

Tanto Tincho Barone como Alba Vinuesa movilizaron a sus plantillas para organizarse en turnos de voluntariado que cubrieran las necesidades del servicio. «Cada semana hacemos un listado con las personas que pueden ir por la mañana o por la tarde y no solo se están apuntando jugadores, sino también familiares y amigos», reconoce la capitana. Entre los requisitos están el de contar con al menos un conductor en cada grupo, pues aparte de envasar y cargar los menús, «debemos llevarlos en unas neveras en nuestro coche o en la furgoneta del restaurante y luego entregarlas en el punto de destino», apunta el responsable masculino.

Para que no exista ninguna suspicacia, todo el operativo está diseñado para que los voluntarios no tengan contacto con la comida, como indica el restaurador. «A la cocina solo entran los cocineros, y cuando ya están preparados los platos, los chicos los colocan en bandejas y los introducen en bolsas para su transporte». En este punto, el de los suministros, también han contado con la colaboración de los proveedores habituales del establecimiento, que les están donando producto con el que esperan ampliar la campaña durante dos meses más.

«Estamos muy motivados»

«Todos nosotros estamos muy motivados, porque sentimos que estamos haciendo algo importante por los demás» afirma Alba, para quien los problemillas que se hubieran podido temer en el día a día (como los desplazamientos en las jornadas de máximo confinamiento) se solucionaron con éxito. « Llévabamos unos salvoconductos de que estábamos haciendo voluntariado y tuvimos la suerte de que no nos pararon por ir más de uno en el coche», sonríe. Y aunque así hubiera sido, seguro que los agentes les hubieran atendido con la misma cara de felicidad que las personas a las que entregan las bolsas con la comida. «Son muy agradecidos y, aunque al principio no nos conocían y se extrañaban un poco, ahora en cuanto nos ven llegar bajan todos a ayudarnos a descargar. Es una alegría muy grande poder ser de ayuda», recalca Barone, que se congratula de poder formar parte de un colectivo como este. «Es cierto que los deportes de equipo son más dados al compañerismo que los inividuales, pero creo que el rugby tiene un punto más de unión, si cabe». Claro que sí, solo hay que verlo en el tercer tiempo con el que acaba cada partido. En este caso, uno de lo más solidario.

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