Los jugadores de los Mets después de perder la final
Los jugadores de los Mets después de perder la final - AFP
Béisbol

Papá, ¿por qué somos de los Mets?

Los leales fans de los New York Mets lloran la derrota en las Series Mundiales del béisbol, que no ganan desde 1986

Su rivalidad con el vecino rico, los Yankees, recuerda a la de madridistas y atléticos en la capital de España

Corresponsal Nueva York Actualizado: Guardar
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George tenía solo un año en 1986, cuando el equipo de sus amores, los New York Mets, levantaron su último trofeo de campeones de las Series Mundiales, la finalísima del béisbol estadounidense. Este fin de semana, clavaba los codos en la barra de un bar de Brooklyn, con la mirada puesta en la pantalla. Era la noche de Halloween, y se le estaban quitando las ganas de ponerse su disfraz de cowboy y salir de juerga. Los Mets estaban otra vez en la finalísima, pero el partido, el cuarto de la serie, pintaba mal. Daniel Murphy, uno de los héroes de anteriores partidos de playoffs, había cometido un par de errores caros y los Mets se encaminaban a una derrota que les dejaría a un solo partido de perder el título.

La noche siguiente, en la madrugada del domingo al lunes en España, se confirmó la sentencia. Inoperantes en el bateo, los Mets vieron cómo los Kansas City Royals les remontaron en la recta final del partido. Esta semana todo el mundo habla de por qué Matt Harvey, el pitcher de los Mets, siguió lanzando pelotas cuando su brazo ya no daba para más. Su sustituto, Jeurys Familia, no pudo impedir un aluvión de batazos de los Royals. Se esfumaron las Series Mundiales para los Mets.

«Es el desamor de los Mets», lamentaba George con los Royals a punto de celebrar el título. Su equipo solo ha ganado dos títulos en su historia. Hay equipos de la liga profesional de béisbol (MLB) con peores números. Pero los Mets viven en la misma ciudad que los Yankees, el equipo más conocido del deporte y su gran dominador, con 27 campeonatos en sus vitrinas.

Fichajes a golpe de talonario

Los Yankees son el equipo con dinero, con más seguidores, con más contratos. Fichan a los galácticos del béisbol a golpe de billetera -al contrario que en otros deportes profesionales, aquí no hay límites salariales- y parten como favoritos casi cada año. Los Mets tienen mucho menos presupuesto y encadenan decepciones, pero su afición es leal, apasionada, energética, muy diferente del ambiente frío de los Yankees en su estadio del Bronx. Sin embargo, ayer, con la resaca de la derrota, muchos niños de los Mets se harían la pregunta de la célebre campaña publicitaria del Atlético de Madrid: «Papá, ¿por qué somos de los Mets?».

«Ser de los Yankees es la opción fácil», dice George. «Es muy atractivo ver cómo un equipo con pocos recursos los gestiona con inteligencia para poder plantar cara a equipos de ese potencial». Cuando se le responde que esas no son las razones de un niño para elegir equipo, da su explicación: George se crió en Jamaica, un barrio humilde de Queens, el distrito de Nueva York donde está el estadio de los Mets. La afición al béisbol no le llegó de sus padres, emigrados de Ecuador a buscarse la vida en EE.UU. Los Mets regalaban entradas a los niños de los colegios de Queens para que fueran a verles jugar y allí se prendió del ambiente del estadio, ahora llamado Citi Field.

En Queens, en Brooklyn y en los barrios más pobres de Manhattan está el grueso de los seguidores de los Mets, considerado un equipo de la «clase trabajadora». Pero también ha conquistado corazones en los barrios ricos de Nueva York. Robbie se crió y vive en el Upper East Side de Manhattan. Se aficionó a los Mets de niño, en una primavera que tuvo que quedarse en casa por problemas de salud y el único deporte que ponían en la tele era el béisbol.

«Los partidos de los Mets tenían mucha más pasión y energía que los de los Yankees, y me engancharon», reconoce esta especie de «isla» de los Mets en territorio Yankee. También le atrajo la calidad de ‘underdog’ -no favorito- del equipo «pobre», su leyenda de infortunios y victorias imposibles. «El triunfo de 1986 todavía se le recuerdo como ‘el milagro’», dice antes de explicar que para ser de los Mets «tienes que creer. Después de sufrir mucho, debes ser capaz de tener fe para seguir adelante».

A los Mets se les va otra oportunidad de conquistar la gloria, pero quedan el poso de la euforia que ha teñido Nueva York de azul y naranja -desde la cobertura de los donuts de «Dough», la panadería más famosa de Brooklyn, a las luces del Empire State- y los nuevos aficionados que el equipo pobre suma a su causa. Otra decepción que engrosa su leyenda. Como decía una fanática, Lidia, abrazada a George cuando todavía había esperanza: «No hay nada como los Mets».

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