Dakar

Nasser Al Attiyah, el príncipe de la masía catalana

El catarí, emparentado con la realeza, tiene su refugio en un pequeño pueblo barcelonés de 500 habitantes

Nasser Al Attiyah, el campeón del Dakar 2022 EP

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Castelfollit del Boix es un pequeño pueblo barcelonés que no llega a 500 habitantes. A medio camino entre Igualada y Manresa, en la comarca del Bages, su perfil montañoso y rodeado de bosques le confieren un carácter idílico, perfecto para perderse. Si se sale del núcleo urbano caminando por una antigua riera se llega a Cal Ponç , la preciosa masía propiedad de Nasser Al Attiyah . El flamante nuevo campeón del Dakar llevaba tiempo queriendo instalarse en España y le encargó a su amigo Jordi Vidal, fotógrafo que conoció durante su periplo en el Mundial de rallys, que le buscase una finca cerca de Barcelona. En Cal Ponç encontró su lugar. La compró en 2019, y en sus casi 200 hectáreas de terreno ha construido varios circuitos y pistas de tierra en las que entrenar. Está tan enamorado del lugar que cada vez pasa más temporadas allí. Fue el lugar donde preparó su asalto a esta cuarta corona en el Dakar, y también el primer lugar que visitará para celebrarlo.

Al Attiyah, que cumplió 51 años el pasado mes de diciembre, es un personaje atípico. Hombre de negocios al frente del conglomerado inmobiliario Barwa e ídolo absoluto en su país, donde no es habitual tener estrellas internacionales del deporte. Es, además, primo del actual Emir de Catar, el dueño del PSG, lo que le otorga rango de príncipe. Así le empezaron a llamar en sus inicios en el Dakar, un apodo que no le hacía ninguna gracia. Hábil para cualquier deporte, destacó especialmente en el tiro olímpico. Ha participado en seis Juegos, y llegó a ser medalla de bronce en la categoría de skeet en Londres 2012 . Con todo, el tiro es solo una afición para él. Su verdadero profesión, afirma, es la de piloto.

Este año competía por decimoctava vez en el Dakar . Empezó prácticamente de la nada, aunque apoyado por un evidente potencial financiero. Poco a poco ha sido capaz de medirse de tú a tú con los mejores. Ganó en Sudamérica con Volkswagen (2011), Mini (2015) y Toyota (2019). La llegada del raid a Arabia Saudí le emocionaba especialmente, aunque en las dos primeras ediciones vivió una auténtica pesadilla por culpa de los pinchazos. Este año el reglamento le dio una alegría permitiendo a su Toyota Hilux montar unas ruedas más grandes y tener un mayor recorrido en las suspensiones.

En su celebración del título sacó a pasear la bandera catarí junto a su eterna sonrisa. Dijo que su secreto para no cometer errores de navegación era no fiarlo todo al Dakar y seguir compitiendo durante todo el año junto a su inseparable copiloto, Matthieu Baumel . Venía a cuento por la polémica de la primera etapa, en la que dejó ya medio sentenciada la carrera tras ser el único de los favoritos en no perderse. Desde entonces su relación con Carlos Sainz ha quedado algo tocada.

Un último detalle de su carácter. Antes del prólogo ocurrió un incidente con uno de los dos DXX del equipo Rebellion Racing, el que iba a poner en liza el dueño, Alexander Pesci. El coche quedó calcinado tras incendiarse durante el shakedown y Romain Dumas , el piloto del segundo buggy, se vio obligado a ceder su vehículo a su jefe, lo que en la práctica le dejaba sin competir. Al saberlo, Al Attiyah le ofreció a Dumas el Toyota con el que había ganado el Dakar de 2019. «Esta en Doha, a once horas de aquí. Yo te lo traigo». Dicho y hecho. El coche llegó justo a tiempo para que Dumas pudiera ponerle sus pegatinas y arrancarlo para la disputa de la primera especial.

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