Nikola Karabatic
Nikola Karabatic - EFE
Balonmano | Mundial de Francia

Francia, firme hacia su sexta estrella

La selección anfitriona aspira a mantener una tradición de éxitos en un torneo en el que se despedirán algunas de sus estrellas

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En un pabellón de Lille adaptado para la ocasión, 28.010 gargantas cantaron la Marsellesa a capella para animar a Francia en el encuentro de octavos. Espectadores fieles a un balonmano espectáculo de una selección histórica, que juega en su propio Mundial y que desprende una supremacía casi absoluta en este deporte en las últimas dos décadas.

Casi, porque en el Europeo de 2016 ni siquiera se clasificaron para las ronads finales, pendientes de unos Juegos en los que buscaban un triplete tras ganar el oro en Pekín 2008 y Londres 2012. Sin embargo, en un partido épico, Dinamarca se coronó por primera vez y dejó en plata a la última selección dirigida por Claude Onesta. La única derrota en una final de las once que ha disputado desde el año 1993.

Resbalones que el nuevo director de orquesta, Didier Dinart, con Guillaume Gille, pretende revertir en el Mundial de casa. Con todas las miradas pendientes de ellos, con todo el país volcado, esperando otro orgullo.

Sin brillar demasiado hasta el momento, pero sin fallar nada, Francia ya está en cuartos, tras superar a Islandia y un comienzo renqueante. Sin forzar la máquina, pero aprovechándose de la envergadura de sus defensores y la experiencia del conjunto. Como si aguardaran los mejores días para sacar todo su arsenal: la lucha por las medallas, donde ellos quieren estar y donde el planeta balonmano los sitúa siempre, sea el torneo que sea. Donde 28.010 espectadores les pidieron, a gritos y aplausos cargados de ambición, que estén este próximo domingo 29.

Despedida

Se los espera en el último día de torneo por una tradición que han hecho casi rutinaria en este siglo XXI. Son cinco estrellas mundialistas en la camiseta nacional, comenzando en 1995 y acumulando grandeza en 2001, 2009, 2011 y 2015, la última en Qatar. Todos quieren estar ese día, brindar otro éxito a un palmarés tremendo y que supondrá, para algunos jugadores, el broche de oro a su carrera. Por los 40 años ronda ya el portero Thierry Omeyer, aunque sigue haciéndose un gigante en sus intervenciones. También en sus últimos lanzamientos está Daniel Narcisse. Pero el equipo sigue bien armado con la presencia de Nikola Karabatic en ataque o defensa, o cuando Guigou saca su brazo a pasear desde el extremo. Incluso los jóvenes relevos, como Fabregas o Remili, impiden ver grietas en el futuro. Aunque se hayan atisbado ciertas dificultades en su camino hasta los cuartos, siguen encontrando miles de recursos a tiempo para envolverse en un aura de superioridad que quieren alargar más allá de este Mundial. Para demostrar que pocas selecciones pueden acechar sus números cuando se ponen serios. Juegan por ellos mismos, por el país y por un deporte que ha crecido a la sombra de la camiseta nacional hasta convertir la liga francesa en referencia y objetivo de nuevas estrellas. Para continuar un ciclo brillante que, por ahora, parece no tener fin.

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