Un ciclista español recorrerá 16.000 kilómetros en Australia en seis meses con un fin solidario

Arturo Guede Seara recaudará dinero para asociaciones relacionadas con enfermedades cardíacas

Guede, en una prueba de triatlón
Manuel Moreno

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La muerte inesperada de su padre, el 11 de septiembre de 2016, fue el detonante para que Arturo Guede Seara (1989, Allariz, Ourense) se planteara un desafío: cruzar Australia en bicicleta y recorrer 16.000 kilómetros en seis meses. Este fisioterapetura de 29 años saldrá de la capital de España el 27 de junio para comenzar su reto en Cairns el 16 de julio, un día después de participar en la maratón de esta ciudad al norte del país de los canguros. «O el 17, si estoy un poco destrozado», puntualiza este deportista aficionado, que después de cuatro temporadas dejó su trabajo en la cantera del Real Madrid de baloncesto tras el fallecimiento de su progenitor. Dará millones de pedaladas con un objetivo: recaudar dinero para asociaciones relacionadas con las enfermedades cardíacas . Siempre en memoria de su padre, Arturo.

¿En qué consistirá su desafío?

«Al corazón de Australia» es un proyecto solidario que consiste en recorrer esa inmensa isla ayudado por una bicicleta y una tienda de campaña. Durante seis meses pedalearé un total de 16.000 kilómetros con el objetivo de recaudar 16.000 euros gracias a la ayuda de la gente. La cantidad obtenida será repartida íntegramente entre varias asociaciones. De forma paralela, escribiré mi segundo libro y el 25 % de los beneficios irán destinados a completar esta suma. Como broche, y coincidiendo con el final de la aventura, participaré en el «Ironman» de Australia de 2019.

¿Por qué Australia y no otro país más cercano a España?

Me encanta viajar y, siempre que lo hago, hay animales de por medio. Por ello, Australia fue desde pequeño el «destino». También mi pasión por el ciclismo y el deseo de visitar un país sobre el sillín. El detonante fue el fallecimiento de mi padre sin previo aviso. Sin tiempo para despedidas. Ese día cambió mi vida. Como dice una frase de Andrés Calamaro, «Yo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy corto».

¿Qué busca con este reto?

El objetivo principal es recaudar fondos para financiar, por un lado, asociaciones que proporcionan apoyo a las enfermedades cardíacas en diferentes ámbitos, como la prevención o la investigación: la Fundación Española del Corazón, Menudos Corazones y el Centro de Investigación Médica Universidad de Navarra. De forma paralela, aportar mi granito a la ONG fundada por un amigo en Ghana, «Team 4 Ghana». ¡Ojo a su labor! Desarrolla proyectos como la construcción de un colegio de primaria o la excavación de un pozo de agua potable en la localidad de Luisa.

Arturo, con su padre, quien falleció el 11 de septiembre de 2016

¿Por qué ha llegado a participar en tres pruebas de «iroman»: Zurich, Lanzarote y Madrid?

Sufrí muchas lesiones de pequeño y un médico llegó a decirme que me dedicase a caminar. El resultado, años después, es un tatuaje realizado en el gemelo tras finalizar el triatlón más duro del mundo, el de Lanzarote. Me recuerda que no hay que tirar la toalla.

Hacer deporte es parte de mí y plantearme objetivos es un empujoncito fuera del sofá si flaquean las fuerzas tras una dura jornada de trabajo. A nivel personal, es un modo de conocerme llevando el cuerpo al extremo, tanto físico como mental. A nivel profesional, es una forma de aplicar mis conocimientos.

Por otro lado, he trabajado la disciplina, el orden, la planificación... eso sí, acorde a mi forma de ser, sin dejar de disfrutar y con la salud ante todo. Y por último, como le pasará a mucha gente, es un modo de evasión en el que los problemas se olvidan y las ideas se aclaran.

¿Qué le dio ascender el Kilimanjaro, en Tanzania?

Me dio el peor malestar de mi vida a causa del mal de altura y una visita al médico porque perdí unos meses la sensibilidad en algunos dedos del pie. Con el filtro del vaso medio lleno, un ejemplo de superación de una de las personas más importantes en mi vida, mi hermano, pese a ser como el agua y el aceite. Tras un problema serio en un ojo y dos operaciones, se presentó en la cima de la montaña más alta de África con visión doble y sin atisbo de duda pese a sufrir de igual modo la falta de oxígeno.

¿Se ve la vida de otra manera después de visitar un campamento de refugiados en el Sahara?

Fue uno de mis primeros viajes y sigue siendo uno de los más impactantes. Desde que realicé el voluntariado en el Sahara, en el 2010, desarrollé una sensibilidad diferente hacia este tipo de injusticias que observaba apenado desde el sofá los dos minutos que duraba la noticia. Hace poco, en Jerusalén, fui testigo de otra. Sin embargo y por desgracia, ante este tipo de situaciones sólo podemos ser eso, testigos sin gran margen de actuación. Supongo que mi proyecto es también una vía de escape a esas ganas de colaborar sin esperar nada a cambio. Ése fue el mayor regalo de la cooperación en Tindouf.

Si le digo «Imi Loa», ¿qué me responde?

En hawaiano significa «El que busca». Nunca me ha gustado seguir, como invitado inconsciente, la línea recta que desde pequeños tenemos trazada a lo largo de nuestra vida; casi impuesta por la sociedad, el sistema, la educación... Con estas palabras me recuerdo que debo seguir mi instinto, que no vale estancarse. La zona de confort, de momento, la cambio por nuevas etapas, aprendizajes y retos.

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